Miguel Correas

La Rebelión Feminista
La rebelión de las mujeres, es decir, la rebelión feminista que dio lugar a la tercera ola del feminismo comenzó en la Costa Oeste de los Estados Unidos de América del Norte. Parte de finales de los años sesenta y primeros de los setenta, tiene como protagonistas principales a las mujeres formadas en las aulas universitarias. Se gestó a partir de los grupos políticos más radicales. Son fundamentalmente mujeres jóvenes y muy activas, que observaban que las condiciones en las que vivían nada tenían que ver con las promesas que les habían prometido los dirigentes políticos, que los avances en la igualdad eran sólo puros eslóganes propagandísticos. En definitiva, que las condiciones igualitarias con los varones no eran reales.


Las mujeres se dieron cuenta que las obstrucciones masculinas, que hacían referencia a los dobles juicios, la misoginia y las tácticas de exclusión, entre otros muchos factores de diversa índole, seguían vigentes, y en muchos casos iban en aumento. Se dieron cuenta que la “progresía” política y social les exigía “hacer de mujeres”. Pareció que con las victorias del sufragismo se creían iguales, pero no era así. Había “maestros” que les enseñaban el camino: jefes, políticos, compañeros, novios, profesores, pintores, cineastas, novelistas, etc., ellas se sentían “desclasadas de su sexo”. La subcultura masculina, en principio “neutra y respetable”, daba a luz, en los años 60, unos productos contra la mujer de una enorme magnitud que producían verdadera conmoción. La misoginia imperante llevó a una abierta rebeldía. Las mujeres se agitaron, se reunieron, se manifestaron, escribieron panfletos y declaraciones en todo Occidente.

Dos lemas destacaron por encima de los demás, los cuales marcaban el carácter de la nueva ola del feminismo: “Lo personal es político” y “Mi cuerpo es mío”. La nueva ola abarcaba un amplio espectro de reivindicaciones. Veamos algunas de las más importantes: derechos sexuales y reproductivos, anticoncepción, despenalización del aborto, cambios en la relación de pareja, análisis del trabajo doméstico, la imagen de la mujer, la pornografía, la prostitución, los abusos, la violencia contra las mujeres, junto a otros temas de la agenda política del feminismo. Aun superando el cúmulo de formación femenina a la masculina, la ocupación en puestos de responsabilidad media y superior estaba, y está, en manos de hombres, tanto en la administración, la industria, grandes y medias empresas, como en otras muchas actividades sociales y culturales.
Con la misma formación académica, o mejor, las mujeres no obtenían las metas que se correspondían a su formación y capacitación, es lo que se conoce como “El techo de cristal”. El cual afectaba no solo a los poderes, sino que también a los saberes. El feminismo de la tercera ola proclamó que el sexo femenino, a iguales méritos que el masculino, no estaba consiguiendo similares objetivos. Afirmaban que los saberes son poderes, poderes muy especiales. Para el feminismo de los años 70, el patriarcado es una cuestión política, y que es una aplicación consciente de pautas de acción. En el mundo del Saber y la Cultura ellas estaban a título de excepción. El sufragismo había obtenido el derecho al saber, pero el sexo del saber seguía siendo el mismo: el masculino. La “obra maestra” siempre es una producción masculina, por lo que se estaba ante una Política y no meramente ante un conjunto casual y acumulativo de prácticas, se daba una mala recepción de la innovación si era femenina, había un sistemático ocultamiento de la contribución del feminismo a la democracia.
Un ejemplo claro de la ocultación del valor femenino se dio en la elaboración de la Constitución Española de 1978, todos ellos hombres. Y nos preguntamos: ¿es que no había ninguna mujer preparada para formar parte del grupo que redactó la “Carta Magna”? Como resultado, en la Constitución Política no hay ninguna alusión directa a la problemática de la mujer. Así pues, como contrapunto las mujeres emplean las victorias obtenidas (derecho a la educación, derechos civiles y derechos políticos) para socavar las prácticas de opresión y de exclusión. Es curioso como los logros del feminismo se ven como obtenidos por el paso del tiempo o el sentido común. Sin tener en cuenta las luchas, los trabajos, los esfuerzos y las victorias. Para a sociedad, en su conjunto, las mujeres son siempre las “recién llegadas”, sin referente, sin pasado. Siempre “año cero”. Frente a las demandas urgentes e inaplazables de las mujeres, los lemas de siempre, por parte del patriarcado, son: “Vais muy deprisa”, “Por ahí no vais a ninguna parte”. Es lo que se conoce como la microfísica del poder patriarcal.
Esa dinámica masculina relacionada con la mujer tiene orígenes muy lejanos, desde la antigua Sumeria hasta la implantación del cristianismo, su máximo representante misógino: San Pablo de Tarso. Aquel que se calló del caballo y cuando se levantó atacó de manera vergonzante a la mujer. Veamos dos ejemplos harto significativos. En la Epístola I a los Corintios se encuentra esa perla de la más recalcitrante misoginia. A) “Como en todas las iglesias de los santos, las mujeres callen en las reuniones, pues no les está permitido hablar; antes bien, estén sometidas, como dice la ley. Y si quieren aprender algo, pregunten en casa a sus maridos, pues no es decoroso que la mujer hable en la asamblea”. En la Epístola I a Timoteo termina de redondear su pensamiento. B) “Que la mujer aprenda en silencio en entera subordinación. Pero no tolero que la mujer enseñe, sino que esté en silencio”.
En la tercera ola del feminismo se reivindica un verdadero cambio de valores y que se legislen aspectos antes considerados “privados”. Los referentes son la francesa Simone de Beauvoir, con su “El segundo sexo”, y la americana Betty Friedan, con su “La mística de la feminidad”. Las teóricas marcan el final de la tercera ola en los años 80. Las feministas luchan contra el estereotipo sexual de la mujer en los medios de comunicación, sobre todo en la televisión y el cine. Con el lema: “Lo personal/lo privado es político” entra en el debate la sexualidad femenina, la violencia contra la mujer, la salud femenina, el aborto y la contracepción, etc. A partir de los 80 se hace hincapié en: las diversidades femeninas, el multiculturalismo, la solidaridad (sororidad) femenina y el debate entre las diferentes corrientes del feminismo.

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