Carlos M. Rama

Hay una afirmación relativamente vulgarizada que dice, que el fascismo es el gobierno dictatorial del gran capital financiero. Palmer Dutt ha dicho: “Es la expresión de la decadencia del movimiento capitalista que, llegado a su tér¬mino, trata de sobrevivir por medios nuevos de violencias y engaños”. Y Kuczynski nos dice: “El fascismo es, en realidad, la dictadura de los elementos más reaccionarios entre los monopolistas”.
Esta afirmación, quisiera adelantar que no la comparto, aunque me parece que la discusión de las razones por las cuales ha surgido un poco por oposición frente a las propias afirmaciones fascistas, que vamos a estudiar con más detalle, de clara demagogia que sostiene que es un movimiento socialista. Así el movimiento alemán, se llama “nacional-socialista”.
Tenemos los que dicen que el fascismo es un movimiento de defensa de la pequeña propiedad y de las clases medias, así como las que opinan que siendo un movimiento nacionalista y pensando que en las naciones en las cuales se practica no hay vicios burgueses del mundo del comercio, no sería capitalista.
Se vincula, además, a la idea de que el capitalismo es un fenómeno judío, y siendo el fascismo un fenómeno anti-judío se aduce, en un silogismo forzado, de que el fascismo es anticapitalista. Frente a todo esto ha surgido la respuesta de todo un vasto sector antifascista, que ha demolido cada una de estas afirmaciones y ha destacado ciertos hechos, que llevan a conclusiones tan absolutas, como las que he señalado al principio.
Tenemos el problema del financiamiento, que fue el caso de Alemania, donde uno de los magnates de la industria pesada de la Rhur, Thyssen, habiéndose separado posteriormente del nazismo, publicó un volumen en que se da cuenta detalladamente de que manera los grandes trusts de la industria pesada financiaron el movimiento nazista en sus primeros tiempos proveyéndolos de abundantes fondos.
Una cosa similar se conoce a propósito de Italia, donde el grupo Ansaldo de los hermanos Perrone, el grupo Ilvar de negocios navieros, la industria pesada y la Banca de Sconto, más tarde la Banca Comerciale (sede por excelencia de los negocios de industrias ligeras), financiaron primero la creación de “Il Popolo d’Italia”, y finalmente la propia “Marcha sobre Roma”.
A estos grupos de grandes capitalistas, de notables capitalistas -recuerden aquellos imperios industriales y financieros de la Alemania de post-guerra, en Italia, incluso en España, donde se podría dar otros ejemplos- los animaba un común propósito que era liquidar el movimiento obrero en ascenso.
Después de la guerra, es que se produce un vasto movimiento proletario de agitación que el gran capital teme. Este movimiento obrero se patentiza con la ocupación de las fábricas en Italia, y en los “consejos de obreros” en Alemania, en toda la agitación de la República de Weimar, que alarmó en primer lugar a los magnates de la industria pesada, y a los grandes capitalistas de la industria siderúrgica.
¿Por qué a ellos y no a todos, por ejemplo, a los de la industria ligera?
La explicación está un poco en el carácter señaladamente reaccionario de ésta clase de explotaciones, en la estructura íntima y económica de las empresas, donde cualquier percance como una huelga, un desastre económico, etc., hacen peligrar no solamente las ganancias, sino la estabilidad misma de las empresas. Así que tradicionalmente, en todos los países, siempre la gran industria pesada es el sector que tiene una preocupación más señalada frente a los movimientos obreros y procuran quebrarlos. En segundo lugar, y esto también es una cosa universal, vive fundamentalmente del apoyo del Estado. Naturalmente, vive de los pedidos que le hace el Estado en materias de obras públicas y especialmente en materia de armas.
Durante toda la guerra (no olvidemos que el fascismo en definitiva es un proceso de post-guerra), este sector de la industria pesada había hecho notables negocios con la venta de armas y terminada aquélla hay un proceso de transición brusca, violenta, catastrófica para toda la industria. La segunda etapa es cuando la gran industria se encuentra enfrentada a la crisis económica de 1929, y entonces la industria pesada no solamente usa del fascismo, como fuerza de choque frente al movimiento obrero, sino que pasa a una segunda etapa, que es la conquista del poder.
Sin conquistar el poder, es imposible salvar las empresas y la industria lucha por sobrevivir. A veces, incluso con la oposición de la industria ligera, más vinculada al consumo, con relaciones más flexibles con los obreros y que tiende a ser partidaria de la “paz social”. La industria ligera en Italia apoya a Giolitti, que es el personaje intermedio antes de la aparición del fascismo y en Alemania mismo apoya al centro católico y liberal.
El segando hecho en que se manifiesta que el fascismo no es anticapitalista, sino definidamente capitalista, es el conjunto de las numerosas medidas que muestran su política económica.
En primer lugar, digamos que sobre esto resulta altamente sugestivo comparar los estudios realizados en diversas épocas.
Cuando uno toma obras escritas en 1936, es decir, cuando recién se instala el nazismo en Alemania, recién va a dar su asalto a España y todavía no se ha producido la guerra mundial, ni se ve claro lo que ha sido el proceso de la crisis de 1929. Hay una visión del problema que difiere muy claramente de la que podemos tener ahora.
Así un autor como Guerín, el conocido historiador francés de clara orientación socializante, veía en 1936 la política económica y de qué manera atribuía el fascismo un conjunto de medidas que a su juicio eran su característica.
En primer lugar, el fascismo comienza por restituir al capital privado un cierto número de monopolios de Estado. En Italia el proceso fue muy claro. Los monopolios de los fósforos, de los teléfonos, de los seguros, etc., fueron vueltos al dominio privado.
En Alemania hubo un proceso semejante, en los bancos y las acciones de los trusts del acero que pertenecían al Estado después de la crisis del 29; lo mismo en materia de energía eléctrica, que pertenecía a los Municipios. En general, la tendencia fue devolverlos a la industria privada, pero nosotros sabemos que esta medida no es exclusiva del fascismo, pues la encontramos en el gobierno inglés conservador, que ha procedido a desnacionalizar la industria del acero o el actual gobierno republicano de Eisenhower, que ha desnacionalizado las explotaciones petrolíferas submarinas y las ha vendido entre los intereses particulares. Dice Guerín: “Que el Estado fascista ayuda a los magnates capitalistas a producir beneficios acordándoles toda suerte de exoneraciones fiscales”. Y él señala largamente esta clase de exoneraciones fiscales que son, por ejemplo, la abolición de ciertos impuestos a la herencia, del impuesto inmobiliario. etc.
La apertura de industria comienza a restringirse, nadie puede abrir una industria sin previa autorización. Hay un conjunto de leyes por las cuales el Estado ayuda o los magnates capitalistas a levantar artificialmente sus precios de venta obligando a los productores independientes a entrar en las ententes obligatorias. Es una manera indirecta para levantar los precios formando ententes obligatorias. Por ejemplo, en Italia hay una disposición por la cual si un 70 por ciento de la industria pide hacer un trust, aunque el 30 por ciento no esté de acuerdo el Estado los obliga a entrar igualmente.
En el caso de Alemania, además, de mantenerse todos los viejos trusts se crean una serie de medidas en el sentido de levantar las empresas que están en quiebra tomando a su cargo sus acciones, pero en lugar de aprovecharse de la oportunidad para nacionalizar, al contrario se esfuerza por devolverles su carácter de empresa privada. En una palabra, si la empresa está en quiebra, el Estado le paga o atiende su pasivo, pero no intenta nacionalizarla.
En Italia, cuando Ansaldo, el mismo que financió el fascismo, entra en quiebra en 1924, fue levantado artificialmente; el Estado tomó a su cargo sus obligaciones y hasta que la empresa se saneó respecto a todos sus compromisos la sostuvo.
En Italia se fundó una serie de sociedades intermedias entre el Estado y las empresas privadas para sostenerlas en la crisis.
Finalmente, el Estado intenta sustituir a la clien¬tela privada por sus pedidos a la gran industria. Como la clientela le está fallando a la gran industria, apa¬rece el Estado pidiendo o entregándole productos. Al principio, son trabajos de tipo público como, por ejemplo, caminos. La red caminera alemana que es todavía lo más notable que hay en Europa. En la red ferroviaria, en el desarrollo de la navegación, en el trabajo de aviones, etc.; pero después aparecen colosales trabajos de defensa nacional, para dotar al país de nuevos armamentos, motorizar el ejército, etc.
Un diario de la época dice: “El rearme es una bendición para la economía!. Efectivamente, toda la industria empieza a vivir de nuevo.
El hecho de las ententes obligatorias, aunque sea parcialmente, y de la prohibición de abrir nuevas industrias incluso las obras públicas, son medidas obligadas por la crisis y comunes no solamente a los países fascistas sino también a los países capitalistas de Occidente.
Si no, tomemos el programa de la administración Roosevelt de 1932 a 1936 y encontramos que se han realizado similares medidas en los Estados Unidos, una colosal tarea de obras públicas, una colosal red caminera fue realizada con los mismos propósitos y cuando empezó a flaquear la importancia de los trabajos públicos se recurrió a la formación de stocks estratégicos, renovar la marina de guerra, etc. Es inexacto pretender que son medidas exclusivas del fascismo sino que es propio de un gobierno enfrentado a la crisis y que contempla el problema con una visión capitalista regresiva como es el caso del fascismo.
Autores como Guerín incluyen acciones que ahora nos damos cuenta de que son realmente más originales. Por ejemplo, la manera como el fascismo, a pesar de que se dice antimonopolista, sigue actuando en el campo de los monopolios internacionales. Son sabidas las patentes de la nafta sintética y del caucho sintético, etc. Alemania las mantenía de acuerdo a ententes que había hecho con los grandes trusts franceses, ingleses y norteamericanos.
En segundo lugar, en que trata de exportar capitales en lugar de mercancías y prepara, en vísperas de la guerra, actuar en el campo de las relaciones internaciones de una manera que es típica de un sistema capitalista agresor, orientando sus exporta¬ciones en países donde tiene posibilidad de expansión, reduciendo en los países donde no tiene posibilidad de relaciones o hay posibilidad de guerra; es decir, haciendo una colocación estratégica del capital. Estas medidas son más características de la novedad que aporta el fascismo y ésta sería una tercera versión de lo que constituyó del punto de vista económico.
La idea de que el fascismo es un capitalismo de Estado, no una mera defensa del capital privado ni un gobierno dictatorial del gran capital, sino un intento del capitalismo privado, en colaboración con el Estado en una serie de ententes debe reflexionarse.
En el año 1934, decía Mussolini: “Las 3/4 partes de la economía italiana reposan en los brazos del Estado, si yo quisiera instaurar en Italia, lo que no es el caso, el capitalismo de Estado yo tendría las condiciones necesarias, suficientes y objetivas para hacerlo”. El Estado era el dueño de la mayor parte de las acciones de las grandes empresas. Empezando por la industria pesada, que fue la primera, por esa misma estabilidad de gran mastodonte, lo mismo es el problema de los bancos, que en Italia fue realmente catastrófico, empezando por la Banca Comerciale y la Banca de Sconto, terminaron por caer en manos del Estado en razón de la crisis del 29 en adelante. Por otra parte, lo que se ha sostenido por muchos teóricos fascistas, la idea de que el fascismo del punto de vista económico es un “socialismo de Estado”.
Es evidente que muchos de los partidarios del fascismo, especialmente los que creían que el fascismo representaba una intervención socialista, pensaban que había llegado el momento de llevar adelante su socialismo. Así que estos individuos, que forman lo que podría denominarse la izquierda del fascismo, veían llegado el momento de imponer a las empresas privadas ideas socialistas y crear alrededor del Estado las corporaciones.
Ugo Spirito, profesor de filosofía y militante fascista eminente, en una obra publicada en el año 1930 decía que “En la actividad económica, Estado e indi¬viduo se funden aún aislado el individuo, no por ello deja de ser algo análogo a una persona pública, a un funcionario encargado de administrar su propiedad conforme a las exigencias de la economía nacional. No más libre concurrencia, ni monopolio, no más iniciativa privada, sino unidad orgánica de la economía nacional, la Carta del Trabajo es un compromiso, un oportunismo destinado a desvanecerse”.
El Estado cesará poco a poco de ser trascendente a los individuos, para adquirir las características de una verdadera inmanencia. Es decir, la idea de Estado totalitario.
En la actividad económica, Estado e individuo se funden, no pueden ser dos economías contrarias rivales, sino dos elementos que se complementan y que se unen por una unidad superior.
El propio Spirito, decía que “La economía fascista es una, mixtura”, él abogaba por la fusión del capital y del trabajo para llegar a la corporación propietaria”. Los bienes no serían de los patronos, sino de la corporación proletaria que representa a los patronos y a los obreros y al Estado directamente. Ya sea la corporación por la corporación, la propiedad pasa a ser de la colectiva y deja de ser privada. Se dan cuenta de todo el sentido que tenía y mucho más sentido cuando estaban apoyados de todo un grupo numeroso de estos partidos.
Por ejemplo, Gaetano Salvemini, el gran historiador italiano, en un trabajo que se titula muy sugestivamente “¿Es el fascismo una dictadura capitalista?” se ha referido largamente a lo que él llama “los plebeyos del fascismo”, que son individuos que formando parte del partido se hizo del poder gran importancia; y, que entonces, por primera vez, se encuentran con un poder extraordinario en las manos pasando a ser de sirvientes de las grandes empresas los dirigentes nacionales.
Llegan pronto a la reflexión de que ellos, en definitiva, sólo tienen un sueldo como miembros de la milicia o burócratas mientras que los grandes propietarios tienen los dividendos y todas las ventajas que derivan de su situación de directores de la industria y son quienes mandan en el Estado y en el país pues tienen la riqueza nacional.
Terminada la lucha contra los obreros, los sindicatos, etc., comienza entonces una pugna entre los servidores del Estado y milicianos, que forman los partidos fascistas, contra los grandes capitalistas del grupo monopolista.
Naturalmente, la milicia fascista a esta altura es independiente de los capitalistas, pues su sueldo lo paga el Estado. En la misma situación están los jefes del ejército, que en definitiva son también empleados públicos con toda la tragedia que esto pueda significarles y que también se encuentran en igual situación frente a las grandes finanzas.
Entonces se inicia una verdadera pugna entre estos dos sectores, y estudiando cuidadosamente las medidas en cada época, observamos que hay triunfos de una y otra parte.
En Italia, o de la que él llama los plebeyos, es la valorización de la lira, y por lo tanto los que tienen un sueldo se sienten favorecidos, en cambio los hombres de negocios consiguen una reducción de los impuestos. La valorización de la lira es en el año 1926 y1927, en general la desvalorización de los impuestos son en el año 1929.
Finalmente, los fascistas crean las corporaciones y empiezan a lanzar la idea, en 1934, de que hay que reformar la propiedad por las corporaciones, pero Mussolini, a través de la guerra y de una manera poco aparatosa incruenta, se desembaraza de los izquierdistas enviándolos a luchar como voluntarios a Etiopía, donde muchos quedaron naturalmente, otros vencedores fueron agraciados con posesiones de tierras y se radicaron. De esta manera Mussolini desbarató toda la oposición interna de izquierda.
En el caso de Alemania en la liquidación de la izquierda, que quería la sujeción del capitalismo privado y un socialismo de Estado, ha sido más espectacular y se recuerda bajo el nombre de la “Noche sangrienta”. Ya antes de 1933 se separa de Hitler el “Frente Negro”, de Strasser, que tienen una gran parte del partido en Prusia; pero después todos los S.A. que estaban a cargo de Rhoëm y de Ernst y de jefes populares, pertenecientes a la mayor parte de la baja clase media, fueron liquidados sangrientamente por los S.S. El partido perdió el ala izquierda y pudo seguir al servicio de los grandes capitales.
A esta altura se puede resumir la relación del fascismo con el gran capital. Empezando por el principio, el fascismo supone una forma especial de encarar el Estado que resulta de ideas también especiales sobre el poder. El fascismo organiza el poder con vistas al terror y a la guerra. Al terror interno frente a los revolucionarios y la expansión militar, frente a las potencias exteriores.
El Estado, que es de por sí un instrumento de poder, se convierte en un instrumento orientado a la consecución de estos dos grandes fines: el terror interior y la guerra exterior.
Muchas medidas del fascismo que nosotros en aque¬lla época pensamos como típicamente fascistas, vemos ahora que son medidas de preparación de guerra como la organización de la industria bajo la égida del Estado.
En la actualidad, comprendemos que era una preparación de la guerra. La gran ventaja que explica los primeros triunfos de Alemania sobre sus enemigos fue fundamentalmente porque estaba organizada con anterioridad, con vistas a la lucha.
Inglaterra comienza a prepararse para la guerra recién en 1938, hasta ese momento todavía se conservará la ilusión de mantener la paz por largos años.
En ese plano se vive, no hay servicio militar, ni organización de la industria; en cambio Alemania viene preparando la guerra sistemáticamente, germánicamente, desde el año 1933, y entonces, muchas de las medidas que tomaron entre 1933 y 1939, nosotros encontramos que las tomaron Inglaterra y Estados Unidos de 1938 en adelante. Se toman medidas para la sujeción de la industria al Estado, habrá mayor control público, control de cambios, de salarios, etc.
En segundo término, concebido el Estado fascista como un fenómeno de poder, no se puede dudar que gira dentro de la sociedad capitalista, no siendo un socialismo de Estado, ni siquiera un capitalismo de Estado estrictamente, sino que es una forma híbrida típica en que se combinan el Estado totalitario y el capitalismo privado.
Supone esta característica una hipertrofia del Estado que coincide con un proceso general que se viene registrando en los últimos tiempos, a partir de la primera guerra mundial, hipertrofia anterior al fascismo y que éste refuerza y multiplica dándole un sentido político muy señalado.
El Estado tiene, entre otras medidas, la preocupación de estrangular y de liquidar el movimiento proletario como forma de poder impedir el movimiento de obreros independientes.
Por último, y esto es capital, bajo el fascismo se forma una nueva sociedad. El Estado de por sí es una fuente de privilegios y por su sólo poder puede convertir a un individuo de la nada en un hombre poderoso, y en la cabeza o comienzo de una nueva dinastía de privilegiados.
Un decreto, una disposición legislativa, la intervención con fines especulativos, puede convertir a un individuo miserable en un millonario. Un sistema como el fascismo, en el que no hay control de la prensa, ni control popular, en que todos los procedimientos son secretos, favorece e incrementa la creación de nuevos privilegios, de ahí que se explica la nueva clase privilegiada -uso la palabra así deliberadamente- que hay en estos países.
Por otra parte, tenemos a los antiguos capitalistas, todos los que se han podido acomodar a esta situación política aunque siempre hay disidentes, pero son los menos.
El capital es anterior y ha sobrevivido al fascismo pero durante este tiempo se ha creado una clase nueva y a las antiguas clases se han incorporado los dirigentes de los partidos fascistas. Por ejemplo, el caso en Alemania de Goering, el industrial más grande del mundo. Himmler, el mayor terrateniente agrícola de Alemania e Hitler, el más grande editor de Alemania.
Los diarios de mayor circulación le pertenecían a título personal, empresas, editoras y sus propios libros de obligada venta que tenían millares de ediciones.
Como estos tres individuos hay una enorme cantidad de jerarcas que pasaron a la condición de poderosos capitalistas,
La manera como se produjo este proceso de fusión entre capitalistas y dirigentes, estaba la cuestión de las élites. La idea de que la gente que forma las élites debe renovarse, que debe buscarse la sangre nueva en las bajas capas, ya estaba en Pareto.
¿Cómo se hicieron accionistas de las grandes empresas? Ya se dejaron regalar las acciones, una cosa que es relativamente común, ya fueron robadas, como los bienes de los judíos y a los que se les prohibió el derecho de propiedad.
Por último, el hecho de que las empresas necesitaban del Estado y se produjeron negocios que condujeron a muchos de estos jerarcas a ser grandes industriales.
Es un proceso y un cuadro social general, es decir, que no solo se relaciona con personas sino que tengamos en cuenta la situación general; en este tiempo, en Alemania y en Italia, el fascismo, que significa un fenómeno de poder, no ataca al capitalismo, sino que lo sostiene en materia económica, como otros sistemas políticos.
Los antiguos patricios de la gran industria, con los nuevos plebeyos del partido, entran en relación de consideraciones internas que les permiten mandar en el país.
Cuando se producen los triunfos militares entonces todo el país burgués apoya con entusiasmo el régimen por una razón de patriotismo y de prestigio.
Pero tal vez además, porque cada uno de los países conquistados fue saqueado en un sentido que cuesta hasta pensar por las fuerzas de ocupación. Son hechos que se conocen en la época primitiva del capitalismo, pero recién lo hemos vuelto a ver de nuevo al cabo de cuatro siglos.
Esto naturalmente amplió la clase gobernante, pues muchos individuos de menor cuantía pasaban a la condición de adinerados y poderosos y cambiaban de situación económica.
Esto hace más compleja todavía la situación con el sistema político. Insisto fundamentalmente que ha sido necesario y fundamental la existencia de un Estado totalitario y el hecho de que el fascismo es un fenómeno de poder que supone la hipertrofia del Estado y la anulación de todas las libertades individuales.

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