Salomé Moltó

Desde siempre la propiedad ha tenido una gran serie de debates, se han escrito infinidad de libros y los enfoques han sido tan diversos que sería agotador mencionarlos, aunque fuese sucintamente
Me gustaría abordar otro enfoque de este concepto. Resulta notorio cuando alguien piensa que algo le pertenece desarrolla todo un sentido de atención obsesiva que afecta su conducta. Un padre observa un colegio lleno de encantadores niños, pero el que le importa es el suyo, porque lo cree propio y es algo que no se cuestiona, todo el mundo lo ve lo más natural del mundo.
Un caso muy significativo ocurrió hace bastante tiempo. Cuando me lo contaron me quede muy sorprendida.
Una señora tuvo un hijo en el hospital, lo tuvieron en la incubadora varios días junto a otros recién nacidos. Volvieron a casa encantados de tener un precioso bebe, sano y hermoso. Los abuelos y demás familiares, como suele ser normal en estos casos, analizaban el rostro del pequeño y encontraban grandes parecidos con el padre, algo que los llenaba de orgullo.
Unos años después recibieron una carta del hospital en la cual le comunicaban que habían sufrido un error y que aquel niño no era su hijo, lo habían confundido con otro bebé, que precisamente era una niña.
La convulsión fue enorme, las investigaciones que hizo la familia fueron enormes, todas las gestiones no cambiaron nada, había que admitir la situación.
– Me importa un rábano, este es mi hijo, lo quiero, y lo quiero, y lo quiero, le dijo la mujer a su marido. El marido cogió al niño y se sentaron en la mesa de la cocina, no sabía que decirle, el niño lo miraba sorprendido y un tanto asustado.
– Mira hijo, digan lo que quieran los médicos, tu eres mi hijo y yo te quiero como siempre te he querido, pase lo que pase eres mi hijo. El niño lo agradeció con lágrimas en los ojos.
– Yo también te quiero, como siempre.
Pero la curiosidad humana nunca está satisfecha, el muchacho se puso a indagar, y precisamente aquella pelirroja, con la que cambiaba los cromos del álbum de deportes pensaba que sería la de la confusión. Se le acercó y fue preguntando un montón de cosas.
– No te calientes la cabeza, yo hace tiempo que lo sé. Tus padres son los míos y al revés.
– ¿Qué dices? ¿Y no me habías dicho nada?
– Es que no sabía si estarías preparado. Vamos juguemos la partida, hoy te gano.
No fue fácil la situación y aceptarla, por parte masculina, llevó un tiempo, pero las dos familias se acercaron a pesar de pertenecer a posiciones políticas y económicas diferentes. Los dos padres tenían algo en común, pertenecían al mismo equipo deportivo y una de las mujeres se tomó la tarea de enseñar a la segunda a cocinar.
Los chavales estudiaron carreras diferentes, pero siguieron su amistad, ni siquiera los estudios de fin de carrera en el extranjero los separó.
Quince años después, en una cena de fin de año, que aun a regañadientes los padres de la niña aceptaron, al final anunciaron a los sorprendidos padres que habían decidido casarse.
-Nos queremos desde siempre, les dijeron a los atónitos padres.

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