Bruno Servet

 

Teniendo como base la encíclica del papa Francisco, Laudatio sí, y partiendo del anuncio del papa, del 15 de octubre de 2017, se llevará a cabo, el próximo mes de octubre, un sínodo episcopal que tiene como lema: “Amazonía: Nuevos Caminos para la Iglesia y para una Ecología Integral”. Para la Iglesia Católica, Apostólica y Romana (ICAR), esos caminos tienen que ser pensados para y con el Pueblo de Dios, que habita en esa región: habitantes de comunidades y zonas rurales, de ciudades y grandes metrópolis, poblaciones que viven en las riberas de los ríos, migrantes y desplazados, y de manera especial con los pueblos indígenas. Ya estamos, por el interés te quiero Andrés. Como las iglesias evangélicas le están comiendo el terreno de la evangelización, pues hay que aprovechar el tirón mundial actual que tiene la cuenca del Amazonas para lanzarse a llevar sus propuestas, las cuales se quedarán en la superficie de la cuestión. Bien sabemos que no se atreverán a poner el dedo en la llaga, denunciando a los verdaderos culpables de la crítica situación por la que está pasando lo que se conoce como la Panamazonía, que incluye a nueves países sudamericanos (Brasil, Perú, Bolivia, Colombia, Venezuela, Ecuador, Guayana, Guayana francesa y Surinam). No se atreverán, los falsos ecologistas con negra sotana, a denunciar directamente a personas, a empresas multinacionales y nacionales, a los grupos de paramilitares y militares que siembran el terror y la violencia entre la población amazónica. Altos cargos militares brasileños, entre otros muchos, están detrás de lo que está pasando.

La ICAR se presenta ahora como la verdadera salvadora de la catástrofe, la cual tiene visos de irreversible, que se está produciendo en esa región del planeta Tierra. Habría que recordarle que ella es la culpable de que muchos luchadores eclesiásticos, englobados en la famosa “Teoría de la Liberación”, desistiesen de su abnegada labor en favor de los pobres, y de las comunidades indígenas del continente sudamericano, porque se les acusaba de no anunciar el auténtico mensaje evangélico, sino que habían sido seducidos por la ideología marxista y enfrentaban a los pobres contra el poder establecido, ese que desde hace décadas está destruyendo el necesario pulmón mundial, el cual  nos suministra más del 20% del oxígeno imprescindible a la población mundial. Aunque “legalmente” la Amazonía pertenezca a los países antes citados, ese territorio es patrimonio de la toda la Humanidad y de los seres vivos que la habitan, los humanos somos una parte del ecosistema, pero con un poder destructor que pone en peligro de extinción a miles de especies que conforman el biotopo amazónico.

Hay que destacar que la riqueza de la selva y de los ríos de la Amazonía está amenazada en la actualidad por los grandes intereses económicos que se asientan en diversos puntos del territorio. Esos intereses provocan la intensificación de la tala indiscriminada en la selva, la contaminación de ríos, lagos y afluentes, causados por derrames petroleros, minería tanto legal como ilegal y los derivados de la producción de drogas por el narcotráfico. El crecimiento desmedido de las actividades agropecuarias, estractivas y madereras de la Amazonía, no solo ha dañado la riqueza ecológica de la región, de su selva y de sus aguas, sino que además ha empobrecido su riqueza social y cultural. Se ha producido un desarrollo urbano no integral ni inclusivo. Las poblaciones de la Amazonía son víctimas del cambio de valores de la economía mundial, para la cual el valor lucrativo está por encima de la dignidad de las personas.

El presidente Jair Bolsonaro es un auténtico peligro para la Amanzonía, para la biodiversidad de esta y para los más de 34 millones de habitantes que pueblan los 6 millones de kilómetros cuadrados que la conforman. Tanto Bolsonaro como Trump y sus respectivas administraciones son negacionistas del cambio climático, ya que las presiones de sus multinacionales, que les aúpan al poder, le obligan a posicionarse contra quienes, siguiendo una postura basada en importantes investigaciones, afirman que el cambio climático es una cruda realidad. No pensemos que la denuncia de la situación actual en la llamada Panamazonía (3 millones de indígenas y unos 390 pueblos y nacionalidades distintas) viene de hace unos pocos años atrás; las denuncias vienen de largo. En 1991, el gran climatólogo brasileño Carlos Nobre puso sobre la mesa una preocupante hipótesis, que cada vez tiene más motivos de hacerse una dramática realidad: la sabanización de la Amazonía (el cambio actual de pronunciación viene de la influencia francesa predominante  sobre las otras pronunciaciones, ya que en francés se escribe Amazonie, y se pronuncia amazoní).

La hipótesis de Nobre dice que: “La deforestación a gran escala de las selvas amazónicas incrementa la temperatura atmosférica, reduce las precipitaciones y alarga la estación seca”. ¿Qué se ha hecho desde entonces para paliar la situación? Nada. Muy al contrario, se han aumentado los elementos que agravan el problema: tala masiva de árboles, aumento brutal de los incendios, sobreexplotación minera, contaminación exacerbada de ríos y lagos, etc. Téngase en cuenta que la cuenca ha perdido en los últimos 60 años, un 20% de su superficie total por causa de la deforestación, y la cosa sigue de manera imparable hacia la catástrofe total, de no cambiar de manera drástica y urgente la forma de actuar sobre esa región. Pues bien, o se ponen manos a la obra ya, o la situación será del todo irreversible. En esa zona la temperatura ya ha aumentado un grado, caso de llegar a los tres grados, no se podrá dar marcha atrás a lo anunciado por el climatólogo brasileño. Un dato que allana el camino hacia el desastre ecológico y social son los 77.000 incendios registrados en lo que va de año, lo cual rompe la tendencia descendente que había hasta ahora. Pero la sabanización de la Amazonía no es un peligro para esos seis millones de km2 de diversa vegetación y fauna, y sus 34 millones de habitantes, sino para el resto del planeta.

La clave, según un equipo de investigación de la prestigiosa Universidad de Princeton (EE. UU.), es que “la deforestación de la Amazonía no solo afectará a esa zona del planeta, ya que no se podrá contener. Impactará en la atmósfera y ésta transportará esos efectos por toda la Tierra”. El mismo equipo alertó que una hipotética deforestación masiva de la cuenca amazónica generaría un ciclo meteorológico similar al del EL Niño (fenómeno totalmente natural y cíclico vinculado al calentamiento del Pacífico tropical oriental que provoca dramáticas oscilaciones del clima). Por su parte, el equipo de Nobre resume su trabajo en dos ejes fundamentales, éstos son los ejes de inflexión para la posible sabanización de la Panamazonía: a) el aumento de 3 grados de la temperatura media en la zona de la selva y b) una deforestación del 40% de toda la cuenca amazónica. Para Nobre el umbral estaría en el 25% debido a las sinergias entre deforestación, cambio climático y los incendios. Para él, la humedad de la Amazonía es importante para las precipitaciones y el bienestar humano, pues contribuye a las lluvias invernales en partes de la cuenca del Río de la Plata, especialmente en el sur de Paraguay, el sur de Brasil y Uruguay, y el centro y este de Argentina.

Por otro lado, las últimas informaciones sobre los incendios en África indican que ésta arde más que la Amazonía. A finales de agosto unos 10.000 incendios estaban activos sólo en Angola y Congo, frente a los 2.127 de Brasil. Aunque hay que destacar que los incendios en esos países se producen por la actividad agrícola de los campesinos, que usan los fuegos como técnica agrícola, pero un 10% quedan fuera de control. Haciendo un listado de los países con más incendios a escala mundial, el orden de mayor a menor sería el siguiente, el 22 y 23 de agosto: Angola (7.000), República Democrática del Congo (3.000), Brasil (2.127), Zambia (1.000), Australia (789), Bolivia (755), Rusia (679), Indonesia (541), Tanzania (418), Sudáfrica (389). Como se puede comprobar los atentados contra el clima no es solo patrimonio exclusivo de la zona amazónica, sino que es un fenómeno a escala mundial, aunque en muchísimos lugares no se llega a esas cifras de verdadero escándalo planetario, también se atenta contra la salud de la “Casa Común” (como le llama el papa Francisco a la Tierra), nuestro país es un ejemplo de ello. Por todo eso, la emergencia climática es un hecho incontestable. La intensidad de la última DANA (antes denominada “gota fría”) ha tenido gravísimas consecuencias en España y en otros sitios. La comunidad científica lleva años advirtiéndolo: olas de calor, inundaciones, eventos meteorológicos extremos, mayor riesgo de incendios…, pero la clase política continúa sin dar pasos reales para frenar la situación, que con el paso de los años se está haciendo más grave, más desalentadora. No hace ni 24 horas, desde que escribo este artículo, que centenares de miles de jóvenes se han manifestado en todo el mundo pidiendo a los líderes políticos que se tomen en serio la gravedad del cambio climático, para que ellos y ellas puedan tener un futuro con garantías, y digno de ser vivido.

Y mientras, la ICAR a lo suyo. A poner como remedio a la situación que padece la Amazonía, su ideología basada en un Dios que nunca ha dado señales de vida, su confianza en un Jesús que fue inventado, por intereses imperiales, allá por el año 303 de nuestra era, en la Roma del Emperador Constantino. Poniendo en el centro de la cuestión al Evangelio, en sus varias dimensiones: social, ecológica, sacramental, eclesial-misionera, profética, etc.

Para la Iglesia la solución pasa porque los 34 millones de personas que habitan en la Panamazonía se conviertan al catolicismo, si no, por qué tanto empeño en su misión evangelizadora a estas alturas, cuando llevamos 19 años del siglo XXI. Por qué no mandó a sus mejores embajadores, que sí estaban por ayudar a los pobres, y no que los apartó del ministerio sacerdotal y los condenó a no poder ejercer su sacerdocio en favor de los más desfavorecidos. La ICAR ya ha empezado a calentar motores, en favor de su falsa voluntad de apoyo a los pueblos amazónicos. Ya se han movilizado las parroquias españolas para vender el evento episcopal como la panacea frente a la dura realidad que tienen los pueblos indígenas, tantos cientos de años olvidados por quienes se presentan con su Sínodo Episcopal sobre la Amazonía como salvadores de esa maltrecha región del planeta. Basta ya de sermones y reuniones huecas, y pónganse a trabajar de verdad. Para ello empiecen por llamar a capítulo a todos y todas sus feligresas, para que se manifiesten en contra de quienes son los verdaderos culpables, y que domingo tras domingo se sientan en los bancos de las iglesias de todo tipo. Tomen el ejemplo de la joven estudiante sueca Greta Tintin Eleonora Emman Thumberg, que ha conseguido con su coraje y tenacidad abarrotar centenares de plazas en todo el mundo, saquen a sus seguidores a llenar calles y plazas, reivindicando y denunciando a los culpables del desastre amazónico, y después sigan con sus rezos, con sus novenas y sus rosarios. Menos mensajes evangélicos y más lucha en las calles, pues ya sabemos que tienen millones de seguidores y seguidoras repartidos por todo el mundo, pero a la hora de la verdad se quedan bien apalancados y apalancadas en los sillones de sus confortables casas. Menos sínodos y más dar la cara. Y esto último también va para los monseñores (en los sínodos episcopales no hay “monseñoras”), bien comidos y muy bien vestidos. No, nos vendan ya su moto, que la tienen estropeada desde hace mil setecientos años.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

  

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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