¡Asaltar los palacios de invierno!
Y como única y frágil armadura
la luz del rojo crepúsculo
sobre las azules aguas del mar,
que todavía los mantiene con vida.

¡Interrumpir la antigua farsa!
Sobre el escenario del viejo teatro
se agolpan miles de sombras y rostros
dispuestos a interpretar, una vez más,
nuevas gestas del drama humano.

¡Ni lluvias, ni alambradas, ni latigazos!
No hay fronteras para una ilusión,
no hay gases lacrimógenos que puedan
con la esperanza de buscar con firmeza
un mundo más justo, más solidario.

¡Mar, arena y muerte!
Y la terrible imagen de Aylan Kurdi
golpeando todavía, las insensibles
conciencias de la esquiva Europa,
regida por el lema: “ojos que no ven…”

¡Toda la casa a cuestas!
Caracoles de frágiles conchas,
de conchas curtidas
por los tórridos veranos
allende la otra orilla,
donde el brusco correr
es sólo aligerar el paso.

¡Al final, ese parte y reparte!
Donde nunca toca nada,
donde la añoranza y el recuerdo
es el único equipaje,
que no podrán nunca
arrebatar a los que huyen
despavoridos del horror
del hambre y las guerras.

Recuerda, vieja y rica Europa,
que no han desaparecido
de tus desgastadas tierras
nuevos y sangrantes Idomeni.

Recuerda, hoy y siempre, que:
¡Todos los exilios
son el mismo exilio!
¡Todas las fronteras
son la misma frontera!
¡Todos los sufrimientos
son el mismo sufrimiento!

Miguel Correas

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