C. Verdugo

El estado español está exaltando el fascismo y cuenta con él como principal aliado.
Un antisistema lucha contra el sistema capitalista globalizado, no contra un estado para crear otro Estado.
Tanto el Reino de España como la República Catalana encajan perfectamente en la dictadura económica global del capitalismo.
Las elites económicas catalanas, castellanas, europeas ni mundiales no van a permitir una República Catalana Socialista que acabe con el libre mercado. Existen partidarios de este tipo de República Socialista, pero nosotros somos tan contrarios a un estado capitalista como a un estado de inspiración soviética.
Nos reafirmamos, una vez más, como detractores de toda autoridad y, por tanto, de cualquier forma de gobierno, ya sea democrático o dictatorial, burgués o popular.
Muy probablemente las primeras escenas de enfrentamiento con la policía las hayan provocado los mismos cuerpos policiales siguiendo instrucciones del gobierno. Existe la posibilidad de que el Reino de España quiera justificar ante la comunidad internacional la aplicación de algún tipo de estado de excepción.
Aunque inevitablemente nos sentimos atraídos por la forma que está tomando la lucha, no deja de inquietarnos que en el fondo todo esto haya empezado para pedir la libertad de unos líderes políticos corruptos que han liderado las políticas antisociales de recortes y toda la represión que la clase trabajadora catalana ha sufrido tras la crisis económica.
Existe un tipo de independentistas que aman el orden en las calles y la paz social por encima de la soberanía de su nación. Estos son la derecha catalana, que ha pasado de apoyar el Franquismo para que acabara con los sindicatos y las huelgas, a promover “paros de país” para acabar con la opresión del pueblo catalán. A éstos, nunca les ha preocupado la opresión de su pueblo, sino que la han liderado constantemente para mantener lo que más aman: su privilegio económico. En el pasado abrazaron el falangismo español para sofocar al pueblo y ahora usan el nacionalismo para que su pueblo no los lleve a la guillotina para hacer justicia social.
A simple vista parece razonable pensar que la reivindicación nacional catalana va a poner en jaque al estado y esto puede abrir una ventana de oportunidad para los anarquistas para acabar con él. Esto sólo puede suceder si la gente, en todos los rincones del actual Estado Español, se convence de que hay que acabar con él.
No podemos ignorar que nacionalismo llama a nacionalismo y que el patriota ama al estado por definición.
La única posibilidad de que el conflicto actual ponga en amenaza al estado (a los estados) es la transformación de la lucha en una lucha social por los derechos económicos de la clase trabajadora.
Por desgracia, no hay que olvidar que todo este conflicto lo han creado, precisamente, para evitar cualquier forma de conflictividad social que reclamara derechos laborales, habitacionales, etc.
Los ricos de uno y otro lado han hecho todo lo posible para evitar otro 15M, que esta vez, probablemente, no habría muerto en el parlamento con la aparición de Podemos, sino que podría haber cogido, precisamente, la forma que está cogiendo esto en Barcelona por las noches.
Respetamos que nuestros compañeros participen en los enfrentamientos y las movilizaciones, porque estamos convencidos de que no van a luchar por ninguna nación, sino que van a poner en peligro su físico y su libertad para procurar convertir una lucha nacional en una lucha social que se extienda al resto del Estado Español. A ellos, a los que tratan de convertir esto en una lucha de clases les vamos a ofrecer todo nuestro apoyo y nuestra solidaridad si sufren represión. Esperemos que tengan razón.
Respetamos también a aquellos compañeros que no ven posibilidad alguna de transformar los enfrentamientos en una verdadera lucha de clases. A estos no les podemos exigir que bajen a la barricada si tienen la sensación de que esto sólo va encaminado a la formación de un nuevo estado de opresión que no tiene porqué suponer una mejora sustancial en las condiciones económicas de la clase trabajadora.
Existen factores psicosociales que pueden explicar el apoyo de muchos jóvenes de clases populares y de origen andaluz, murciano, castellano, etc., a la causa de la independencia de Cataluña. Los líderes independentistas han confundido premeditadamente la lucha por la patria con la lucha contra la opresión, el abuso de poder, la arbitrariedad del uso de la fuerza y la libertad de expresión.
Es totalmente cierto que el Estado Español ha negado la libertad de expresar opiniones, que ha usado la fuerza para reprimir una voluntad legítima de autodeterminarse, y nosotros nos oponemos a todo ataque a estas libertades.
El problema es que el nacionalismo sólo entiende de libertad de opresión o de autodeterminación aplicadas a sujeto abstracto, artificial y arbitrario de la nación.
Sólo hablan de libertad para su país, pero les es indiferente la libertad de las personas, en especial de las trabajadoras.
Estos burgueses, a nosotros, los desposeídos, nos han apaleado, nos han encarcelado, nos han insultado, nos han tratado de sediciosos, de autoritarios y de fascistas por rodear el Parlament para evitar que se aplicaran recortes antisociales.
Los burgueses no entienden de liberación de la esclavitud del salario, del derecho a autodeterminar nuestras vidas para ejercer la autogestión económica y así acabar con la verdadera opresión del pueblo catalán.
A nosotros, los anarquistas, nos inquieta profundamente que este rechazo contra la autoridad y la opresión no se haya materializado en protestas de millones de personas contra las horas extras en el trabajo, contra los despidos, contra los desahucios, contra la vejación que sufren los TOP-MANTA, contra las torturas a presos de todo tipo en las cárceles, contra el ataque a las pensiones, contra los recortes en educación y sanidad.
Esto tiene que cambiar. Debemos esforzarnos para que la “fuerza de la gente” se gire en contra de los capitalistas para atender las demandas de derechos que nuestra clase social necesita como agua de mayo.
Siendo optimistas, sería razonable pensar que existe alguna posibilidad de que, parte de los que hoy se envuelven con la bandera, puedan sentirse identificados con nuestras ideas si tienen oportunidad de estar en contacto con ellas. Probablemente no hay que poner grandes expectativas en esto, pero no podemos dejar de tener presente que si hay gente que realmente se mueve por rechazo a la autoridad del Estado Español, quizás pueda entender que son nuestras ideas anarquistas las que dan una respuesta global a la cuestión de la autoridad. Ojalá que algunos miles pudieran desintoxicarse de la propaganda burguesa y comprender que luchar contra la autoridad sólo tiene sentido si se lucha contra cualquier forma de Estado.
Mucha gente de la que ahora se envuelve con la bandera, probablemente estaría luchando con nosotros contra el Estado y el Capital si les hubiera rodeado otro ambiente. Pero por desgracia, el ambiente necesario para ello fue destruido físicamente por el franquismo y ahora se encuentra en las cunetas. Si hubiésemos mantenido viva la cultura obrera y la identidad de clase social, sólo los hijos de las clases bien estantes habrían comprado la idea de que el Estado catalán es garantía de justicia.
Muy a pesar nuestro, tenemos que reconocer que nuestra capacidad de influencia es limitada y que nuestra sola voluntad no tiene por qué cambiar la mentalidad de la masa de hoy para mañana. Es por eso que estamos convencidos que para que algún día se produzca una insurrección del pueblo en los términos que nosotros proponemos vamos a tener que trabajar día a día en los centros de trabajo y en nuestros barrios, pase lo que pase en las próximas semanas.
Estamos convencidos de que todo esto tiene algo de bueno, y es que la gente puede ver que no hay policía buena y policía mala para el pueblo y que se acostumbre a lo que pasa cuando sales a la calle sin el permiso del Estado. Esperamos que este necesario aprendizaje no lleve ningún ojo arrancado ni ningún preso más, pero eso depende de los mercenarios uniformados.
Si queremos ser justos, no podemos dejar de rechazar la sentencia contra aquellos que han promovido el ejercicio de la autodeterminación. El nacionalismo entiende la autodeterminación de forma totalmente opuesta a nosotros, los partidarios del federalismo anarquista. Aun así, no podemos ser hipócritas y decir que es lo mismo querer divorciarte que usar la fuerza para evitar el divorcio.
Es por ello por lo que defendemos el derecho a la libre unión de las comunidades humanas sin la coacción de la autoridad, que consideramos injusta la sentencia del tribunal supremo y el despliegue de fuerza del Estado español para proteger la unidad del Reino de España.
Si aceptamos que el Estado español reaccione así con una causa que no compartimos en su finalidad, pero que nos parece legítima por el hecho de basarse en el derecho a la autodeterminación, estamos aceptando que en un futuro se nos encierre por sedición a los que estamos impacientes por organizar movilizaciones multitudinarias por la justicia social que enfrenten frontalmente la legalidad del orden constitucional.
De todos modos, tampoco vamos a caer en el engaño de que la represión contra la disidencia en Cataluña empieza con la represión contra el movimiento independentista. Esto es lo que nos quieren hacer creer los burgueses catalanes, pero olvidan que son ellos los que nos han mandado a la cárcel por antisistema. Sólo hay que recordar la represión contra los okupas del cine princesa, la Hampa, Can Masdeu, los montajes policiales como el caso Pandora, Araña y tantos otros, el desalojo de plaza Catalunya tras el 15M, el desalojo del Banc Expropiat de Gracia, la Huelga General del 29S, el cerco al Parlament, las ostias en los desahucios, a Núria Pòrtules, sólo por poner algunos ejemplos.
No podemos caer en la tentación de pensar que todos los que están participando en las protestas están manipulados y son imbéciles con el cerebro lavado por el patriotismo. No es justo pensar así, y de hacerlo estaríamos aceptando que nosotros somos moralmente superiores a los demás y que somos los únicos que pensamos con nuestra cabeza. Debemos mostrar todo nuestro respeto por quien participa en las movilizaciones con la convicción de que estas pueden servir para traer cambios en la sociedad que mejoren las condiciones de vida de los marginados por el Capital.
De todas maneras, por desgracia, las convocatorias, de momento, están planteadas por las organizaciones que promueven la creación de un Estado catalán y esa es su finalidad.
Obviamente podemos acudir a estas convocatorias de forma crítica y con la motivación de mostrar el rechazo al uso de la fuerza por parte del Estado. Aun así, por muy críticos que seamos, no vamos a cambiar el sentido de las movilizaciones con el mero hecho de sumarnos a ellas y no cantar el himno nacional catalán como acto de rechazo al nacionalismo.
Se hace necesario, pues, promover movilizaciones que tengan el objetivo claro de denunciar la brutalidad policial, sin seguirle el juego al nacionalismo.
Para nosotros, la República, como forma de gobierno, no es ninguna garantía de derechos sociales, independientemente que sea federal o centralista. Sólo hace falta poner por ejemplo a los EE.UU. o a la República Francesa para convencernos de ello. Aun así, no podemos dejar de ser partidarios de la Abolición de la Monarquía, auténtica vergüenza y anacronismo histórico para nuestro país. Si todo esto acabara con los Borbones, no sentiríamos ninguna pena.
No vamos a aceptar que nadie nos exija renunciar a nuestros principios. Existe cierta presión por parte de la izquierda independentista para que nos sumemos sin condiciones a estas movilizaciones. Se nos exige que, como anarquistas, estemos contra la opresión de su pueblo (eufemismo para nación), pero no se nos permite cuestionar el monopolio de la ideología nacionalista. Si lo hacemos se nos acusa de neutrales y equidistantes.
Nosotros somos contrarios a toda opresión, pero no vamos a movilizarnos si al hacerlo no podemos mostrar nuestro rechazo a la opresión de la nación contra el individuo y si no podemos reiterar que nuestra lucha es la lucha de clases y no la de las naciones, por mucho que nos vendan la idea de que no es lo mismo una nación opresora que otra oprimida.
Para nosotros, el nacionalismo de liberación no tiene nada que ver con la lucha contra el colonialismo, por mucho que los quieran confundir. El nacionalismo es la estrategia que usan las elites económicas y políticas para dividir a las clases populares de forma arbitraria para lograr sus objetivos de dominación.
La lengua, la religión, la cultura y el mito del origen colectivo común se usan de forma arbitraria para definir las naciones. Ninguna de ellas define la nación por si sola, sino que se usan estos elementos, con los que la gente se identifica de forma natural, para crear la ilusión de ser parte de un sujeto diferenciado con derechos emanados del hecho de ser diferentes.
Para nosotros, los derechos no se gozan por el hecho de ser una nación, sino por el hecho de ser un individuo con su identidad personal propia e inalienable.
Para nosotros, la demanda de libertad para cualquier nación es una demanda vacía por ser inevitablemente ambigua y estar asociada a un sujeto político abstracto como la nación, que no se tiene porque traducir necesariamente en la libertad para sus gentes.
No por muy llamativas que nos parezcan las barricadas en las calles vamos a colocarnos detrás de ellas sin antes reflexionar sobre la motivación y los objetivos de estas movilizaciones. Si detrás de esas barricadas hay nacionalistas catalanes racistas, que desprecian los charnegos, nuestra opción será la de quedarnos en casa comiendo palomitas mientras vemos como les revientan la cabeza a porrazos. Queremos pensar que no es así y que el patriotismo no ha calado tan hondo como para que, los que luchan por el derecho legítimo a la autodeterminación, acepten entre ellos a estos fascistas catalanes. Es más, probablemente haya muchos “charnegos” lanzando piedras a la policía, así que esperemos que esto sea garantía para apartar a estos elementos racistas, si los hay.

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