Teresinka Pereira
Poco después de que llegase a los Estados Unidos, en los años de la dictadura en Brasil, Bob Marley estaba en el apogeo de su fama, liberando el regae de su desconocida Cuba en Jamaica al gusto del mundo entero. Lo oí en disco una vez en una fiesta y me gustó mucho. Creo que había descubierto que el reagae era mi música predilecta, hasta delante de la samba brasileña… Unos días después lo vi en la televisión y la figura del hombre, con una cara agresiva y el pelo todo lleno de gruesas trenzas negras, duras y con puntas paradas, me pareció como una Medusa negra, sucia y peligrosa. No lo podía mirar, y el pavor me decía que no era posible, que la figura no conciliaba con el sonido y que por más revolucionaria que fuera la lírica de sus canciones no me convencía.
Con coraje me fui acostumbrando con la Medusa y sus canciones no me han dejado transformarme en piedra por más que mirara su fealdad. Con la experiencia y con la tolerancia que exige el sentido de libertad individual, aprendí que toda la moda tiene su origen en lo que es extraño y raro y que con la aceptación se hace bonito. ¡El estilo del pelo de Marley ganó adeptos en el movimiento “Black is beautiful!” y los afroamericanos de todos los países de occidente empezaron a hacerse las trenzas que hoy día son muy finas y limpias y realmente lindas.
Bob Marley ha usado el pelo como su identificación personal, para confirmar lo que decía sobre la raza:
“No tengo prejuicio contra mí mismo. Mi padre era blanco y mi madre era negra. Ellos me llamaban media-casta o algo así. Yo no me inclino a ningún lado. No me sumerjo a ser un negro o un blanco. Acepto lo que Dios me hizo, que viniera de blanco y negro”.
Sin embargo, para el arte, la fama de sus canciones y la manera como representaba era más conveniente ser negro de Jamaica, el país que le dio el hermoso color y el ritmo irresistible. Y la lucha contra el racismo vino naturalmente como la leche materna. A los que lo miraban con discriminación o con arrogancia racial, él decía: “Mientras el color de la piel sea más importante que el brillo de los ojos habrá guerra”. Una gran verdad en el mundo en que todavía vivimos, en el cual la supremacía racial sigue siendo la ignorancia de los blancos.
Lo mismo le convenía a Marley rechazar la religión católica y abrazar la influencia del Rastafari, un movimiento religioso en Jamaica durante los 1930s, que consideraba el emperador Haile Selassie de Etiopia (1) como su dios en la segunda reencarnación. Cerca del 98 por ciento del pueblo de Jamaica estaba entonces constituido por negros descendiente de esclavos. El movimiento fue muy fuerte porque les hacía más sentido que la cultura cristiana. Además, el Rastafari permitía a Marley la libertad de fumar marihuana, que era la medicina para el cáncer que se lastraba por su cuerpo. Cuando los médicos le daban otras opciones, Marley las rechazaba en nombre de la religión. Y en nombre de la religión lo dejaban en paz con su vicio. Con una cosa y otra, la dependencia le fue quitando la vida y la fuerza para luchar por ella. En seguida el tema de la libertad predominaba su temática y su cinismo contra los que no estaban de acuerdo con sus ideas. Tantos años después seguimos constatando que en el mundo toda disidencia tiene que pagar su costo en cada país, y mucho más alto en los que se consideran dueños de la libertad. La marihuana sigue siendo prohibida mientras el vodka, el whisky y el tabaco siguen liberados y teniendo grandes ganancias en Wall Street.
Bob Marley cantaba una filosofía en ritmo de regae y en cada canción nos hacía saber algo muy importante para seguir viviendo entre la gente: “Sé que es imposible vivir a través del pasado”, “Se escapa
corriendo, pero no se puede escapar de sí mismo”, “Esta mañana me desperté en una queda de cubrefuego: ¡Oh, Dios, yo también estaba preso!”.
¿Y la libertad, en dónde se encuentra en toda esta historia? Para Sartre ni el cielo ni el bien o el mal, ni nadie puede realmente dar órdenes a una persona, porque al fin cada uno hace lo que quiere. Y Robert Nicole complementaba esa idea de libertad individual diciendo que “la libertad hace el hombre responsable de escoger su destino delante de sí mismo y delante de los demás”. La conciencia de cada uno es su real libertad. Sin embargo, tenemos que preguntarnos: ¿Cuál es la libertad de una persona que se está muriendo de cáncer en 1981? Sería de cómo morir… Eliminando el sufrimiento era la elección más inteligente. Bob Marley la utilizó. Su hijo Ziggy constató que hasta para una persona famosa y rica como él, la muerte era una sentencia sin compasión. Marley regresaba de Alemania a Jamaica para morir en su tierra. En el viaje tuvo que parar en Miami. Lo llevaron a fallecer en Cedar Lebanon Hospital. Sus últimas palabras para su hijo fueron: “El dinero no puede compra la vida”.
*Haile Selassie, fue emperador de Etiopía de 1930 a 1974.