Antonio Carlos Oliveira *
1.- Vida e Intensidad de las Drogas: el testimonio personal de un anarquista.
Hace ya bastante tiempo que yo cuestiono la idea de si se puede considerar una forma de manifestación de libertad el consumo de varias sustancias químicas; algunos defienden que es una expresión del anarquismo, otros, que es una forma de contestar el orden.
Contaba yo, entonces, 49 años, 20 de los cuales usando los más diferentes tipos de drogas, y seguía buscando entender las razones que me llevaron a hacerlo. Mis cuestionamientos comenzaron en 1993, cuando escribí un proyecto pedagógico sobre el tema, para el CEFAM (Centro de Formación del Magisterio). La reflexión se agudizó cuando asumí que había perdido el control de mi vida y me incorporé a un grupo de ayuda (AA y NA). Porque el que desagrada es execrado, se convierte en traidor o enemigo. Yo entiendo esa limitación ética, la actitud solidaria e intelectual, y, bien, si es así, que sea. Pero yo nunca he querido formar parte de la mayoría.
2.- Esas ideas ya han sido cuestionadas
Durante la conferencia, un compañero dijo que mi discurso se asemejaba al de los militantes del siglo pasado que hacían campaña contra las bebidas alcohólicas. Le respondí que sí, pero, quizá diferentemente de ésos, yo puedo hablar de los daños que el uso abusivo e indebido de varias sustancias químicas pueden causar en primera persona. Reafirmé que no estaba hablando contra nadie específicamente ni contra ninguna sustancia química en particular, incluso porque no son las botellas de bebida alcohólica que contienen la violencia, sino que es el individuo que la consume, debido a su historia personal o al entorno donde se insiere, el que se hace violento. Cabe también destacar, que el dueño de un bar, panadería, farmacia, dependiendo del contexto, es tan traficante como los que están escondidos y venden sin marketing ni “protección” de la policía, sus “productos”.
Una chica de la “Marcha de la Marihuana”, en el litoral paulista, dijo que mi discurso era comparable al de la TV Globo. Yo quise contestarle, pero reconsideré, porque mi objetivo ahí no era pelear. Yo, incluso, estoy de acuerdo, en parte, con los que creen en los efectos benéficos de la marihuana, pues hay pesquisas que demuestran que su uso medicinal es benéfico para enfermos. Tampoco una copa de vino o un vaso de cerveza perjudican la salud, pero ¿el término ‘uso medicinal’ se aplica a todos los que usan esas sustancias?
Nadie nace sabiendo si se hará o no drogadicto. Los hijos de drogadictos, por cuestiones genéticas, están más propensos, pero no son predestinados a desarrollar la enfermedad del alcoholismo o “adicción” (2), eso depende de otros factores y del contexto de sus vidas. ¿Cómo saber quién se enfermará? Se me ocurre el juego de la ruleta rusa: una pistola, seis espacios, una bala, se aprieta el gatillo, puede no ser la primera, ni la segunda, pero ¡BUM!, nos hacemos drogadictos, nos enfermamos.
Las canciones de protesta, que hacen apología a las drogas, también alertan: “cuidado que ella te puede dominar!”; “tú tienes que hacer la cabeza, no ella hacerte la cabeza”, o sea, se reconoce el problema.
El que cree en el aporte benéfico de esas sustancias debería también considerar que ningún ser humano es igual a otro y que lo que no me causa a mí daño, tal vez le cause a otro; de manera que, a la par de la lucha por la descriminalización o liberación de las drogas, debería plantearse una lucha en pro del amplio esclarecimiento respecto a los posibles daños que pueden causar a muchos.
Por encima de mi discurso, importantes son mis actos. Vivo en el extremo este de la periferia de São Paulo, frente a un riachuelo contaminado y fétido, frente al cual hay una chabola. Trabajo en una escuela pública en el centro de otra chabola próxima a mi casa. Tuve la oportunidad de salir de allá, trabajar en una escuela mejor ubicada, pero opté por quedarme entre aquellos con quienes me identifico, vivir donde vivió mi familia, invertir mis conocimientos en favor de una causa.
- Algunas consideraciones sobre el tema de las drogas
Droga es toda sustancia química que al ser consumida provoca alteraciones en el sistema nervioso central. Hay varios tipos de drogas y no nos interesa si son lícitas o ilícitas. Diferentes elementos, características individuales, calidad de la droga, expectativa sobre sus efectos y las circunstancias en las que se da el consumo, culminan en diferentes situaciones. Al abordar el tema hay que considerar tres factores: el individuo, el producto y el contexto sociocultural. Hay siempre un individuo que tiene acceso a un producto en un determinado contexto sociocultural.
Uno siente placer al usar drogas. El problema está en cómo eso afecta la memoria, que, con el paso del tiempo, empieza a fallar, hasta convertirse en una enfermedad incurable, que afecta el físico y la mente. No niego el placer, pero, lo considero efímero, y el precio a pagar por él extremadamente alto.
Se habla en predisposición del individuo, determinado por su historia familiar e individual, pero es igualmente necesario considerar el simple hecho de la atracción ejercida por el placer, el sentido que asume en la vida del individuo, el espacio que rellena y las expectativas a las que atiende.
La tolerancia a la droga se establece lentamente en el organismo y su acúmulo provoca que éste reaccione cada vez más rápido a ella. El uso repetido hace que sea necesario usar dosis cada vez mayores para obtener los mismos efectos.
Ni todos usan las drogas de manera abusiva. Hay los experimentadores, que se limitan a usarlas algunas veces; los que las usan de forma recreativa, ocasional, que utilizan uno o varios productos esporádicamente. A los que las usan habitual o funcionalmente y reiteran su uso, aunque controladamente, eso les puede ocasionar ruptura escolar, profesional, familiar y afectiva, aun cuando la vida social (funcional) se preserva. El drogadicto disfuncional (toxicómano) tiene una relación exclusiva con la droga, puesto que ésta pasa a dominar toda su vida y lo transforma en un dependiente químico.
Algunas motivaciones pueden ser: la curiosidad natural del ser humano, la adhesión a grupos o movimientos culturales, el anhelo de identificarse con modelos de comportamiento, hambre, falta de perspectiva, timidez, problemas de salud, dificultad de acceso a la información o a una formación cultural, búsqueda de placer inmediato/intenso, o sea, el deseo de alcanzar el éxtasis sin esfuerzo de conciencia.
Lo que pasa es que la memoria registra el primer placer. El uso continuo busca, entonces, repetir la sensación que quedó registrada y que no va a volver a reproducirse de la misma manera. Es ahí cuando se puede desarrollar la enfermedad.
La dependencia no se da solo respecto a las drogas, sino también a las personas, objetos, situaciones etc. Puede ser física (adaptación del organismo al uso de determinada droga) o psicológica (impulso en seguir usando la droga, [compulsión], para volver a experimentar el placer). A pesar de incurable, esa enfermedad tiene un tratamiento, que presupone la abstinencia de las drogas y un cambio radical en la calidad de vida.
Para los grupos de autoayuda se hace necesario “abandonar las viejas compañías y los viejos entornos” que están asociados a la práctica del consumo y, en la medida de lo posible, “reparar los errores que cometimos”, etc.
- Nuestro pasado más distante
A la vuelta del siglo XX los jóvenes entablaban contacto o se acercaban al anarquismo, muchas veces acompañando familiares actividades organizadas por anarquistas o a través de las juventudes libertarias, que eran espacios de organización de jóvenes.
Muchos de esos padres y madres eran personas que protestaban contra el tabaco o las bebidas alcohólicas y, aunque tomasen una copa de vino etc., eso se daba en un contexto social más autoprotector. Había también en el entorno anarquista los “borrachones”, personas dependientes de bebidas alcohólicas y otras sustancias. Pero el contexto, las relaciones interpersonales y la forma de organización en aquel tiempo, me parece, proporcionaba más protección y coherencia para lidiar con la situación.
4.1. Década de 1960: Está prohibido prohibir!
Puede que eso sea una tontería, pero en Brasil, comienza en la década de los 60, un significativo cambio con el surgimiento de los movimientos de contracultura, la agitación de los estudiantes y trabajadores franceses, la resistencia a la guerra de Vietnam y el movimiento hippie. Todo eso inaugura una nueva y fuerte ola de resistencia al orden establecido, cambia la manera de contestar, el modelo de organización familiar, los papeles preestablecidos entre hombres y mujeres, la educación reproductora del status quo, la forma de producción en masa, la destrucción del medio ambiente, las dictaduras en América Latina y Central, etc.
La contracultura propicia la experimentación de varias substancias como forma de contestación del orden. La banda The Doors, principalmente su vocalista -Jim Morrisson-, usaba esas sustancias para “abrir las puertas de la percepción”. Figuras de gran expresión en la música, literatura, cine etc., murieron de sobredosis.
Una de las palabras de orden emblemática fue “ESTÁ PROHIBIDO PROHIBIR”, haciendo referencia a la censura ejercida por la dictadura, que prohibía todo. Para algunos nada debería ser prohibido, correctísimo, nada debería ser prohibido. Fue entonces cuando se dio la adhesión al uso de varias substancias químicas y, para muchos, ese consumo se convertiría en enfermedad, locura o muerte. En oposición al legado positivo de esa década, el aumento del consumo de drogas es un aspecto negativo, pues la proporción de los que se recuperan, o retoman una vida saludable, es menor que la de los que siguen sufriendo.
4.2. Década de 1980 y el resurgimiento del anarquismo en Brasil
Existe una literatura y una historiografía comprometidas con intereses de clase, sociales o políticos; burgueses y marxistas quieren hacer creer que el anarquismo desapareció. La convivencia con militantes mayores, además de pesquisas, demuestran que eso no es verdad. Es cierto que el anarquismo perdió parte de la fuerza que tenía, pero siempre se mantuvo vigilante, firme y fuerte en las brechas de esta sociedad.
Tras la dictadura militar, en la década de 1980, el anarquismo reapareció en la esfera pública con el Centro de Documentación y Pesquisa Anarquista y el periódico Inimigos do Rei (Enemigos del Rey) en Bahía, con el Grupo Anarquista Jóse Oiticica en RJ y, en SP, con el Centro de Cultura Social, reabierto en el barrio paulista del Brás, en 1985.
En el CCS actuaban nuestros compañeros más experimentados, la generación que sobrevivió a las dictaduras, hoy ya fallecidos, españoles que lucharon en la guerra civil y portugueses que resistieron a la dictadura salazarista, a los que se sumaban trabajadores, estudiantes y profesores universitarios, punks, etc.
Una característica de ese período es el hiato generacional, una diferencia de edad que ultrapasaba los 30 años. Llegué al CCS en 1985, contaba entonces 20 años, era punk, estudiante de secundaria y metalúrgico. Yo era uno de los más jóvenes, el que me seguía, me llevaba 20 años y los demás 30.
En la década de 1980 se mantuvo el ciclo en el que jóvenes fueron introducidos cada vez más temprano al mundo de las experimentaciones de sustancias químicas, primero en casa, en las fiestas familiares, donde era común el consumo de bebidas alcohólicas y otras sustancias; luego, el consumo se extendía a la escuela, con colegas, o a otros espacios de movimientos culturales juveniles en los que nuestros modelos eran también enfermos, muchos habiendo incluso fallecido víctimas de sobredosis.
Yo mantenía una relación dudosa y desafiadora respecto a lo que sabían mis compañeros sobre las diferentes sustancias que yo consumía y rechazaba los efectos perjudiciales. LA NEGACIÓN es una fuerte característica del drogadicto, no sin razón, Alcohólicos Anónimos y Narcóticos Anónimos, proponen en su programa de recuperación, que el primer paso del enfermo sea “admitir que perdió el control sobre su vida”.
Ahí estaba yo, adicto, incorporándome a una militancia al lado de personas anarquistas que organizaban campañas preventivas con el propósito de aclarar acerca de los daños que las sustancias químicas pueden ocasionar en la vida personal, familiar, política y social. Nunca se ha planteado una disputa generacional, pero había mucha desconfianza hacia mi generación. Nosotros, los más jóvenes, valorábamos nuestra experiencia y negábamos la de los demás.
Durante años conviviendo con personas sabias y gentiles, una vez oí de Jaime Cubero, secretario del CCS, un comentario poco elogioso al uso de sustancias químicas. En otra ocasión, bebiendo cerveza con un grupo del que formaba parte Chico Cuberos, fijándose en la velocidad con la que yo sorbía la cerveza, él me dijo: “¿no te parece que bebes demasiado?”.
Una vez encontré al profesor Mauricio Tragtenberg cerca de la PUC/SP, y, conversando sobre marihuana, él me dijo: “no le encuentro gracia, fumar y después quedarse de boca abierta ‘colgado’ ”. Si Jaime, Chico y Tragtenberg insistían en el tema, sólo me alejaba yo, era la personificación de la negación. Hoy, más maduro, pienso ¿estamos dispuestos a abordar y conversar sobre ese tema con un compañero, un colega o un familiar? ¿Estamos preparados?
- ANARQUISMO: la más alta expresión del orden!
Elisée Reclus afirma que el anarquismo es la más alta expresión del orden; es el orden libremente construido de bajo hacia arriba y aceptado por todos los involucrados, pero, para el adicto, ese orden no existe.
Jaime Cubero definió como ideas fuerza lo que otros definen como principios anarquistas: libertad/autonomía, organización de lo simple hacia lo compuesto/federalismo, autogestión, apoyo mutuo y solidaridad; ideas-fuerza que deberían orientar las acciones de los anarquistas a lo largo de su vida.
Para Daniel Guérin, “sólo me hago libre a través de la libertad de los demás… Una persona sólo conquista la libertad individual cuando se integra a todos los individuos que lo rodean y solamente gracias al trabajo y al poder colectivo de la sociedad”. Tal libertad te induce a que seas responsable por tus actos; en calidad de persona libre, debo responder primero a mi conciencia y, luego, a la sociedad libertaria. En ese sentido, Maurice Joyeux afirma que esa libertad “(…) es el principio que consubstancia uno de los más altos valores humanos y es inconcebible sin igualdad económica”.
El adicto identifica la libertad, pero decurrente de su obsesión y compulsión, no la disfruta de manera responsable, si no, ¿qué decir de sus faltas de carácter cuando no administra con responsabilidad su dinero, su vida? ¿Cómo justificar el hecho de que no sea coherente con lo que defiende frente a sus compañeros de grupo, su familia, sus amigos?
El federalismo debe ser una estructura que crece de abajo hacia arriba, de lo simple a lo compuesto, de la asociación de los trabajadores de una empresa o de moradores de una región, a otra, y después, a una cuidad etc. EL ESTADO es una organización basada en la violencia y en la autoridad instituida. Frente al ESTADO debemos oponer asociaciones fundadas en la autoorganización de personas y grupos sociales, en un barrio, ciudad, estado, nación etc. Es el individuo libre que se debe asociar a otros, igualmente libres, para gestionar todos los asuntos que les dicen respecto.
El adicto estará más (asociado) federado, a sus compañeros de consumo. Como una federación, se encontrará con otros drogadictos en sus andanzas, en ese caso, los grupos de autoayuda sugieren como uno de los pasos “evitar las viejas rutas y compañías”.
Para Joyeux autogestión es el resultado de una experiencia socialista que culmina en ruptura revolucionaria y cuando ocurre, interviene en la autogestión, por ejemplo, en la autogestión de las luchas y de la economía (o lo que queda de ella).
¿Cómo puede un adicto gestionar su vida si depende de sustancias químicas provistas por traficantes y sigue frecuentando lugares donde generalmente consume drogas cercado de objetos que forman parte de sus rituales de uso?
Resalto que los libertarios reconocen la necesidad de adoptar reglas en la sociedad como un todo; no puede existir autogestión sin reglas. Lo importante no es si deben existir reglas, y sí, cómo se crearán las reglas, los procesos determinarán su extensión.
Aunque el adicto pueda, durante buena parte de su vida, manejarse con un ser social productivo y actuante en esa sociedad idealizada, ¿cuánto tiempo llevará para que se convierta, por su condición de enfermo, en un peso en el futuro? ¿Es justo y aceptable que su libertad vivenciada de forma tan irresponsable lo convierta en una carga para los demás?
Acorde a Enrico Malatesta, esa forma de organización de la sociedad pretendida por los anarquistas “(…) no es otra cosa sino la práctica de la cooperación y de la solidaridad, condición natural, necesaria, a la vida social, hecho ineluctable que se impone a todos, tanto en la sociedad humana como en todos los grupos de personas que pretendan alcanzar un objetivo común”.
Con su forma específica de organización y la aplicación de sus principios, los anarquistas desean abolir de manera radical la dominación y la explotación del hombre por el hombre. Quieren los hombres, unidos fraternalmente a través de una solidaridad consciente, que cooperen de modo voluntario con el bienestar de todos, que esa sociedad se constituya con el objetivo de proporcionar a todos los medios de alcanzar el mismo bienestar posible, el mayor desarrollo posible, moral y material.
El adicto se muestra solidario y cooperativo siempre y cuando eso no represente para él un obstáculo a su deseo de consumir, no moleste sus momentos y rituales de consumo. Si eso ocurre, ahí entonces él se verá frente a una situación en la que tanto podrá optar por continuar engañándose, permaneciendo en una zona cómoda, como confrontar su problema, buscando ayuda y tomando conciencia de su enfermedad, incurable, pero tratable.
Los anarquistas desean que los medios de producción estén disponibles para todos y que nadie pueda obligar a otros a obedecer su mando, ni ejercer influencia sobre otros sino a través de la argumentación y del ejemplo. ¿Qué ejemplo le damos a los demás cuando no controlamos nuestras propias vidas? ¿Cuántas veces nos engañamos diciendo “yo uso, pero puedo parar cuando quiera, controlo mi vida, no soy un drogadicto?”, Y lo que en verdad pasa, es que ya no puede vivir sin usar la droga.
¿Cómo puede el adicto estar disponible para la acción directa -que es democrática, pues crea espacios públicos en los que cada uno es uno y no se delega nada a nadie, por eso los anarquistas están en contra del voto obligatorio en las elecciones y defienden la autorepresentación en la que cada ciudadano sea ciudadano de sí mismo- si muchas veces él está presente, pero con la mente ausente, en la práctica delegando a otros la tarea de luchar por él?
Para los anarquistas es necesario proceder inmediatamente, y como sea, a la expropiación de los capitalistas; plantean que los trabajadores deben apoderarse de las fábricas, tierras, bancos, medios de transporte. Debe hacerse un inventario de todos los bienes de consumo disponibles y organizar la producción y la distribución a través de los sindicatos, las cooperativas, las cámaras de trabajo, los grupos de voluntarios y todos los tipos de asociaciones existentes, o que se constituirán, a fin de hacer frente a las necesidades inmediatas.
La autogestión
¿Es una necesidad luchar para poder consumir? ¿Consumir algo sin lo cual vivimos bien? Cuando entramos en ese círculo de consumo, ¿en qué nos diferenciamos de los que criticamos por gastar con ropas y calzados caros? Cuando estamos comprometidos con un grupo de militantes o familiares y escondemos parte o todo el dinero que recibimos por nuestro trabajo para consumir esas sustancias químicas, ¿estamos de hecho siendo éticos?
En una sociedad libertaria el uso, de sea lo que sea, deberá ser libre, pero ¿será igualmente estimulado por todo tipo de propaganda? ¿No nos dedicaremos a estudiar ese u otros aspectos de nuestras vidas, para orientarnos, y no divulgaremos después el resultado de nuestras pesquisas, alertando sobre los beneficios y maleficios que sustancias, alimentos, práctica de vida etc., podrán causar a nuestra vida en sociedad?
Con las tecnologías disponibles hoy día, sería posible realizar asambleas, incluso por representación, donde todos pudieran acompañar debates e intervenir en votaciones a través de las redes de computadoras. Sería posible organizar reuniones y asambleas de barrio, ciudades, entre ciudades, entre regiones, nacionales e internacionales, que adoptarían las medidas necesarias, acordadas entre todos, para llevar a cabo los proyectos sin pretender convertirlos en ley, ni tampoco imponerlos por la fuerza a los reticentes.
- Placer y enfermedad
Es evidente que algunos, en el trascurso de su vida, fumarán sus porros, tomarán sus cervezas, vinos y otras bebidas, tomarán “medicinas” sin prescripción médica etc., sin que de eso resulten problemas, serán padres y madres responsables, militantes comprometidos, pero ¿pueden garantizar que al identificar problemas conseguirán superar la negación? ¿Buscarán ayuda? ¿Sabrán dónde buscar?
No puedo negar el “placer” del que disfruté cierto tiempo durante el transcurso de mi experiencia, sin embargo, con el consumo, cada vez más compulsivo y obsesivo, fui perdiendo el control y comprometiendo mi calidad de vida, tal como la de las personas a quienes más amo.
¿Las drogas brindan placer? ¡Sin duda! A fin de cuentas, cuando tenemos un dolor de muelas, tomamos una droga para aliviarlo. Era placentero beber una cerveza, pero ¿y una docena o más? Desde adolescente sufro de insomnio y es placentero fumarse un porro para dormir bien, pero ¿y si no lo tenemos, no sufriremos de insomnio igual? ¿Y si además de a la hora de dormir, fumamos a lo largo del día? ¿Y cuando el último pensamiento antes de dormir es fumarse uno y al despertarse es fumarse otro? Eso hablando de drogas cuya dependencia se establece más lentamente, porque también están las que causan dependencia de forma rápida e intensa, convirtiendo de pronto a los usuarios en enfermos y comprometiendo casi que totalmente sus vidas. Sí, es verdad, existe el placer, pero en ese caso, el precio que se paga por él es demasiado alto y el efecto demasiado fugaz.
Acción preventiva
¿Estarán los compañeros, actuales y futuros, usuarios de las más distintas sustancias químicas, en condición de reconocer su lenta y paulatina pérdida de control? ¿De percibir el desarrollo de esa enfermedad llamada alcoholismo y adicción? Quienes afirman hoy no tener ese tipo de problema, ¿pueden estar completamente seguros, sin sombra de duda, que no lo tendrán en el futuro?
¿Los usuarios que creen mantener todo bajo control, consiguen reconocer que en este exacto momento eso está, segura o posiblemente, ocurriendo en cualquier lugar, incluso en su casa, en espacios de estudio, trabajo, cultura y ocio?
¿Estamos aptos a ejercer de forma responsable y solidaria nuestra libertad, en el sentido de conversar con esos compañeros, amigos y familiares, invitándolos a reflexionar acerca de cuánto comprometen sus vidas? ¿Qué pérdidas provocan sus elecciones a sí mismos y a los demás? ¿En qué medida es ese un proyecto de MUERTE cuando lo que propone el ANARQUISMO es un proyecto de VIDA?
¿Somos lo suficiente cooperativos para apoyarlos a fin de que se sientan lo suficiente confiados para nuevamente asumir el control de sus vidas y así autogestionarlas de manera autónoma, responsable, solidaria, cooperativa en la obra común que nos planteamos realizar?
Que se libere el consumo de todo tipo de sustancias químicas. Muchos argumentan que, ¡morirán muchas personas! Pero ¿hoy día no mueren? La prohibición es un fenómeno político y cultural. En otras épocas y contextos, lo que hoy está prohibido ya ha estado liberado. Hay experiencias de descriminalización, liberación y hasta de legalidad en muchos lugares. Pero es importante que tengamos siempre el coraje de asumir una posición de cuestionamiento respecto a todo, incluso a nuestro ejercicio de libertad.
En la década de 1990, en Guarujá, en la casa de un viejo militante anarquista, Carlo Aldegheri, caminando por la orilla de la playa y practicando, surgió el tema “religión”. El viejo Carlo dijo: “poco me importa a quién le reza u ora una persona desde que cumpla con su parte en la obra social (trabajo); lo fundamental es que nadie viva del trabajo ajeno”. Si se tiene en cuenta eso, que cada cual consuma lo que quiera, desde que aporte lo suyo, que haga su parte.
En mi condición de educador, ser político y social, viviendo en la periferia, he convivido y convivo con esa experiencia que sigue siendo mala para muchos. A veces, creo que hoy ser “pureta” es que es ser revolucionario, pues son muchas las excusas y estímulos que conducen a la experimentación, al uso abusivo e indebido de los más distintos tipos de sustancias químicas.
*Antonio Carlos de Oliveira – Profesor de Historia en la EE Prof. Isaac Shraiber, miembro del Centro de Cultura Social y NELCA Núcleo de Estudios Libertarios Carlo Aldegheri, reescrito en agosto de 2020 antcarlosoli@ig.com.br, antcarlosoli@gmail.com
Notas
1.- Texto de 2014, conferencia en el NELCA, Núcleo de Estudios Libertarios Carlo Aldegheri, Guarujá/SP, 28/9/2013.
2.- Adicto es el usuario de diferentes sustancias químicas, el término por ser común, es controvertido, el alcohólico que es fumador hace, por ejemplo, uso de dos sustancias diferentes. Muchos alcohólicos en recuperación no aceptan esa definición.