Alicia Lario Valero
Atención a todo el mundo, he decidido que mi ocio es mío.
Es increíble que no haya libertad ni siquiera para decidir qué hacer es ese espacio temporal que constituye el ocio. Mi tiempo ocioso es mío.
Pues yo me revelo, porque no quiero tener que hacer nada de nada que tenga que ver con programas y objetivos. Es terrible. Es, sencillamente, un fracaso de la sociedad actual, que tanto ha luchado por ganar espacio de tiempo libre, el que lo emplee en saciar objetivos prediseñados: alcanzar la felicidad, el disfrute, la alegría, las sensaciones extremas, el límite…, todo ello es como si formáramos parte del engranaje de una fábrica de sueños. Lo peor es que ninguno de esos sueños son nuestros, son falsificaciones. Es terrible.
Me quiero liberar de toda imposición
Quiero tener la libertad de decidir sobre el único tiempo que pueda pertenecerme realmente. Así que no voy a seguir ningún patrón. Me voy a sentar a pensar, me voy a acompañar a mí misma.
La distribución del tiempo: herramientas para ganar libertad
Tiempo dedicado a los demás, al trabajo, a la salud, al descanso, a cubrir las necesidades básicas, o no tanto, en fin, tiempo que, repercuta o no en nuestro bienestar, no nos pertenece.
Acosados por las prisas, creemos que, si hacemos todas las cosas que nos proponemos, en el menor tiempo posible, ganamos más tiempo. Incierto. El tiempo transcurre al margen de lo que hacemos y de cómo lo hacemos. Por lo tanto, el tiempo no nos interesa como tal.
El tiempo. La consideración del tiempo condiciona, hasta el colapso, la vida. Regalarnos tiempo es compactar un espacio para hacer algo con él.
La vida no tiene que ver con el tiempo, tiene que ver con los sentidos y con el conocimiento complejo que se desarrolla a partir de la experiencia.
Vivir es abrir los ojos y presenciar el entorno, ver, oler, sentir, es lo que nos ocupa inmediatamente al nacer. Después, conocer, averiguar que pasa y por qué para lo que ocurre a nuestro alrededor. Aprender. Volcarnos en querer saber, anhelar comprender es lo que nos arraiga del todo a la vida. Tocar. Besar Amar. Deslizarnos por una pendiente suave del mar a la montaña.
Hacer al revés las cosas, suscita poner en duda todo lo que se da por sentado y nos obliga a replantarnos cosas sabidas. Crecer, es poner en duda absolutamente todos y abrir bien los ojos y las orejas para sobrepasarlo todo.
Encerrarse en cápsulas temporales no permite crecer. Aliena las mentes y las conductas, los sentimientos y las necesidades. Y entramos en una espiral paranoica porque lo que realmente somos es este plástico capaz de moldearse con cada elemento del conocimiento que adquirimos.
El ser humano no inventa, descubre, y descubrir es eso, abrir los ojos.
El tiempo no existe, es una etiqueta que fragmenta la realidad en instantes extinguidos nada más nacer. Somo vida, no tiempo. Vida por vivir a cada instante consumido. Y vivir es un gran privilegio, porque el fruto de una grandísima casualidad.
Así pues, mi tiempo libre es aquel que no pueden robarme o imponerme, y que es bien poco, en relación con el que roban o secuestran. No es tiempo, sino vida. Y si es vida libre, y no tiempo libre, deseo vivirla como quiera y con la intensidad dramática que decida.
Vida libre, no tiempo libre, es lo que quiero para mí y para todos los humanos. Vida libre. El tiempo que se lo queden los capitanes y verdugos de este mundo, porque al final de sus vidas no tendrán nada vivido, sólo tiempo consumido. Muerte en vida.