Josep Pimentel

 

“Nuestra revolución es la más profunda de los dos últimos siglos, aquí se ha plasmado en realidades prácticas, teóricas, utópicas sin que el autoritarismo lo haya podido impedir” (Abel Paz).

 

El colectivismo fue una tradición arraigada en el anarquismo y anarcosindicalismo peninsular organizado y recogido a través de sus congresos. La obra constructiva de la revolución fueron las colectividades que tuvieron lugar tanto en el campo como la ciudad.

En Barcelona se colectivizaron la construcción, la industria metalúrgica, los mataderos, los servicios públicos, los transportes, los servicios de salud, los cines, los teatros, las peluquerías, los hoteles y las pensiones, la distribución de alimentos… Como apunta Agustín Souchy, se igualaron los sueldos.

La ocupación de la industria se produjo de manera sorprendentemente rápida. Después de los primeros días y con la mayoría de los cuadros directivos fuera de las empresas, había que reorganizar la producción. Los obreros tomaron el control de las fábricas, pasando la vida económica de las mismas a manos de los empleados que las ocupaban.

El primer testigo documental de las colectivizaciones fue el Pleno Regional de Grupos Anarquistas de Cataluña celebrado el 21 de agosto de 1936, en el cual se aprobó la confiscación y la colectivización de los establecimientos abandonados por sus propietarios y el control sindical obrero de las industrias explotadas en régimen de empresa privada. La Generalitat de Cataluña tardó en dar cobertura legal a las colectivizaciones. No promulgó el Decreto de Colectivizaciones hasta el mes de octubre de 1936, una vez incorporados a su gobierno a miembros de la CNT.

No obstante, el 24 de julio de 1936 y después de cuatro días sin transporte, se retomó el servicio de los ferrocarriles metropolitanos de Barcelona, haciéndose cargo de este servicio el Sindicato Único del Ramo del Transporte de Barcelona de la CNT. Se constituyó un Comité Obrero de control formado por trabajadores del ferrocarril para controlar la empresa colectivizada y tomar las primeras medidas.

La primera de estas medidas fue el despido de 56 empleados y cargos de la empresa, entre los cuales figuraban el director gerente, sus asistentes e individuos que cobraban a final de mes sin ninguna ocupación en la empresa. Con esta medida la empresa colectivizada se ahorró 30.000 pesetas al mes. Teniendo en cuenta que el salario mensual de conductor rondaba las 250-300 pesetas, nos podemos hacer una idea de la magnitud del recorte. Los quince afiliados que contaba la UGT pidieron voluntariamente integrarse en la CNT, central sindical donde estaban afiliados los 407 trabajadores que constituyeron la colectividad del Metro.

En el Comité de la colectivización, en una asamblea del día 4 de septiembre de 1936, se informó del trabajo realizado durante estos primeros meses. En esta asamblea se informó del despilfarro llevado a cabo por la compañía durante el período 1932 hasta 18 de julio de 1936, equivalente a 1.300.000 pesetas, entre subvenciones a la prensa y la radio, viajes a Madrid y pagos a banqueros, políticos y periodistas.

Antes de la revolución, las compañías de tranvía, metro y autobuses eran privadas, cada una de ellas dirigida por diferentes empresas. El sindicato de la CNT acordó integrarlas en una única empresa colectivizada bajo un único sistema más eficiente y sin malversaciones. Esta mejora fue vivida por los usuarios del transporte público de una forma muy favorable debido a que simplificaba y mejoraba la movilidad en la ciudad y su área de influencia. Se determinó una tarifa de 0,15 pesetas por trayecto y se acordó estudiar la bajada del precio del viaje a 0,10 pesetas, y un sistema de utilización único para toda la red de transporte público. Otra medida fue la de ofrecer transporte gratuito para escolares, personas mayores, accidentados en el trabajo, milicianos heridos y personas con algún tipo de minusvalidez.

Para facilitar el cambio al público cuando el papel moneda del Estado era escaso, se puso en circulación, el 20 de noviembre de 1937, la emisión de vales-moneda de 0,15 y de 0,05 pesetas.

Se mejoró la jornada de los trabajadores de la colectividad, de las 8 horas antes de julio de 1936 pasaron a realizar 6,40 horas diarias. No obstante, y finalizado el corto verano de la anarquía, el 6 de noviembre de 1936 se acordó la ampliación de la jornada a 9 horas diarias excepto para los trabajos por la noche en el interior de los túneles. Decisión motivada por la situación de guerra y acordada por unanimidad.

Experimentaron una equiparación salarial de las diferentes profesiones que agrupan los trabajadores del metro (ferrocarril transversal), experimentando una subida salarial. Esta equiparación salarial implicó la subida de un 15% del salario de media.

 

Bibliografía básica

Mintz, Frank (1977). La autogestión en la España revolucionaria. Madrid: Las Ediciones de La Piqueta.

Obra colectiva (1973). Colectivizaciones. La obra constructiva de la revolución española. Ensayos, documentos, reportajes. Toulouse: CNT de España en el exilio.

Paz, Abel (2002). Viaje al pasado (1936-1939). Madrid: Fundación Anselmo Lorenzo.

Memoria 1936 del Ferrocarril Metropolitano de Barcelona (Transversal), colectivización CNT-AIT (1937). Barcelona, 6 de enero.

Memoria 1937 del Ferrocarril Metropolitano de Barcelona (Transversal), colectivización CNT-AIT (1937). Barcelona, 31 de diciembre.

Diario Solidaridad Obrera, Barcelona, 1936-1937.

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