El falangista/fascista Rodolfo Martín Villa es un viejo conocido del Movimiento Libertario, ya que fue el inductor, en las trastiendas del Estado, conocidas en la actualidad como “cloacas del Estado”, del atentado con cuatro obreros muertos en la Sala de Fiestas “Scala” de la ciudad condal, por cierto, tres de ellos afiliados a la central anarcosindicalista C.N.T. En el juicio contra los acusados se pudo comprobar quien estaba en la sombra de dicha operación terrorista, el delincuente común Joaquín Gambín (conocido por los apodos: el Grillo, el Rubio y el Legionario), como gancho necesario para llevar a cabo dicho atentado y el Ministerio de Interior que presidía el ahora acusado, el falangista de brazo en alto: Martín Villa. Y decíamos que era conocido del Movimiento Libertario porque meses antes afirmó, sin que le temblase la voz, que su mayor preocupación como ministro no era “la banda terrorista E.T.A., sino el crecimiento del Movimiento Libertario en toda España”. Pero, como era muy complicado ir de manera abierta contra ese movimiento, ya que su estructura no es tan fácil de ser atacada de manera directa, la táctica fue atacar de forma indirecta, mediante una acción que implicara a la central anarcosindicalista, estructurada en sindicatos y no en grupos de afinidad, y con una fuerte implantación en Barcelona y comarcas limítrofes. Martín Villa y sus secuaces planearon atacar de manera colateral al Movimiento Libertario mediante un ataque, más que directo, a la Confederación anarcosindicalista, implicando a varios de sus afiliados, los cuales habían sido contactados por el mencionado delincuente. El atentado perpetrado por el Estado, tuvo una repercusión inmediata y altamente negativa en la afiliación a la Confederación Nacional del Trabajo (C.N.T.), ya que los medios de comunicación al servicio del nuevo Régimen (léase El País, como vocero más destacado en este asunto, creado por Fraga y Cebrián), se encargaron de darle todo la amplitud posible al luctuoso atentado, cargando las tintas, de manera vergonzante, sobre los anarcosindicalistas y anarquistas, por tanto sobre el Movimiento Libertario en su conjunto. En esta inquina contra el anarcosindicalismo hay que dejar constancia y destacar la furibunda actuación, en los diversos medios de comunicación del que era vicepresidente del gobierno con Felipe González, el jacobino y centralista con ínfulas de intelectual krausista, el sevillano Alfonso Guerra. El cual pasará a la historia de España como el “calienta sillones” del Congreso de los Diputados, ya que, si por él fuera, aún estaría chupando del bote de los Presupuestos del Estado, en la parte que corresponde a ese antro de amiguetes que se reparten suculentas prebendas y privilegios de todo tipo.
Debido a la composición de los diferentes estamentos judiciales, el mencionado inductor de asesinatos de obreros se fue de rositas, y no tuvo que sentarse en el banquillo de los acusados, pues nadie se atrevía a ir contra la flamante instaurada “Transición Española”. Según ellos: envidia de propios y extraños, y modelo a seguir por otros países. Nada menos que el PSOE y el PCE, con sus cabezas visibles Felipe González y Santiago Carrillo, eran los valederos de tal situación democrática, aunque los que de verdad mandaban, y mandan aun hoy, son los poderes provenientes del más rancio franquismo, convertidos, de la noche a la mañana, en demócratas por orden y gracia de la restaurada monarquía borbónica, puesta y bendecida por el criminal caudillo Francisco Franco Bahamonde.
En España se ha rechazado cualquier posibilidad de investigación y reparación a las víctimas del Franquismo, y de la Transición de la Dictadura al Régimen de 1978, con la vergonzosa instauración de la monarquía borbónica que había sido defenestrada/exiliada antes de la Guerra Civil de 1936. Este hecho ha llevado a que víctimas y familiares de las mismas hayan tenido que acudir a la justicia argentina para poder llevar al banquillo al acusado de crímenes de lesa humanidad: Rodolfo Martín Villa. Esta acción por parte de la justicia del país sudamericano es conocida como la “Querella argentina”. Es una devolución de la acción que hizo en su tiempo la justicia española, referente a la Ley de Punto Final tanto en Argentina como en Chile, la cual corrió a cargo de los jueces Baltasar Garzón y Carlos Castresana. Ni en lo cuantitativo ni en lo cualitativo no son comparables las dictaduras de argentina y chilena con lo que fue el Régimen de Terror del General Franco, durante cerca de 40 años. Además, en España el muro de impunidad sigue en pie. Nadie ha dado explicaciones ante la justicia por el genocidio, más bien, el Régimen del 78 ha dado protección efectiva a los genocidas a través de la Ley de Amnistía del 1977, convirtiéndose ésta en Ley de Punto Final. Nadie se ha sentado en el banquillo de los acusados, y si lo ha hecho el acusado de crímenes de lesa humanidad ha sido por voluntad propia, no por la acción de la justicia española.
Ha tenido que ser la justicia argentina, a través de la jueza María Romilda Servini de Cubría, que el pasado día 3 de septiembre tomó declaración por videoconferencia, en la Embajada de Argentina en Madrid, al acusado Rodolfo Martín Villa. Este ministro franquista, convertido en demócrata, es el paradigma del reciclaje político que permitió que los responsables de la dictadura golpista pasaran a ser los representantes, es decir, “los padres de la actual democracia”, tal como afirma la CEAQUA (Coordinadora Estatal de Apoyo a la Querella Argentina).
La postura de dicha Coordinadora es que los expresidentes y exministros que han enviado cartas de apoyo a Martín Villa, ante la jueza argentina, incurren en un “intento de injerencia gravísima “en la justicia de otro país. Pero no solo han enviado cartas de apoyo ellos, sino que los exlíderes de CCOO y UGT se han sumado a esa acción de presión a la jueza. Pongamos nombre y apellido a esos nefastos personajes, que llevaron a España a la situación de impunidad de los crímenes cometidos por el franquismo y la Transición política española. Presidentes: Felipe González (1982-1996), José María Aznar (1996-2004), José Luis Rodríguez Zapatero (2004-2011), Mariano Rajoy (2011-2018). Exministros: Josep Borrell, Marcelino Oreja, Gabriel Arias-Salgado, entre otros. Destaca de entre ellos Felipe González, que en su carta llega a escribir: “Me siento ofendido al conocer con asombro e incredulidad la actitud de los querellantes, se tendrían que depurar las responsabilidades que correspondan de los responsables de estas denuncias temerarias y la campaña de acoso contra Rodolfo Martí Villa. Habría que juzgar a los querellantes”. ¡Basta ya de declaraciones como éstas! Tú sabes mucho de las “cloacas del Estado”, ya que eras presidente del Gobierno cuando el terrorismo de los GAL, de los cuáles tú eras la X. Más bajo ya no se puede caer.
Con sus cartas, los antes mencionados, demuestran quiénes son y de parte de quién están al dar su apoyo explícito a un personaje de la calaña del encausado, el ministro que, sin caérsele la cara de vergüenza, condecoró a personajes tan siniestros como los torturadores franquistas: Antonio González Pacheco, Billy El Niño, con la medalla de Plata al Mérito Policial, premiando las multitud de atrocidades de semejante sujeto, eso ocurrió el 13 de junio de 1977; ese mismo día también condecoró al conocido torturador Roberto Conesa, miembro de la policía franquista desde 1936; otro de los condecorados por el ministro demócrata/falangista fue el jefe de la unidad que torturaba a los estudiantes Manuel Gómez Sandoval; y para finalizar este macabra lista apuntar a otros dos torturadores, los hermanos Jesús y Miguel Ángel González Reglero.
Si algo nos duele de manera muy especial es el apoyo dado a Martín Villa por los exlíderes de los “sindicatos de clase” CCOO y UGT, que lo fueron durante la “modélica” transición de la dictadura a la corrupta monarquía borbónica juancarlista. De Nicolás Redondo y de Cándido Méndez era casi de esperar, aunque no en los términos que lo han hecho, ya que parecen unos franquistas más, y no unos luchadores, según ellos, contra la dictadura criminal. El título de la carta de Redondo es ya bastante clarificadora de su postura: Alegato a favor de D. Rodolfo Martín Villa. He aquí sus palabras: “Empezaré por una reflexión de carácter general, para concluir con cuestiones concretas que muestran la determinación con la que trabajaron D. Rodolfo Martín Villa y muchos compañeros suyos por conseguir la libertad en España sin revoluciones, sin hacer tabla rasa de nuestra historia, sino, al contrario, buscando la reconciliación entre españoles y el denominador más amplio posible para todos los cambios que dejaban en el pasado la dictadura y abrían nuestra vida cotidiana a la esperanza democracia”. “Pretendieron, entre ellos personas como Martín Villa, hacer de las dos España una amplia, acogedora y respetuosa con los diferentes modos de sentir, de pensar, de ver la vida y el mundo”. Estas últimas afirmaciones nos hacen preguntarnos: ¿en qué España vivía el líder ugetista? Y remata su vergonzoso apoyo con estas esclarecedoras afirmaciones para saber lo que se coció entre bastidores, en aquella época de pactos y traiciones: “Los que combatimos la dictadura franquista encontramos compañeros de aventura en personas como Rodolfo Martín Villa”. Mientras los currantes de a pie éramos aporreados brutalmente por los grises y verdes, en las calles de toda España, por luchar por unos convenios dignos y unas libertades que no llegaban, ellos pactaron unas continuas traiciones a la Clase Trabajadora, ya se habían distanciado para siempre de la lucha social y sindical, y habían entrado en el engranaje de prebendas y beneficios a cambio de su gran traición a los luchadores antifranquistas. El ugetista Cándido Méndez, secretario general de la UGT durante más de dos décadas, se expresa en su misiva en términos parecidos a los de Redondo. Méndez alaba el papel que, desde el ministerio del Interior, realizó desde dentro del régimen franquista para la llegada de la democracia.
Aunque el más indignante de los apoyos, no ha venido de la derecha (PP) o extrema derecha española (VOX), sino de los que fueron popes del sindicalismo burocrático (CCOO), que pasaron de ser un movimiento político /social luchador y rupturista a un vulgar sindicato subvencionado para desmovilizar a la Clase Trabajadora. Antonio Gutiérrez, es uno de ellos. El título de su misiva le retrata perfectamente: Ahora sí le doy las gracias a Martín Villa. Entre otras lindezas escribe: “Ahora sí quiero agradecerle que siendo ministro evitase la violencia siempre que pudo y viniese de donde viniese, un agradecimiento cargado de respeto”. “Una forma de arruinar la memoria democrática es sustentar querellas como la que culpa de delitos atroces como falsos a Rodolfo Martín Villa, asociados al proceso de Transición a la democracia, y que alientan el resentimiento, que antes y ahora es el abono de la intolerancia y a la postre de la violencia”. “La justicia y reparación que merecen las víctimas, en este y cualquier otro caso, nunca se logra señalando a un falso culpable”. Él, que no ha movido un dedo para que se haga justicia, habla de falso culpable. Siendo secretario general de Comisiones Obreras nunca hizo nada para que los verdaderos culpables pagasen por sus muchos crímenes, antes y durante la Transición. Y el segundo dirigente del sindicato, que se autoproclama mayoritario y de clase, es José María Fidalgo. Cómo se puede ser tan cínico para decir lo siguiente del ministro franquista y colaborador de torturadores: “Soy leonés y tengo en gran admiración a Rodolfo Martín Villa. El sentido de este testimonio es reivindicar la figura de Rodolfo Martín Villa como uno de los arquitectos de la Transición española, como trabajador por la cohesión económica y social de su país y como persona de bien”. Después hace una descripción personal de quien sembró de medallas a la tortura en España: “Es un humanista, a pesar de ser un ingeniero industrial de formación; amante de la lectura, del arte y de los amigos. Rodolfo es muy potente y nunca estará sólo”. Hay que recordarle al hooligan que da su apoyo a Martín Villa, que Hitler también era amante de la lectura, de los niños, sobre todo si eran alemanes y no judíos, de los animales y del arte (por eso robó tantos cuadros a los judíos de diversos países europeos).
Hasta aquí algunas de las declaraciones de los compinches del exministro franquista, generoso y amante de medallas al mérito policial a torturadores de todo pelaje. Veamos lo que opinan los que han sufrido de manera directa o indirecta las “muchas bondades” del gran mecenas de la democracia española que se conoce como Transición. Él ha declarado ante la jueza: “he venido para defenderme, porque me revelo a vivir en presunción de culpabilidad en vez de presunción de inocencia, pero sobre todo defender que es imposible que en la Transición hubiera un genocidio”. Frente a esas palabras, he aquí lo que piensan sus acusadores. Un afectado por los sucesos de Vitoria, que perdió la visión en un 98%, como consecuencia de una brutal paliza policial el 4 de marzo, el día siguiente de la masacre de Vitoria, y perteneciente a la Asociación 3 de marzo, afirma: “Aquello fue una encerrona, esperaron a que todos entraran en la iglesia para rodearla y gasearla”. “Las autoridades actuaron queriendo dar un escarmiento para que lo de Vitoria no se extendiera a otros lugares”. Así lo reconoció el propio Fraga cuando vino el 6 de marzo y dijo aquello de “que este triste ejemplo sirva de gran lección a todos los españoles en los próximos meses”. En los Sanfermines de 1978, según el hermano de Germán Rodríguez, asesinado por las Fuerzas de “Seguridad”, hubo más de 150 heridos, de los que 11 fueron de bala. Según todos sabemos, el mensaje de la policía quedó grabado, y sus palabras fueron: “Preparad todas las bocachas y tirad con todas las energías y lo más fuerte posible que podáis. No os importe matar”. Para quienes piensen que las denuncias son gratuitas, como el impresentable Felipe González, he aquí lo que la propia policía grabó aquel luctuoso 3 de marzo en Vitoria: “Te puedes figurar, después de tirar más de mil tiros y romper la iglesia de San Francisco. Te puedes imaginar cómo está la calle y cómo está todo. ¡Muchas gracias, eh! ¡Buen servicio! Dile a Salinas que hemos contribuido a la paliza más grande de la historia. Aquí ha habido una masacre. Cambio. De acuerdo, de acuerdo. Pero de verdad una masacre. Corto”. Como dice el damnificado por los hechos de Vitoria: “Con la masacre de Vitoria se fueron pasando la pelota de tribunal en tribunal, hasta que se dictaminó que había que enjuiciar los hechos en base al terrorismo, pero para ellos el terrorista no era el policía o los policías que dispararon, sino los obreros que exigían derechos y libertades. Finalmente, el asunto recayó en la jurisdicción militar. Con total dejación, sin investigar, sin tomar testimonios o pruebas, el caso fue sobreseído, porque decían que no podían determinar quiénes habían sido los autores de los disparos”. Lo afirmado no tenía, ni tiene, ningún sentido, ya que estaban grabadas las palabras de la policía donde se oye a la policía decir que iban a disparar y que se acababa de producir una masacre. Si no se puede saber con exactitud quién fue el causante directo de las muertes y de los más de cien heridos, si se podía, y se puede, saber de dónde habían partido las órdenes de disparar a la multitud congregada en la iglesia. Cuando les interesa, con gran prontitud, encuentran culpables o se inventan quienes han sido, en este y otros casos no dan con los verdaderos culpables, pero éstos, tanto en Vitoria, Pamplona o Barcelona, si sabemos sus nombres y apellidos, y están en la memoria de la Clase Trabajadora.
La generosidad de algunos de los afectados es digna de alabanza, ya que a pesar de que el Estado español sigue avalando la impunidad, ellos dicen lo siguiente: “No pretendemos que Martín Villa vaya a la cárcel, pero sí que los hechos sean juzgados y los responsables sean marcados. Que se marque su trayectoria criminal y que no pasen a la historia como adalides de las libertades y la democracia”. No tienen ni odio ni rencor, pero si el resquemor de la impunidad, y ha sido por ello que apoyan a la justicia argentina mediante la conocida como “Querella Argentina”. El día 13 de septiembre sabremos la sentencia de la jueza que lleva este tema, y una vez conocida nos pronunciaremos sobre ella. De momento hay que confiar en que de una vez por todas se haga justicia y se condene el pasado criminal de la época franquista y parte de la Transición política española, ésta con sus 130 asesinatos. Este caso, pese a lo que diga la Audiencia Nacional española, no prescribe, pues como reconoce la misma ONU es un crimen de lesa humanidad -matar a alguien por sus ideas de manera sistemática- y eso ocurrió tanto en el franquismo como durante la primera etapa de la Transición.