Manel Aisa Pàmpols

No se trata de tener la pretensión de arreglar el mundo, sino de hacer observaciones de aquello que no nos gusta, porque en definitiva encierra privilegios para unos cuantos, en detrimento de otros muchos, a partir de aquí, simplemente se trata de hacer una reflexión sobre el qué se ha hecho hasta ahora y cómo se ha llegado hasta aquí; lo cual probablemente nos ha de llevar a intuir hacia dónde vamos, esa reflexión si la  desarrollamos, no tiene buen aspecto, y si seguimos en ese camino, en el sistema que estamos ahora inmersos seguro que caminamos hacía en fin de esta civilización.

 

El capitalismo está tan exacerbado que no tiene más alternativa que devorarse a sí mismo, dentro de un mundo caótico que no tiene probablemente referentes.

Si hay algo que nos pueda ilusionar y aun seguir creyendo en el humanismo lo encontramos sin duda en el anarquismo y probablemente no sea la única corriente del humanismo, pero por el momento caminemos en esa dirección para tratar de poner orden y armonía en el caos y recordar perfectamente los estudios de la geografía humana de Eliseo Reclús cuando éste nos hablaba de que “el anarquismo es la más alta expresión de la ley y el orden”. En definitiva, creo que estamos en una disyuntiva donde más de un pensador libertario reclama aquello de no hay nada más realista que los anarquistas. Pero sabemos que las resistencias de este mundo anquilosado no caminan en esta dirección.

Los capitalismos apenas han oído hablar de solidaridad, de apoyo mutuo, autogestión, son palabras que el propio capitalismo ha despreciado y hay que volver a poner en valor y con mucha práctica cotidiana.

Bien, ahora, cuando ya entrado el siglo XXI, científicamente se ha demostrado que la tierra no es un planeta sin fin, es decir, cuando sabemos que los recursos son limitados y cuando sabemos que de una manera brutal el comportamiento humano ha  alterado el equilibrio climático y social, hasta el punto que ha llegado, o estamos a punto de llegar, al no retorno; hay quién habla de once  años para rectificar mientras que otros nos argumentan de que ya estamos en el colapso  que  observamos  en los procesos emigratorios, que nos dan esa lectura en países tanto de América Latina como de África y Asia.

Ante la realidad y el grito de auxilio de buena parte de los seres vivos del planeta, en ese punto de desesperación donde después de millones de años y después de un capitalismo salvaje, que ha destruido iniciativas sociales en beneficio de castas sociales cargadas de avaricia, nos hace entender que estamos lejos de ser humanos. Es decir, todavía estamos lejos de racionalizar nuestro comportamiento social en lo colectivo.

Pero por el momento hace calor, y  puede ser que la calor sea la que no deja que fluyan las ideas, apenas queda espacio y tiempo para hacerse con una idea para salir del atolladero, algo que ilusione de nuevo a los pueblos,  algo que acompañe en el qué pensar, porque por el momento oigo mucho el tema del cambio climático, lo irreversible en este planeta para la gran mayoría y el sistema capitalista, por su puesto, sigue apostando por el crecimiento, es decir, en la prensa no hace mucho, en una entrevista a un político de turno que se enorgullece,  ya que todo apunta a  que este año será el año con mejor crecimiento económico de todos los tiempos, es decir, una bestialidad, y eso parece que llene de orgullo a la gran mayoría de políticos y capitalistas, que sin duda tendrán más dividendos que nunca, pero nuestra cotidianidad nos índica que la precariedad está instalada cada vez más entre nosotros.

Sabemos que el capitalismo hace tiempo apostó por unos cuantos, y todos los habitantes de la tierra parece que quieren formar parte de ese grupo de privilegiados.

Pero si bien, para las oligarquías, las cosas están muy claras y saben con lo que cuentan y las pausas y los tiempos que necesitan para ello, el resto de los que están fuera, o los que estamos a punto de estar desahuciados por el sistema, al margen y a despensas de lo que decían ellos (el capital, quien nos gobierna) por nosotros.

No nos cabe otra más que ilusionarnos por la vida y luchar por dignificarla, y el anarquismo es una buena herramienta para sentar las bases de una sociedad respetuosa con todos los seres de la tierra y su entorno y por el momento iniciar de nuevo ese proyecto en espacios atemporales, que sin duda son universidades del pueblo, para que este aprenda a vivir y convivir con la autogestión, la solidaridad y el apoyo mutuo así como el federalismo que permita interrelacionar esos espacios atemporales y así dar posibilidades de cubrir sus necesidades.

En otro orden de miradas. De nada, o de muy poco, parece en estos últimos tiempos que tengamos lugares de la memoria histórica para no olvidar el holocausto alemán (Auschwitz) y, sin embargo, antes los acontecimientos que se avecinan, cada vez hay más personas que huyen del hambre, la miseria, las guerras y las mafias, y que se encuentran con grandes obstáculos que salvar. El Mediterráneo ha dejado de convertirse en un mar de culto para vomitar sangre humana, como en el Río Grande (México), donde la frontera con los Estados Unidos se ha convertido en un lugar de muerte, o como tantos altos muros esparcidos por el resto mundo, desde Palestina y Gaza hasta el más recóndito lugar, porque entre los privilegiados capitalistas renace el fascismo ante el miedo al diferente.

Pero después de este mundo, que a pasos agigantados estamos destruyendo como especie, y sin respetar el entorno ni tan siquiera al resto de especies de este planeta, no nos queda más que una y otra vez preguntarnos ¿quiénes somos realmente?  Cada  uno de nosotros, todos nosotros, ¿qué compromiso adquirimos para las próximas generaciones de personas, animales o plantas? No nos queda más que creer en nosotros mismos y en cuanto nos rodea, y apostar por la ilusión de vivir y convivir, y en ese espacio juega un papel importantísimo el anarquismo como proyecto de vida, pero para ello hay que cambiar los hábitos de comportamiento de cada uno de nosotros y realmente creernos que el anarquismo tiene mucho futuro desde la proyección de la base.

En fin, desterrar los egoísmos y entender que todo podría ser más sencillo si optáramos por desterrar la plusvalía o simplemente cuestionar el principio de propiedad, ya que mientras exista la propiedad individual o colectiva existirá el capitalismo.

Recientemente hemos publicado el libro “Per un canvi d’Hàbits: anarquisme i municipalisme al segle XXI”, en la editorial El Lokal, que invita a abrir el debate en esta dirección.

 

 

 

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