Miguel Correas
Teorías sobre su origen
Hay dos hipótesis sobre la existencia del patriarcado: a) Ha sido el modo de organizarse de todas las sociedades humanas desde el origen de la especie. b) El patriarcado ha tenido lugar en un momento histórico particular, suplantando un modelo u orden matriarcal y/o igualitario.
A lo largo de la historia de la humanidad, gran número de pueblos han tenido sus propios mitos, que han pretendido explicar el origen del patriarcado como la sustitución del orden primigenio matriarcal por un orden masculino más adecuado, instaurado a menudo por un héroe civilizador. Los aborígenes de la Amazonia evocan la vagina dentada de la mujer todopoderosa primitiva que el héroe vence tras arrancar esos peligrosos dientes (mitos cuna y juajiro). Otros dan a entender que sólo la mujer poseía las técnicas de la caza y de la pesca y los poderes mágicos de la fecundación. Por lo tanto los varones eran desdichados y estaban oprimidos. Éstos decidieron arrebatar ese saber y ese poder con engaños. Poder que consiguieron al descubrir los genitales femeninos y dejar embarazada a la mujer, la cual dejó de ser poderosa (mitos letuama y macuna).
Estos mitos han alentado, a algunas feministas, en la creencia de que al principio existió un matriarcado originario. Pero, sobre todo, son los defensores del patriarcado los que se acogen a la hipótesis de que la mala utilización del poder de las mujeres fue la causa del cambio del matriarcado al patriarcado. Cuando poseyeron, las mujeres, otro status no fueron dignas de él. Sin hacer referencia a un matriarcado originario, la culpa de ese cambio está en el comportamiento de la mujer, como está escrito en el texto sagrado de los cristianos y judíos: el Génesis de la Biblia. Las narraciones bíblicas de la caída de Eva desempeñan una clara función legitimadora del orden patriarcal.
Fue hacia 1673, cuando el cartesiano feminista Poulain de la Barre intentó esbozar una hipótesis sobre el origen de la dominación masculina sobre la mujer. El filósofo francés imaginó una aurora de la humanidad en que hombres y mujeres eran “simples e inocentes”, se ocupaban por igual del cultivo de la tierra y de la caza. Pero al sentirse, los hombres, más fuertes y más grandes, y al estar desprovistos del embarazo, establecieron poco a poco la dependencia femenina.
Cuando las primitivas parejas fueron reemplazadas por la familia extensa, la vida social se complicó y dio como resultado la diversificación de las funciones de los sexos. Las mujeres permanecían en sus hogares y los hombres más robustos realizaban sus tareas en el exterior. Con la llegada de las guerras, la subordinación de las mujeres se acentuó. El gobierno de los “estados” surgidos de la guerra excluyó al colectivo femenino de los puestos de poder, al no haber participado en las actividades bélicas. Esta reconstrucción histórica, que relaciona guerra y poder masculino, puede que tenga su interés. Algunas investigaciones antropológicas actuales hacen hincapié entre actividad bélica y opresión de las mujeres en los pueblos preindustriales.
Entre las diversas teorías de la formación del patriarcado, señalaré algunas de ellas, las cuales ponen su foco de atención en diversos aspectos de la cuestión aquí tratada. Ellas son: Teoría de Engels, Teoría bio-behaviorista, Teoría de la Antropología Estructuralista, Teoría de los Sistemas Duales de Zillah Eisenstein y Heidi Hartmann, Teoría de Michelle Rosaldo, Teoría postfreudiana, Teoría de Sarah Blaffer Hrdy y Paola Tabet, etc.
La Teoría de Engels recibió numerosas críticas, ya que muchas sociedades primitivas no se regían por los parámetros expuestos por él. Basaba su argumentación en la creación de la propiedad privada por parte del varón. Se ha demostrado que los pueblos primitivos, con o sin propiedad privada, tenían una marcada jerarquía entre los sexos, con predominio del varón sobre la hembra. Los estudios antropológicos han percibido un empeoramiento en la situación del colectivo femenino con el paso de una economía cazadora/recolectora a otra economía basada en la agricultura y la ganadería. En esta nueva situación, los varones se apropian de la distribución de los bienes, aunque las mujeres participen en su producción. La Teoría bio-behaviorista, sostiene que el papel clave estuvo en la caza y que posibilitó la hominización de la especie humana. Fue Lionel Tiger, con su Men in Groups, el que afirmó que la fraternidad viril nace de compartir (los varones) peligros, éxitos y estrategias en las actividades cinegéticas.
Veamos otras teorías, también, relacionadas con el nacimiento del patriarcado. La Antropología estructuralista afirma que la mente humana tiene categorías binarias y opuestas, que son asociaciones universales: mujer- naturaleza y hombre – cultura. Esta teoría tiene el grave peligro de convertir un problema de tipo cultural en un argumento biológico: es que la biología así lo tiene determinado, la superioridad del hombre sobre la mujer. Nada más lejos de la realidad. Por su parte Michelle Rosaldo (antropóloga) alerta sobre esta cuestión. Las mujeres, por su capacidad reproductora y la crianza de los niños (y de las niñas, añadiría yo), fueron relegadas al ámbito de lo privado, mientras que los hombres se reservaron el ámbito de lo público. Así que lo público pasó a ser superior a lo privado, y en sus instituciones se toman decisiones que afectaban a lo privado, es decir, a lo que tenían que hacer las mujeres. Otra teoría interesante es la de Sarah Blaffer Gardy y Paola Tabet, que a grandes rasgos dice que nuestra especie en sus orígenes fue polígina, que las hembras primates eran selectivas y no promiscuas. La teoría Freudiana ha sido nefasta para la causa feminista, ya que no deja a la mujer en buena situación. Se dio después una teoría bajo el epígrafe de Teoría post-freudiana, que postula que los niños, para afirmar su masculinidad, ejercen un distanciamiento y agresividad hacia la primera figura femenina, la madre, y de ahí procede la misoginia patriarcal, es decir, que viene de la etapa de afirmación del ego masculino.
Tipos de patriarcado
Fundamentalmente hay dos tipos de patriarcado, aunque cada uno de ellos pueda, a la vez, subdividirse en diferentes apartados que maticen los rasgos generales. Estos dos tipos básicos son: el patriarcado de coerción y el de consentimiento. Previamente a hablar de estos tipos de patriarcado, pienso que sería oportuno escribir unas pocas líneas sobre dos magníficas novelas del pasado siglo, y cuyos autores son nada menos que George Orwell y Aldous Huxley. Son dos novelas conocidas mundialmente: 1984 y Un mundo feliz. En ellas se tratan de los aspectos de la dominación de la humanidad.
En la primera, el autor se centra en el control total sobre la población a través de la constante vigilancia y el adoctrinamiento, y cuando éste se manifiesta insuficiente se apela a las técnicas de tortura y a la eliminación física del oponente al régimen establecido. En la segunda, el novelista se basa en su imaginación para crear un relato en el que aparece, también, una dominación total mediante el modelado de los deseos de los habitantes del planeta. Si Orwell se inspiró en el totalitarismo stalinista, Huxley llevaba su imaginación a límites ya presentes en la sociedad que le tocó vivir, una sociedad de masas dominada por la publicidad y los medios de comunicación.
En el primero se utilizaba la coerción pura y dura, sin ropajes, desnuda y a la intemperie, en el segundo se imponían las técnicas más sofisticadas, donde las funciones sociales y los intereses individuales formaban una armonía perfecta. La violencia era innecesaria gracias a la enorme manipulación de las pulsiones y de los afectos. Estas dos brillantes novelas son una magnifica metáfora de lo que pasa con el patriarcado de coerción y el fundado en el consentimiento. Téngase muy presente que todo sistema patriarcal tiene sus fundamentos en la coerción y en el consentimiento. Las sociedades de mayor violencia represiva patriarcal tienen altos niveles de aceptación de sus normas por efecto de la socialización, sin tener que recurrir al recurso extremo de la violencia.Veamos, pues, algunos de los rasgos básicos de los mismos.
El patriarcado de coerción. Un ejemplo muy claro es la prohibición total del aborto, o una legislación restrictiva del mismo. En estos dos casos se ejerce violencia y coerción contra las mujeres, ya que se ven despojadas del control de su cuerpo. Estas prohibiciones son una violencia política contra el colectivo femenino que en muchas, demasiadas, ocasiones son verdaderas condenas de muerte, sobre todo en las clases más desfavorecidas. Un patriarcado de estas características lo encontramos en países islámicos, algunos de los cuales han incrementado, en las dos últimas décadas, el celo coránico y la Sunna (tradición); entre ellos están Arabia Saudita, Irán y Pakistán, en ellos las mujeres condenadas por adulterio son lapidadas. Pero, no hay que irse muy lejos, aquí, en España, hasta 1975 las mujeres tenían que tener permiso del marido para trabajar, disponer de los bienes, aceptar herencias, comparecer en juicios, contratar, ejercer su profesión, etc.
Patriarcado de consentimiento. Se da la igualdad formal entre los hombres y las mujeres, pero en los patriarcados occidentales contemporáneos se incitan a los roles sexuales a través de imágenes atractivas y poderosos mitos vehiculados mediante los masmedia. La sexualidad femenina siempre ha sido objeto de control en los dos tipos de patriarcado. En todas las sociedades conocidas el colectivo masculino siempre ha gozado de una mayor libertad sexual. Son los varones quienes a través de su hegemonía política y religiosa controlan el ritmo de embarazos con normativas sobre prácticas anticonceptivas y aborto. En el patriarcado de consentimiento contemporáneo, el amor es el pilar de la dominación masculina, ya que la inversión amorosa de la mujer es mayor que la del hombre: da mucho más de lo que suele recibir. Hay una relación desigual, que trasciende a la pareja. Los hombres reciben más apoyo psicológico por parte de las mujeres que trabajan con ellos que el que reciben las mujeres de los hombres. No es solo un apoyo de la mente, los hombres también reciben un apoyo material, se trata de un traspaso de energía física. Por lo tanto la hegemonía masculina no deriva de impedimentos legales o religiosos, sino que es la propia dinámica de las inversiones afectivas, las cuales son socializadas de manera muy diferente, siempre a favor del hombre. Ello lleva a que, aun no habiendo estricta dependencia económica femenina, el patriarcado siga existiendo. Siguiendo el modelo del artículo anterior, voy a terminar esta entrega, tal como anuncié, dando a conocer documentos de enorme valor para el tema tratado. Señalar que Olympia fue asesinada por sus ideas de lucha por la emancipación de la mujer. La Revolución Francesa se olvidó de las demandas de las mujeres, y esta declaración quedó en el baúl de los sueños rotos.
DECLARACIÓN DE DERECHOS DE LA MUJER Y DE LA CIUDADANÍA POR OLMPYA DE GOUCHES, París 1791.
Para ser declarados por la Asamblea Nacional en sus últimas sesiones o en la próxima legislatura.
Preámbulo: las madres, las hijas, las hermanas, representantes de la Nación, solicitan ser constituidas en Asamblea Nacional. Considerando que la ignorancia, el olvido o el desprecio de los derechos de la mujer son las únicas causas de las desgracias públicas y de la corrupción de los gobiernos, han decidido exponer en una solemne declaración los derechos naturales, inalienables y sagrados de la mujer, con el fin de que esta declaración, presente continuamente en la mente de todo el cuerpo social, les recuerde sin cesar sus derechos y deberes; con el fin de que los actos de poder de las mujeres y los actos de poder de los hombres puedan ser comparados en cualquier momento con el objetivo de toda institución política, y sean más respetados; con el fin de que las reclamaciones de las ciudadanas, basadas en lo sucesivo sobre principios sencillos e incontrovertibles, tiendan siempre hacia el mantenimiento de la Constitución, de las buenas costumbres y de la felicidad de todos.
En consecuencia, el sexo superior, tanto en belleza como en valor -como demuestran los sufrimientos maternales- reconoce y declara, en presencia y bajo los auspicios del Ser Supremo, los siguientes Derechos de la Mujer y de la Ciudadanía.
Artículo I: La mujer nace libre y permanece igual al hombre en derechos. Las distinciones sociales no pueden estar basadas más que en la utilidad común.
Artículo II: El objetivo de toda asociación política es la conservación de los derechos naturales e imprescriptibles de la mujer y de los hombres; estos derechos son la libertad, la propiedad, la seguridad y, sobre todo, la resistencia a la opresión.
Artículo III: el principio de toda soberanía reside, esencialmente, en la Nación, que no es otra cosa que la reunión de la mujer y del hombre; ningún cuerpo y ningún individuo puede ejercer autoridad alguna que no emane expresamente de esta soberanía.
Artículo IV: la libertad y la justicia consisten en devolver todo cuanto pertenece a otros; así pues, el ejercicio de los derechos naturales de la mujer no tiene más limitaciones que la tiranía perpetua a que el hombre la somete; estas limitaciones deben ser modificadas por medio de las leyes de la naturaleza y de la razón.
Artículo V: Las leyes de la naturaleza y las de la razón prohíben cualquier acción perjudicial para la sociedad: todo lo que no esté prohibido por estas leyes, sabias y divinas, no pueden ser impedido y nadie puede ser obligado a hacer algo que no se incluya en dichas leyes.
Artículo VI: la ley debe ser la expresión de la voluntad general; todas las ciudadanas y ciudadanos deben concurrir, ya sea personalmente o a través de sus representantes, a la formación de dicha ley. Ésta debe ser la misma para todos, todas las ciudadanas y todos los ciudadanos, al ser iguales ante los ojos de la ley, deben ser admitidos por igual a cualquier dignidad, puesto o empleo público, según sus capacidades, sin otras distinciones que las derivadas de sus virtudes y sus talentos.