El pasado 24, 25 y 26 de agosto tuvo lugar, en la ciudad francesa de Biarritz, la Cumbre del G-7. En ella participaron los representantes, presidentes de Gobierno, de los siete países miembros del actual Grupo, ya que, desde 2002 hasta 2014, Rusia formaba parte del llamado grupo de los ocho, en la actualidad los países que forman el G-7 son: Estados Unidos, Alemania, Japón, Reino Unido, Francia, Canadá e Italia.

Las claves de dicha cumbre eran: a) El “Brexit”. Boris Jonshon, representante del Reino Unido, debutaba en la cumbre y amenazaba con una salida salvaje de la UE. b) Irán. Occidente pelea para que Teherán respete sus compromisos nucleares: no consecución de armas atónicas de ningún tipo. c) Rusia. El presidente Trump encabeza a los partidarios del regreso de Rusia a formar parte del Grupo, como lo era hasta 2014. No olvidemos el apoyo de Rusia a Trump, en la campaña de las elecciones de 2017, en que éste fue ganador frente a la opositora demócrata Hillary Clinton. d) La guerra comercial. Se presionará para aflojar la presión que los Estados Unidos ejerce sobre China, con aranceles y proteccionismo americano. Para Trump y su administración América Primero. e) La Amazonía. Los miles de incendios en la selva amazónica, tanto en Brasil como en otros países con territorios amazónicos, hará que se ponga en primer plano la crisis medioambiental que representan los 72.843 incendios en lo que llevamos de 2019. f) Nuevas tecnologías. La imposición de una tasa global a las grandes compañías digitales. Oposición rotunda a dicha medida. Proteccionismo estadounidense a sus grandes empresas en dicho sector industrial. g) Igualdad. La lucha contra las desigualdades en el mundo será una idea central.

Todas esas intenciones son muy bonitas, diríamos interesantes, pero como casi siempre, excepto en rarísimas ocasiones y en temas de segundo orden, todo quedará en vanas promesas, o como dice la expresión castellana, en agua de borrajas (en su origen “agua de cerraja”, ya que la cerraja es una lechuga salvaje sin valor alimenticio). Valga para ello leer el breve comunicado final de la cumbre para dar validez a lo escrito anteriormente. La diferencia ha estado en que el presidente de EE.UU., en esta ocasión, no ha salido de la cumbre por la puerta de atrás y dando un portazo en los morros de la y los presentes en la “Cumbre” de Biarritz, tal como hizo en la anterior cumbre, celebrada en la ciudad canadiense de Charlevoix; pues en aquella, cuando subió al avión para volver a su país, dijo que lo acordado, sobre lo del cambio climático, se lo pasaba por el arco del triunfo o por la antorcha de la estatua de la Libertad neoyorkina (donada en su día por la Francia de los derechos humanos). ¡Ay, la Francia de la Liberté, Egalité y Fraternité! ¡Quién te ha visto y quién te ve! Disculpas por tan ripioso pareado. Pedimos perdón a Charles Baudelaire, Stéfane Mallarmé,  Paul Verlaine  y Arthur Rimbaud, grandes entre los grandes poetas mundiales.

Veamos ahora con más detalle cada una de las claves esbozadas con anterioridad. Brexit. El británico Boris Jonshon debutó como primer ministro, en sustitución de Teresa May, con una abierta amenaza de un “brexit” salvaje (la salida del Reino Unido de la Unión Europea, sin acuerdos) que está a la vuelta de la esquina, es decir, el próximo 31 de octubre. Francia y Alemania, por su parte, han dejado claro que no aceptarán cambios en el acuerdo ya alcanzado, sobre todo si eso implica renunciar a la salvaguardia sobre Irlanda. Por su parte Jonshon contará con un poderoso aliado, el presidente estadounidense Donald Trump, el cual espera su oportunidad para estrechar más todavía la relación económica cuando se produzca la salida del Reino Unido de la Unión Europea. Irán. La retirada unilateral de Estados Unidos del acuerdo nuclear alcanzado con Irán en 2015 ha elevado la tensión con sus socios occidentales, que luchan porque Teherán respete sus compromisos pese a la vuelta a las sanciones de Norteamérica (EE.UU.). Las discrepancias son tan evidentes que Emmanuel Macron, presidente francés, recibió al ministro iraní de Asuntos Exteriores, Mohammad Yavad Zarif. El pasado mes de julio Washington anunció sanciones contra Yavad, que le inhabilitan como interlocutor válido en cualquier negociación. Rusia. El G-8 pasó a ser G-7 en 2014, tras la anexión de Crimea por Rusia, rompiendo de esa forma uno de los canales privilegiados de interlocución con el presidente ruso, Vladimir Putin. Ahora el grupo se encuentra dividido sobre la pertinencia de reintegrar a Rusia al foro. Trump es partidario de su vuelta, junto a Japón, mientras que Francia está abierta a estudiar su regreso. Sin embargo, la Unión Europea sigue en su rotunda postura de no aceptar su reingreso mientras que la cuestión de Crimea no cambie de rumbo. Guerra comercial. Las tensiones comerciales entre EE. UU. y China han estado presentes en la Cumbre. Dichas tensiones preocupan a buena parte de los países industrializados, como Alemania, Japón, etc. Estos dos países harán ver que esas tensiones no son buenas para nadie, y pedirán que los Estados Unidos mitigue sus prácticas proteccionistas en un entorno de decrecimiento progresivo. Las sombrías perspectivas macroeconómicas en EE. UU. -que apuntan incluso a una próxima recesión- serán utilizadas por las grandes democracias para presionar a Trump sobre la necesidad de aflojar la presión, sobre todo contra China. Amazonía. Como siempre la actualidad más apremiante y punzante se abre paso en cualquier evento social de cierta relevancia. Esta vez se ha hecho presente con la situación dramática de los incendios en la Amazonía, fundamentalmente la parte brasileña, y esta realidad también ha tenido su hueco antes y durante la Cumbre. Pero seguirá presente, ya que la catástrofe es de una dimensión hasta ahora nunca vista. El plumón del mundo arde y los que tienen la obligación de parar el desastre miran para otro lado. Las imágenes sobre la Amazonía en llamas no pasarán desapercibidas para los integrantes de la Cumbre, cuando se hable del clima. Las palabras de Macron son arto significativas de que el tema está sobre la mesa de debates: “Nuestra casa arde. Literalmente. El Amazonas, el pulmón de nuestro planeta, que produce el 20% de nuestro oxígeno, está ardiendo. Es una crisis internacional. Tenemos que hablar de eso dentro o fuera de la Cumbre”. Tecnológicas. Francia y su delegación se han marcado un gran objetivo para esta Cumbre, éste es el acordar una tasa global a las grandes compañías digitales por sus ingresos fuera de sus países de origen. Francia ya aprobó la puesta en marcha de este nuevo impuesto a gigantes como Google o Faceboox de manera unilateral, lo que produjo la ira de la administración Trump, en su línea proteccionista de todo lo estadounidense. Su lema es claro: “todo lo nuestro es nuestro y lo de los demás también, aunque para ello haya que utilizar la violencia, atizar guerras y derribar gobiernos hostiles a nuestros intereses”. Igualdad. Como anotábamos en el principio de esta editorial, la preocupación por las desigualdades era un punto primordial para Francia para la Cumbre del G-7 en Biarritz. “Lucha contra las desigualdades” decía su punto estrella. ¿Pero, sobre qué desigualdades? ¿Las raciales, económicas, religiosas, de género, lingüísticas…? En ese cajón de sastre cabe todo y nada. En esa lucha se da prioridad a todo lo que se refiere a la igualdad de género, con la creación de un Consejo Consultivo. Se apoyan las buenas prácticas legislativas, y los países que quieran se podrán adherir al Paternariado de Biarritz.

La cumbre del G-7 terminó con un breve comunicado final, hecho que se temía no se produjera por el veto de la delegación estadounidense, con Donald Trump a la cabeza. Las tensiones previas a la Cumbre no auguraban otra cosa que no fuera un desacuerdo unilateral norteamericano. Lo más destacado del comunicado final se refiere a la OMC y a Irán. En el primer caso: protección de la propiedad intelectual, resolver disputas con más brevedad y erradicar las prácticas comerciales desleales. En el segundo caso: que Irán no pueda nunca adquirir armas nucleares y promover la paz y la estabilidad en la región.

Mientras se celebraba la Cumbre en Biarritz, unas 15.000 personas se manifestaron entre Hendaya e Irún, rodeadas de fuertes medidas de seguridad, con algunas pequeñas escaramuzas entre manifestantes y policías. Lo fundamental de la conocida como “contracumbre”, organizada por colectivos de izquierdas de todo tipo, fue los tres días de debates, charlas y talleres. Los colectivos abarcaban un amplio abanico de sensibilidades: colectivos de izquierdas, partidos políticos, sindicatos, movimientos feministas, ecologistas e independentistas. La gran marcha era contra las políticas neoliberales del G-7. Es muy elocuente lo que un manifestante irlandés, afincado en Irún, decía a los medios de comunicación: “Esto no va a servir de nada, porque la clase media no nos manifestamos. Si fuéramos cinco millones en la calle, el G-7 no tendría más remedio que hacernos caso”. El despliegue policial fue el mayor conocido en esa zona. El gasto en seguridad ha sido enorme. Movilizar a cerca de 20.000 policías de todo tipo cuesta lo suyo, y ello durante casi una semana. Más policías que manifestantes.  El dato es clarificador del miedo de los dirigentes a las protestas ciudadanas. Biarritz y sus alrededores estuvo literalmente tomada durante la celebración de la Cumbre del G-7. España, siempre solidaria en estos asuntos, aportó 7.500 agentes policiales (Guardia Civil, Policía Nacional, Erzaintza), eso cuesta un pico a las arcas del país, ya que en esas circunstancias los desplazados cobran un dinero extra por su “meritorio servicio prestado” al neoliberalismo corrupto y asesino.

Se produjo un hecho clarificador de cómo funcionan, en algunas ocasiones, las contracumbres cuando se manifiestan. Los bancos estaban protegidos por placas de madera, y los chalecos amarillos quisieron romperlas, pero se lo impidieron los voluntarios de seguridad de la contracumbre, unas 200 personas. Se produjo entonces un diálogo entre las dos partes:

-Chalecos amarillos: “No me jodáis. ¿Qué sois, la policía? Sois basura”

– Voluntarios: “Queremos una imagen positiva”.

Esta forma de actuar nos retrotrae a las manifestaciones multitudinarias en la Diagonal de Barcelona a principios de la década de los 80, cuando los miembros de seguridad de las manifestaciones eran los primeros en hacer callar a los manifestantes cuando gritaban consignas que no les interesaba que las personas que participaban en la manifestación las oyeran.

Más reconfortantes son las palabras de una de las portavoces de la manifestación, Luisa Fernández: “Queremos denunciar las políticas que excluyen a la gente de la vida digna, y que tienen su máxima expresión en la reunión de los líderes del G-7. Al final cambiar algo, aunque sea de boquilla, para que todo siga igual.

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