Floreal Rodríguez de la Paz

Los hippies son la antítesis de cualquier progresión dirigida. Sólo ofrecen flores: han caído fuera de la sociedad sin pretender renovarla. En una sociedad donde no hay algo por lo que valga la pena marcharse, tampoco vale la pena vivirla. Una sociedad democrática podría conseguirse cuando por los intereses no participasen los fines lucrativos. “El lucro”, ese colosal monstruo social por el que estamos obligados a soportar, con infinitas formas, condiciones a las que se nos somete, desde las políticas notabilísimas en el poder de la imprudencia temeraria, gracias a la existencia de los dioses de estado, dotados también de firmes propósitos de religiosidad.
Momento para decir que es necesario llegar a las finalidades de cuantos viven del fraude; del saqueo interesado; de los precios que marcan época de miseria permanente; de leyes limitadoras sin futuro; de escasez en los que carecen para sostenerse de pie; de cuantos viven el desvelo que impide soñar desde las tinieblas, faltos de derechos sociales; de tantos como desean disfrutar el ocio que necesitan, pero que desconocen; de otros muchos que no pueden ordenar sus propios indeseables enredos, porque impera la duda, la rutina, la maltrecha saña, la incertidumbre y la angustia; de ir buscando sendas o caminos para llegar al lugar exacto sin ser maltratados; y de poder vivir sin que domine el criterio de tanta subnormalidad dominante en las formas ausentes de repartir sensatez, ya que somos gobernados por la tremenda penumbra sin nombre en el abandono tan triste por la evolución involutiva en lo social. Poco es lo que podríamos aprender sabiendo que los valores de la sociedad, que obliga a despejar las dificultades, dejan aparcada la conducta de la verdad en la razonable exigencia de nuestra participación natural en las cosas. Caben señalar ciertos matices de la enseñanza, que dejan varias interrogantes sin despejar, culturalmente hablando de lo más importante: Todo está escrito, todo resuelto para ser libres; no obstante, nada es acertado si pretendemos reinventar los dardos que puedan hacer diana en la sabiduría que nos califica tan seriamente de humanos. ¡Nada queda por inventar para que la sociedad cumpla los retos de convivencia! Hablemos de filosofía, porque no hay demasiados filósofos que no hubiesen despejado cómo debe ser gobernada una sociedad. Y resulta inquietante, incluso irritante, citarlos a todos, aunque seguro que no somos tan parvularios para entender las ironías del genial Voltaire, especialmente anti-divinidades consagradas a la suerte de los poderes fácticos: Las infinitas fórmulas, que despejan todos ellos, siempre dejaron resuelto lo que hay que hacer para que no se pierdan las formas de gobernar todas las rebeldías entre izquierdas y derechas, monarcas y arlequines del espectáculo político. No siendo necesario repetir cuanto impide salir de los conflictos sociales para que el colectivo humano disfrute su libertad. ¿Qué sucede con las experiencias conocidas de los maestros de la Cultura, especialmente filósofos? ¿Cómo entender que no sirvió de algo que nos enseñasen a distinguir el Mal del Bien? ¿No es cierto que los Poetas subliman como nadie la obligación de sobreponerse a los avatares de la vida con futuro civilizado? (Goethe, Machado, Alexander, G. Lorca, M. Hernández, etc. ¡Venga, señorías políticos y políticas, que ya no debemos simular estar en la cripta por más tiempo! ¿De qué sirve que se conozcan las Bellas Artes? Es decir, “para estos resultados sociales tan enfurecidos”, caminando como vagabundos, en una sociedad de víctimas con el dominio de verdugos adiestrados en el estrado del poder.
Existe un largo listado de deberes sin desarrollar todavía en esta sociedad, comparándola con la España que fuera tiempo atrás, como tierra de conejos, por arte de otros primitivos orígenes culturales. Así que, por los siglos de los siglos, concedo importancia a la experiencia desbordante por el sólo hecho de resaltar la Cultura que se nos enseñó, dejando la desmemoriada costumbre, de tantos improperios sufridos, contrarios al gusto de vivir en Paz. Pero lidiemos con el mejor Arte los niveles de inteligencia que fuera posible entre los luminosos de la Filosofía Académica, siendo diplomados con total aseveración. Ahí están los siguientes moderadores de la sabiduría, para que el analfabetismo político de nuestro tiempo actual deje de avergonzarse ante la propia imagen del fiel espejo, porque no dan la talla para gobernarse a sí mismos. Ante cualquier duda, repasemos algunos focos luminosos sobre el pasado inolvidable.

Coro de los versados en política de derechas

Atila, Robespierre, Iván el Terrible, Nicolás Maquiavelo, Calígula, Torquemada, Napoleón Bonaparte, Adolf Hitler, Stalin, Mussolini, Pinochet, Salazar y el Franco iracundo español. Etc.,etc. Fueron el látigo para el Mal, despreciable siempre.

Coro del portento cultural civilizado

Max Stirner, Nietzsche, Miguel Servet, Quevedo, Voltaire, Shakespeare, Darwin, Miguel de Unamuno, Galileo Galilei, Miguel Bakunin, Proudhon, Anselmo Lorenzo, Eliseo Reclus. Etc., etc. Fueron la fortaleza del Bien, por ser lo único sensato.

Y dando importancia a que “la televisión es el espejo donde se refleja la derrota de todo nuestro sistema cultural”, tengamos muy en cuenta ¡qué pobre memoria aquella que sólo funciona hacia atrás! El futuro debiera ser desde el presente, diga lo que diga el sun-sun-corda. Veremos próximamente los niveles de inteligencia, qué resultados aportan los que desde el poder dominan, sin necesidad de subyugar.

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