Manuel Xío Blanco (Mós)
El Mundo es un pueblo inmenso, raro, lleno de provincianos condenados, de por vida, a no entenderse entre sí y que huyen en masa a las ciudades para odiarse más de cerca y convertirse en ciudadanos respetables, mientras el campo se hacina de silencios y sosiegos y de un clamoroso abandono, sabiendo, además, que existe una respetable fuente de riqueza y trabajo. Sin embargo, todas las direcciones indican, en letras grandes, CENTRO CIUDAD, y, en ese centro, como una diana, las tribus urbanas marcan su territorio con sprays y navajas, igual que los canes, mientras los aperos de labranza decoran tabernas y bares donde jamás en estos locales hizo su presencia el buen vino ni el pan honrado.
El Mundo es un pueblo inmenso lleno de estúpidos respetables condenados a no entenderse y odiarse tan de cerca que hasta el aliento les quema en los noviembres helados, cuando, además, empaquetados en ropa de deporte hacen unos largos detrás de un autobús urbano, donde la mala combustión del queroseno se mastica como la negra regalía que ensucia la saliva y envenena el alma.