Este libro, es la culminación del trabajo de un año. La mayor parte de dicho tiempo ha sido dedicado a la investigación y estudio histórico. La “baja productividad” literaria está relacionada al limitado tiempo neto disponible para esta tarea y la falta de oficio, pues su autor es un trabajador manual, no se dedica a esta tarea. Aunque se considera un militante internacionalista de la clase trabajadora, no es parte de ninguna organización política.
Al tener escaso tiempo y recursos económicos precarios los ritmos de producción, a la hora de concretar la redacción después de muchas horas de investigación histórica, son lentos comparados con la velocidad de la lucha de clases y la crisis económica mundial, que son los dos fenómenos que motorizan los sucesos que estamos presenciando en la actualidad.
Por ello, muchos de los aspectos que trata el desarrollo de este trabajo han sido redactados al menos hace seis meses y ahora se están confirmando en la realidad, lo cual es un reconfortante incentivo para seguir avanzando en nuevos trabajos futuros. En colaboración con amigo/as de varios países que compartimos visiones y concepciones políticas e históricas similares.
Su contenido es tan sólo un modesto aporte al pueblo trabajador venezolano e internacional, que se encuentra en medio del desarrollo de un gran hito histórico.
El 100% de este texto contiene una ubicación en la trinchera de la clase trabajadora y su aguerrida juventud, que es la única que mueve los medios de producción y produce la riqueza y también la única que ofrenda su vida en las luchas callejeras en curso y sufre los padecimientos cotidianos que generan la decadencia y colapso del régimen bolivariano.
El ruinoso final del régimen bolivariano, con Maduro y su PSUV, es el símbolo de un fin de ciclo y época, después de dos décadas, signadas por la apropiación de las grandes luchas de masas en todo el continente, en manos de estas burguesías disfrazadas de “progresistas”, para engañar mejor a los pueblos que lograron conquistar una conciencia antiimperialista.
Los “barones” de ese 1%, que representan la selecta burguesía multimillonaria más poderosa de la tierra, dueñas de la mayoría de las más grandes transnacionales imperialistas yanquis, tuvieron que utilizar y luego soportar las charlatanerías y los buenos negocios de éstos boliburgueses que, velozmente, se hicieron millonarios -semicoloniales- porque eran los mejores “aborteros” de los procesos revolucionarios en curso.
La historia comprueba la justeza de esta definición, porque ahora dichos combates han sido derrotados, y por esta razón histórica los “aborteros” han quedado ociosos y vienen siendo descartados y hasta encarcelados, luego de hacerles públicos sus descarados y vulgares hábitos de enriquecerse.
Pues el gran capital financiero imperialista, que se volvió dominante en la economía mundial, es mal agradecido con sus circunstanciales sirvientes. Compra, usa, y luego descarta, a sus socias nativas del mundo colonial apenas dejan de serles útiles, esa es la norma del gran capital. Por esta razón, es que nuevamente la historia pone al descubierto que la única clase capaz de cumplir con la tarea de ser partera en estos sangrientos sucesos y llevarlos al triunfo es la clase trabajadora y su juventud.
Para ello, se vuelve imprescindible recuperar los valores y principios de la conciencia de clase e independencia política, así como también el internacionalismo militante. El odio contra los explotadores y sus apestosos regímenes, basados en la farsa de la democracia burguesa delegativa, es de vital importancia para que surjan organismos de lucha basados en la democracia directa; es de vida o muerte en estas gestas en desarrollo.
La lucha que está en pleno desarrollo en Venezuela no es entre Maduro y sus socios versus Guaidó y los suyos. Esa es tan sólo la apariencia, la forma. Pero la esencia es otra. La verdadera pelea es de la nación y las clases explotadas, el pueblo pobre contra la dominación y el saqueo imperialista.
Maduro y Guaidó son distintos agentes de un mismo amo: El gran capital financiero.
Hasta hace poco, Maduro -antes, Chávez- era quién había sido el garante de los negocios de las petroleras, unas siendo socias de PDVSA en los yacimientos y las plantas de tratamiento del transporte del petróleo, y otras en la industrialización con sus refinerías en la costa del golfo de México.
Desde hace al menos tres años, luego que se acelerara la ruina política del PSUV y la crisis del régimen bolivariano, lo llevó a perder el control político de la clase trabajadora venezolana; dejó de ser el socio necesario para ser el “odioso déspota, enemigo de la democracia”.
Ningún gobierno y su régimen es útil al saqueo imperialista sino garantiza el más férreo control de las clases explotadas. Esta es la razón de la repentina aparición de Guaidó, y su rápido reconocimiento internacional de la mayoría de los gobiernos burgueses como “presidente interino”.
Ante el acelerado colapso del capitalismo de estado bolivariano -con PDVSA y demás empresas nacionalizadas- y del conjunto del régimen, que ha generado el hundimiento ruinoso de la nación -profundizándose en estos últimos dos meses, con las sanciones de EE.UU. y la U.E.-, peligra la existencia misma del Estado y su brazo armado: FABN, con su “núcleo duro”, la alta oficialidad genocida.
Tienen pánico que las masas hambrientas, hartas de tanto abuso y sadismo represivo, vuelvan a protagonizar nuevos levantamientos históricos, desde las barriadas de los cerros, y arremetan no solo contra el gobierno, sino también contra las instituciones del Estado y especialmente contra su banda de hombres armados: FABN y sus Colectivos criminales.
Para evitar ese peligro, han tratado de lograr un recambio gubernamental sin que afecte a las FABN, pero hasta la fecha fracasaron. Ahora deben lidiar con las ruinas y el colapso generalizado, y con un sector de las masas profundas, que no tienen nada que perder, y ante la creciente deslegitimación política del régimen, su juventud ya entró en lucha. Morir de hambre pasivamente en sus barrios o luchar, esa es la disyuntiva del pueblo pobre.
Por ahora la lucha es tremendamente desigual, tanquetas y fusiles automáticos contra piedras y barricadas precarias.
Guaidó, y toda su fracción burguesa, condena a esta aguerrida juventud a luchar en estas condiciones, llamando a interminables marchas callejeras impotentes, e impide que surjan organismos que coordinen la lucha a nivel nacional basados en la democracia directa de los que luchan. Mientras, son fusilados los mejores combatientes de la resistencia juvenil.
Por esta razón, afirmo que Maduro y Guaidó son piezas distintas de una misma “tenaza” para seguir manteniendo a la nación venezolana sometida a la dominación y saqueo imperialista. Uno actúa como “matón desbocado” y el otro como “amigo de buenos modales”.
Uno, en desgracia, tiene de socios a oligarcas carroñeros (rusos y chinos) y el otro, a los implacables saqueadores del mundo, ese 1% de multimillonarios yanquis y europeos que imponen sanciones económicas agravando la miseria del pueblo.
Sin embargo, tanto el “Matón” como el “Amigo”, dejan en claro que se desvelan por la necesidad de los servicios de la alta oficialidad genocida y la constitución bolivariana. Para seguir garantizándole los “bussines” a la J.P Morgan, HSBC y demás parásitos banqueros del mundo, dueños de las petroleras.
La nación venezolana está en “terapia intensiva”, apenas respira y está al borde de la muerte. Sólo un nuevo levantamiento de masas, superior al caracazo del 98, que quiebre las trampas de las pandillas burguesas que representan Maduro y Guaidó, puede salvarle la vida y rejuvenecerla. Con un gran “Plan Marshall” para reconstruirla e industrializarla planificadamente, con un riguroso criterio científico al servicio de la mayoría de la clase trabajadora que produce la riqueza. Sólo por ese camino recuperará a sus cinco millones de exiliados, tan necesarios para terminar con el lumpaje y oscurantismo rural bolivariano.
Los aliados y genuinos socios del pueblo pobre venezolano están en las favelas obreras de Brasil, en las Poblaciones chilenas, en las barriadas argentinas, en las calles de París: Los chalecos amarillos, en los millones de migrantes, negros y explotados de EE.UU. En los esclavos modernos chinos que han puesto en pie su movimiento 996-ICU, en los migrantes africanos, que los hacen ahogar en el mediterráneo o los encarcelan al aire libre en Ceuta y Melilla para que no lleguen a la UE, etc.
Para que vuelva a revivir la solidaridad internacionalista de clase hay que derrotar a las burocracias sindicales nacionales, que mantienen divididos a los trabajadores y sometidos, vía los sindicatos estatizados, a las burguesías nativas y sus distintos gobiernos sirvientes de las transnacionales imperialistas.
El destino inmediato del continente dependerá del desenlace de la lucha venezolana, que ojalá, más temprano que tarde, deje de estar aislada y que surjan brigadas internacionalistas, como existieran en la guerra civil española, para quebrar la “tenaza” perversa de Maduro y Guaidó en el camino de liberar a la nación del saqueo y la opresión imperialista.