Xavier Díez
A principios de septiembre, y en la ciudad de Venecia, nos ha dejado prematuramente el antropólogo David Graeber, considerado uno de los pensadores libertarios más interesantes de este siglo.
Aparte de su reconocida trayectoria como académico en la Universidad de Yale y en la Universidad de Londres, fue conocido por su activismo social, tanto en las protestas contra el Foro Económico Mundial como, en la pasada década, uno de los líderes reconocibles del Movimiento Occupy Wall Street. Se le atribuye la paternidad del concepto “somos el 99%” que logró movilizar a millones de persones en su combate contra la oligarquía financiera mundial.
Sus ideas y planteamientos han aportado frescura a un pensamiento anarquista siempre dinámico y abierto a explorar nuevos senderos intelectuales y sociales. Precisamente, su gran aportación, coherente respecto a las investigaciones de Marshall Sallins o la gran fascinación que sentían los anarquistas catalanes de los años treinta por la obra de Margaret Mead, le convierten en una de las referencias contemporáneas.
Sus escritos y exitosos cursos y conferencias, de acuerdo con la tradición anarquista norteamericana mediante exponentes como Murray Boochkin o Noam Chomski, han abierto nuevos caminos de análisis y reflexión. Por ejemplo, ha cuestionado el origen del dinero como simplificación del trueque primitivo e inferido, de acuerdo con investigaciones históricas y arqueológicas, que éste tiene más que ver con las guerras y la violencia. El pago mediante metales preciosos ejerció como manera práctica y simplificada de pagar ejércitos mercenarios, cosa que cuestiona la legitimidad de la moneda como instrumento neutro de intercambio. De la misma manera, en sus teorías, de acuerdo con otras muchas investigaciones paralelas, consideran la deuda como uno de los principales instrumentos de opresión económica y consolidación de sociedades duales.
Hace algunos años tuve entre mis manos su “Fragmentos de antropología anarquista”, Virus, Barcelona, 2011, un breve volumen (debe agradecerse a Graeber su prosa directa, breve y sin florituras) que me fascinó. Graeber es uno de los autores que no te deja indiferente y te empuja a replantearte tus propias convicciones, que es lo que esperas de un buen escritor. Comparto aquí la breve reseña que publiqué entonces en mi bloc.
MANUAL DE INSTRUCCIONES DE ANARQUÍA PRÁCTICA
¿Cuántos votantes son necesarios para cambiar una bombilla? Ninguno, porque los votantes no cambian nada. Con esta provocativa respuesta, el autor de este ensayo, en forma de panfleto, interroga a los lectores sobre la naturaleza de las verdades aceptadas acríticamente que actúan, como cortafuegos, para evitar que los individuos puedan aspirar a generar sociedades más igualitarias, o lo que es lo mismo, en términos de teoría política, a aspirar a una sociedad anarquista.
David Graeber (Nueva York, 1961), antropólogo social, hijo de un miliciano norteamericano presente en la Barcelona revolucionaria de 1936, profesor expulsado de la Universidad de Yale por sus planteamientos heterodoxos, y actual activista del movimiento Occupy Wall Streeet, se dedicó a investigar sobre sociedades igualitarias por todo el mundo, con un especial e interesante trabajo de campo en Madagascar. Rompiendo con los esquemas mentales dominantes, y mediante la historia y antropología, Graeber demuestra que las sociedades igualitarias han sido mucho más frecuentes y extendidas a lo largo del planeta de lo que el establishment académico y político está dispuesto a admitir. De hecho, podríamos considerar que esta es la norma -con una gran diversidad de modelos- antes que el capitalismo no únicamente colonizara los pueblos, sino las mentes.
Este libro, increíblemente breve, sencillo y directo, responde a dos preguntas: la primera, que conoce bien, ¿por qué el anarquismo, tan substancial en la naturaleza humana, posee tan escaso peso en el mundo académico, en los programas de teoría política o en la historia de las ideas? La segunda; ¿es posible generar en la contemporaneidad sociedades libres sin autoridad ni desigualdades? Respecto a la primera, es de celebrar que alguien más que subscribe esta reseña también se haya parado a pensar sobre el tema, llegue a conclusiones tan obvias. El anarquismo es más una práctica que un corpus teórico. Y si no, preguntemos (si pudiéramos) a nuestros abuelos revolucionarios del 36. Además, un conjunto de prácticas anticanónicas no suele casar bien con una ciencia impregnada de autoridad, jerarquía y orden. Respecto a la segunda cuestión, el autor llega a la conclusión que el anarquismo debe evitar la confrontación, porque es la evolución la que marca la revolución, y no al revés.
Parte del atractivo del libro es el recurso a numerosos ejemplos derivados de su tarea como antropólogo. Así, pone en evidencia que las verdades asumidas por el conjunto social sobre la pretendida naturaleza de las desigualdades o las jerarquías no lo son en absoluto. Como personaje incómodo, el autor utiliza lo que en filosofía denominamos técnicas mayéuticas, al estilo de las incómodas preguntas que utilizaba Sócrates para hundir en la miseria intelectual a los partidarios de las grandes ideas y principios. Con la lógica y la simplicidad, el hijo del miliciano libertario nos obliga a contestar con lógica a las estúpidas preguntas que a menudo se nos hace. Virus ha tenido el acierto de traducir uno de los libros llamados a renovar -robablemente en contra de la voluntad del autor- la teoría anarquista.