Floreal Rodríguez de la Paz

 

Una vez que el sonido de la palabra España inunda toda clase de limitaciones, veamos por donde va que tengamos que defender algunos bautizos, con el visto bueno de los ciudadanos que no terminan de entender por qué defender tradiciones, sin demasiado sentido común, pueda ser lo más acertado.
Según leyes de otros tiempos, el origen de España, fuera considerado tierra inhóspita de conejos (Cita de Gramática Fenicia Elemental). Y considerando que hoy, los que pisamos estos terrenales, aunque fuese desierto de parásitos turbulentos en relaciones, va bien pensar en cómo evoluciona la especie. Cuando se disputaban el origen de lo que ahora es, vaya, lo que terminó siendo España, cabe señalar que tenemos un origen, sin lugar a dudas, muy primitivo. No obstante, la civilización todavía reconoce algunos elevados niveles diferentes, respetando que hay que tener algo de civilizados. ¡Qué sucedería en aquellos tiempos con los ‘conejos’, relacionando a los mismos con la geografía ibérica! Y, cuidado, que Portugal nació por la gracia y burla o desdén de Alfonso VI de León, autodenominado emperador: Entregando a su yerno Enrique de Borgoña el Condado Portucalense, perteneciendo al Reino de León. Y quedó consolidado el Reino de Portugal. Luego vendría el Imperio portugués, que pasaría por la Dinastía, llegando a la Independencia, sin que las luchas por el poder fuesen disminuidas, logrando el absolutismo, hasta llegar al dominio de Don Joäo V. -uno de los monarcas más opulentos de Europa-. (¿Tiene alguna semejanza la España de hoy, con la Cataluña, aspirante a ser legitimada desde su autodeterminación -a pesar de estar contemplada en la Constitución Franco-Monárquica-, desde que tuviera resultado favorable en sufragio determinante por votaciones, ¿en tanto que República de Cataluña?). Se ilustra así el tema, porque al considerar que España tiene otros nombres que certifican mayor autenticidad en su inspiración legítima, ya que tiene otra notoriedad, por ser de diferente naturaleza, más propia de geografía, como “Península Ibérica”. Lo de aplicar la definición de España, poco o nada tiene que ver con las luchas fratricidas para ser dominada, en propiedad de osados mamelucos desorientados, aunque con mucha fuerza de poder: Sin que tenga relación con leyes de autodeterminación.
La circunstancia en nuestro tiempo, después de toda clase de epítetos, ciertamente desagradables, España y los que se aferran a no perder ese registro, aunque sólo sea desde su marcado empeño en que España es patria o morada de familia, merece reverencia por encima de todo, sin que se la pueda insultar, pues tiene intereses de toque peligroso; España es todo, es mi bla-bla-bla; y terminó siendo España un exclusivo antecedente de futuro. Pues bien, ñoños de brevedad infantil, no será que cada ciudadano tiene su propia identidad y no vale ser fariseo, porque te veas o te llames como alguien lo acordó así; pues será siempre ‘no más que un modo de identificar al portador de su propia notoriedad’. Y resulta que una vez damos nombre al bebé, al grupo, pueblo, ciudad, país, continente o Universo tierra; ¡vaya!, suele considerarse que hay que dar la vida a cambio de ciertos resortes inventados para despistar o divertirse, según qué intereses tengan que ser defendidos. Y siendo verdad que las costumbres deben quedar protegidas también por leyes ancestrales, será igualmente verdad que en nada somos diferentes los seres humanos, antes o después de lo que atesora la importancia en cuentas corrientes, en financieras de poderosas formas para conseguir lo particular, lo privado y aun la intrepidez de otros riesgos mayores.
En definitiva, tenemos una España Monárquica, una España sin el respeto obligado a la autodeterminación Vasca y Catalana, por citar a alguien de la tierra de conejos, porque consideran, desde la Constitución, que una España autocrática campea en el poder de Estado, todavía subordinado a la dictadura execrable que sufrió esa España tan querida; hasta certificar el mismo crédito ‘por su paralelismo’ a todas las Autonomías establecidas por la Constitución, que fuera y es herencia del pasado, todavía con presencia dominante, desde que una guerra civil separase de la realidad social a los españoles heridos hasta la más triste miseria social. La cuestión de España está enfrentada por las ingobernables corrientes políticas, ¡todas!, acomodadas en un Parlamento de egocéntricos comportamientos en la España, conocida también como piel de toro, además de ser ‘tierra de conejos’, según aquellos gobernantes de otros siglos, nunca olvidados, ya que no había consensos populares para satisfacer las costumbres de sometimiento. El poder de toda soberanía es la ilustración de la demagogia académica, sobre todo para dominar el látigo de la sumisa obediencia, sin que necesariamente tenga defensa alguna que demostrarse.
Queda admirar a los seres inquietos, cuando peligra la dignidad personal en los pueblos oprimidos. España no es, porque tiene su responsabilidad, pueblo o país que impone criterio opaco a sus ciudadanos. Y más allá de España están los demás territorios habitados. Y dentro de esta Península Ibérica, están las limitaciones que ‘imponen’ otros criterios, porque hay costumbres acomodadas con el dominio de los movimientos que hacen posible el progreso, es decir, la clase productora. Cabe una interrogante con ironía doble, aunque sea imitando al genial Voltaire (Francois Marie ARQUET: que fuera fundador de su moral natural en la tolerancia y la razón): España sabe bien que es lo que no quiere para intentar no sufrir ser gobernada por la irracionalidad de ciegos conceptos distraídos. ¿Gobernada por tradiciones heredadas desde los últimos conflictos bélicos registrados en la España discordante? ¿Clanes monárquicos con antecedentes turbios en familias deplorables? ¿Parlamento con seleccionada especie social, concentrada cómodamente sin principios éticos, porque aplican leyes de mojigato estilo, por mucho que se jacten en decir que la ‘ley es igual para todos’? Pues si es igual para todos, queridos españoles, qué sucede, por qué se aplica este osado grito baldío desde la izquierda y la derecha. Cuando se ofrece la alternativa de “subir al poder”, es cuestión de utilizar las mismas argucias. ¡Naturalmente que negar que esto es España, sería un disparate, pero, no es menos cierto, que, en democracia, la crítica, por muy voraz que se escriba, es concluyente, hasta la mejor transparencia, visto desde un criterio rebelde, desde la desobediencia ciudadana!
Siempre será necesario, incluso decir obligado, ¡viva la democracia directa! Los Conejos también tienen importancia, aunque sea en el plato, cuando menos al ajillo.

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