Floreal Rodríguez de la Paz

A la naturaleza no se la vence sino siguiéndola. Mal que le pese a la más alta magistratura del Comunismo, tendrá que reconocer que su amistad oficial con Hitler, en algo tendrá que perjudicarle (el Pacto Germano Soviético 1939-1941).

Simpatizantes del comunismo, e inclusive algunos de los que poseyeran el título de tal, habrán tenido que avergonzarse de militar en un campo político donde la responsabilidad y los escrúpulos brillan por su ausencia. Ello se podrá apreciar más tarde cuando las circunstancias lo permitan.

Muchos votos comunistas, terminarán por ser ateos en este aspecto, y pretenderán por lo menos recobrar su personalidad social, que tan perdida tienen donde su opinión no significa nada y sólo tiene que acatar los acuerdos de sus líderes, estén o no en razón.

Por estas y otras razones que no escaparán al juicio del buen lector, los pueblos sometidos a la dictadura fascista, que con sobrada razón repudian -aun cuando su protesta no pueda ser expresada- al cual dejarán de soportar en la primera oportunidad, hundiéndole en sus propios crímenes, tienen también perdida la confianza en las democracias, de las cuales se han visto abandonados y de las que bien poco pueden esperar.

La situación de la III Internacional es idéntica en este aspecto, ya que no se explica pueda haber confianza en la clase trabajadora, hacia quienes se alían con el mayor enemigo de la libertad y de la justicia social.

Los trabajadores tienen más derecho que nunca para no creer en ninguna clase de política, sea esta roja, negra o parda, todos han demostrado, una vez más tener, la misma calidad.

Por lo que respecta a las democracias -aparte de lo que con tanto énfasis se predica acerca de la destrucción del fascismo-, parece no existir el propósito de cambiar en nada el actual estado de cosas.

Y esto está justificado en todos los que, en mayor o menor cantidad, tienen intereses que defender, para después del conflicto continuar viviendo. ¿Más qué tienen que defender los trabajadores que hoy empuñan las armas o cierran el puño contra el fascismo? Ciertamente se dirá que su destrucción, destrucción que hoy se hace a costa de vidas y que ayer se pudiera haber conseguido sin necesidad éste de atentado a vidas humanas, ¿pero, y después todo continuará lo mismo que hasta la fecha?

En síntesis, los pueblos europeos se desangran -por una parte- solamente por extinguir esa mancha que las propias democracias echaron en su política de desastre, dejando que se gangrenara parte del cuerpo social de Europa, para luego tener que amputar uno de sus miembros, corriendo el riesgo de que la gangrena se apoderase de todo el cuerpo.

Por otra parte, el EJE, hijo putativo de quien hoy quiere iluminarlo, se desangra también, para conseguir la hegemonía política de Europa basada en ese “Nuevo Orden”, consistente en la dominación y humillación de otros pueblos, y que, indudablemente, será algo parecido a un vasto cementerio y una cosa de locos uniformados.

Más tarde, será el “Soviet Supremo” quien, con la bandera hipócrita de libertar a los pueblos, se lance también a la conquista de estos. Y los pueblos, en efecto, serán “libertados”; y aquél que no quiera ser “libre”, que en este caso equivaldría a no -ser comunista-, se le matará por indisciplinado. Pero nada de esto tiene gran importancia, los procedimientos no cuentan, únicamente la finalidad es la que puede interesar al gobierno del “Pueblo” de la U.R.S.S., como a todos los gobiernos en general. Esto es, seguir esclavizando a la clase trabajadora, o asesinarla en casos parecidos al que nos ocupa, a pesar de que el gobierno comunista tiene promesa formal de no inmiscuirse en el conflicto; pero si alguna vez lo hiciera, será únicamente por “obligación” y en “defensa” de los intereses de esos pueblos a que antes se hace referencia con el solo fin de “liberarlos”.

Así pues, nos encontramos con que todos, todos, los gobiernos están dispuestos a “sacrificarse” por “liberar” a los pueblos de la esclavitud de otra política que no sea la de la parte interesada. Hasta Hitler se convirtió en “liberador”, para lo cual quiso establecer su “Nuevo Orden”. 

¿Guerra civil o iniciación del conflicto Mundial?

 

I

            Cualquiera que se tome el trabajo de analizar con detenimiento la respuesta de esta pregunta, podrá dar respuesta adecuada si el análisis en cuestión es el resultado de un estudio crítico, presidido por la imparcialidad.

Ciertamente, habrá quien no quiera reconocer la triste verdad que, en sí, encierra aquella “Guerra Civil”. Que tuvo lugar en el suelo hispano, denominado, que, si bien en principio pudiera haberle correspondido para el criterio de muchos espectadores, de ninguna manera podría cuadrarle poco más tarde, cuando la realidad de cuanto en España acontecía se imponía a la mentirosa propaganda de los que, hipócritamente, querían demostrar lo contrario en perjuicio de aquella verdad.

El hecho de una “Guerra Civil” en España no hubiera tenido gran importancia al tratarse de un país que siempre fue propicio a conflictos de esta naturaleza; uno más no hubiese alterado el orden del problema ni hubiera tenido mayores consecuencias.

Sin pretender negar que el conflicto, en su primera parte, pudo ser considerado, a simple vista, como un asunto de orden interno -aspecto que si se analiza arrojará resultado distinto-, ni el entendimiento más obtuso podrá negar que, en su segunda parte, el problema aparecía perfectamente claro. Más alguien hubo quienes, sin “denominarse” amigos del “Caudillo” Franco y sus padrinos, conocían perfectamente el alcance de aquel conflicto -en sus primeros días cuando sólo figuraban los fascistas y los antifascistas, más españoles unos y otros-, que culminó con la más descarada intervención del EJE, invadiendo los tres elementos -tierra mar y aire- de la España Republicana.

Para que el resultado de una sublevación militar, como la que se dio en la zona del protectorado marroquí, desde donde comenzaron los ataques contra la República, sea práctico, tiene que existir un estado de simpatía hacia el movimiento insurgente, fenómeno que no se dio -ni mucho menos-, aparte de que, indudablemente, hubiera una minoría incapaz de decidir la victoria.

Ello lo prueba el hecho de que cuando Franco se puso a la cabeza de la sublevación dijo, desde el otro lado del Estrecho de Gibraltar, que el “Ejército Español” se disponía a salvar la República en contra del fascismo”. Este ardid, sin duda, tuvo sus resultados en los primeros momentos, porque, Franco no era persona públicamente conocida como elemento político, y parte del pueblo español, indudablemente, caería en la trampa, particularmente en los puntos en que el fascismo, con nombre cambiado, dominó en los primeros días. Algo así dijo Sanjurjo. El 10 de agosto de 1932, también aquél iba a salvar la República; pero quien en el año 1936 debería haber ocupado el lugar del “Caudillo”, si una circunstancia fortuita no le hubiese hecho perder la vida, fue desafortunado en su primera intentona.

Pero como la lectura hace al hombre completo, el discurso lo hace dispuesto y la escritura lo hace exacto; comentar cierto marchamo, que pudiera contradecir a cuantos que vienen con estrategias, “todavía” franquistas, fascistas o, es más, neonazis. Son rapiñeros criterios con teorías de dioses de la política cuestionada, con larga experiencia en soberbia desintegradora. Evidencian incumplir los resultados para que España disfrute el verdadero compromiso por y para la democracia, siempre que se noten las leyes aplicadas, pero sin pactos tristemente falsos. La democracia no puede ser argumentada desde las derechas consagradas a proteger dictaduras de Estado.

 

NOTA: La diferencia entre una democracia y una dictadura consiste en que en una democracia puedes votar antes de obedecer las órdenes de sus alevosías. Apostando por ser español por haber nacido en la Península Ibérica. Y cuanto queda en la naturaleza de la observación; ¿qué dictadura prohíbe las libertades territoriales, que provocan la duda de la identidad, antes o después de considerarnos Península Ibérica? Queda la promesa de desmontar, más si cabe, la utilización del término “democracia”, cuando esta está ausente -por desconocida-, a pesar de que el capitalismo se refugia en ese concepto, sin saber tapar la vergüenza de sus políticos.

 

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