Estamos viviendo una época de incomprensible situación política y social. Según la Ministra Dato (o Rato, ¡esto de los eufemismos!) el recorte rondo y lirondo que quería hacer en las pensiones, medicinas de enfermos crónicos y no se sabe cuántos recortes más, siguiendo la dinámica de “¿quién corta más?, se llama “aportaciones”. Que sepamos, la palabra “aportación” se refiere a lo que una persona, o varias, dan por libre voluntad y los “recortes” son unas medidas, sencillamente fragantes, para acabar con los derechos adquiridos por los trabajadores, negociados en su momento y amparados por leyes, no precisamente elaboradas por los “recortados”, valga el eufemismo, sino por leyes por las cuales nos regimos, o deberíamos regirnos todos.
Quizá lo que nos sucede, es que como meros espectadores no entendemos de política, y a lo que más podemos aspirar es a aguantar lo que nuestros, perdón, suyos políticos nos quieran recortar.
El malabarismo político ha llegado a cuotas increíbles y no de ahora, parece que es una constante desde siempre agravada en estos momentos. Alguien dijo en su día que la política era “el medio de lo posible”, de lo realizable, de lo… ¿fue otro eufemismo? No sabemos, tanto es el asombro, la confusión y el desencanto.
Hemos oído, en conferencias, diversas tesis que argumentaban que todos los pueblos están tentados a llegar a formarse como imperios, que la finalidad última es crecer y crecer hasta crear el imperio ¿de los mil años? ¿Tal las teorías hitlerianas? Los fundamentos básicos de la II guerra mundial eran, por lo menos las escusas que planteaban: “La necesidad del espacio vital”.
Después de la Primera Guerra Mundial, Alemania quedó muy constreñida a las exigencias de los países que la ganaron. Ese ha sido uno de los motivos de emprender la segunda. La misma excusa planteó Japón para invadir China (Manchuria decían) y masacrar al pueblo chino de forma brutal eliminando miles de personas (se dicen millones) de un pueblo invadido por el belicismo nipón… Italia pensaba en la reconquista de Etiopía, ¿Somalia también? Incluso cuando Franco firmó con Hitler el dicho “Pacto de Hendaya”, y Francia ya estaba dominada por Alemania, Franco abrigó la esperanza de hacerse con una parte de África entrando por Marruecos. Los prisioneros republicanos en los campos de concentración de Colom-Bechar, Camp Moran y demás, son buenos testigos de ello.
En Agosto 1939 se firmó el pacto germano-soviético que duró hasta junio 1941, casi dos años, de lo que se denominó, un “pacto antinatural”. En este tiempo los tanques alemanes se nutrían del petróleo ruso, así como el trigo ruso servía para la alimentación de los soldados germanos que ponían en práctica el imperio de los “mil años”. Una vez más el sentir “imperialista o de imperio”, valga el eufemismo, dominaba a los estados, que no a los pueblos (no hagamos un eufemismo entre Estado y pueblo que, por supuesto, no son lo mismo).
De tal forma los bolcheviques invadían el norte de Europa, Rusia iba hacía su “imperio”, mientras los tanques alemanes, el 1 de septiembre de 1939 invadían Polonia, todos a la búsqueda de su “imperio” a la locura y la sin razón. Y esto sin eufemismo alguno.
Tanto Japón como Alemania, por poner los casos más relevantes, quedaron al final de la guerra completamente arrasados y hoy tanto un país como el otro, sin alcanzar el “espacio vital” tan cacareado, tienen el nivel de vida más alto del mundo moderno.
Lo que nos hace comprender que lo que nos venden los gobiernos, con sus malabarismos y eufemismos explicativos, no son más que falsedades. Lo que hace crecer a un pueblo es el trabajo y la buena administración de los recursos, para lo cual, los pueblos, no necesitan políticos corruptos ni contorsionados discursos que nos resultan tan falaces.
Excusas políticas y eufemismos
Salomé Moltó