Javier Díaz, de Cazabaret, conversa con Xavier Díez a raíz de la biografía que acaba de publicar.
-Xavier, ¿Qué te ha hecho acercarte a aquellos días de la Barcelona revolucionaria y, especialmente, con la figura de Salvador Seguí?
Curiosidad. A pesar de que llevo muchos años estudiando el anarquismo, especialmente en los ámbitos más culturales o del pensamiento filosófico, a partir de la bibliografía previa, me costaba mucho comprender ese período (a grandes rasgos lo que encontramos entre 1909 y 1923) en la que pasan muchas cosas, que resulta muy trascendente para lo que pasará las décadas posteriores y donde, en cambio, no encuentro un relato demasiado coherente, no se acaba de explicar bien. Antes de ponerme a trabajar, me hacía grandes preguntas: ¿Qué relación tenían de verdad los anarquismos en Barcelona con el lerrouxismo? ¿Por qué una iniciativa de reunir varios sindicatos y organizaciones dispersas termina convergiendo en una gran organización como la CNT que marcará la historia del país? ¿Qué ocurre durante la guerra mundial entre los diversos actores? ¿Qué hay en el entorno de los intentos de unidad sindical con UGT? ¿Por qué un pintor de paredes, joven, literato, de acción, acaba teniendo tanto prestigio, no solo como líder sindical, sino entre el mundo cultural barcelonés? ¿Qué hay de trasfondo con el flirteo con el republicanismo? ¿Por qué hay una reacción tan furibunda y violenta de la patronal catalana contra el sindicalismo, especialmente a partir de su victoria en la Canadiense? A veces pienso que una biografía, con las contradicciones, acciones, palabras, omisiones y silencios de cada individuo pueden ayudarnos a responder a estas preguntas, a seguir un hilo narrativo capaz de administrar la complejidad. Seguí, además, es un hombre fronterizo. Quiero decir que es alguien que efectivamente es un sindicalista, un hombre de acción, pero también un pensador, un tertuliano, un hombre que se encuentra muy a gusto con el mundo cultural barcelonés del inicio de siglo. Es alguien sin complejos, a quien no le importa relacionarse con personas ajenas al sindicalismo, como pueden ser los políticos profesionales.
-¿Qué aporta este libro en la figura de Salvador Seguí como persona y como pensador?
Las Biografías previas resaltaban aspectos parciales de su personalidad: el mito, el mártir, el sindicalista, el hombre de acción, la persona con un gran carisma. A mí me interesa la vertiente más intelectual, el del pensador político. A partir de aquí miro sus referencias, examino sus textos o los testimonios y reconstrucciones de sus discursos. Llego a la conclusión de que Seguí, especialmente en su última etapa, como señalaba Xavier Domènech en “Hegemonías”, es un pensador complejo, profundo, lo que explica su sentido político y su instinto estratégico. La expansión de la CNT se explica porque Seguí y muchos otros son capaces de entender que, en un período en que la política institucional, a lo largo de todo el continente, trata de encuadrar los trabajadores fabriles, lo que hay que hacer es construir un espacio autónomo e independiente, haciendo del sindicato el embrión de una contrasociedad capaz de sustituir el Estado como matriz institucional de la sociedad.
-Lo haces centrando tu atención en el pensamiento político, el rasgo más importante de Seguí, ¿no?
Efectivamente. Seguí siempre nos es presentado como un líder sindical, como alguien muy carismático capaz de arrastrar a los trabajadores en diversos movimientos huelguísticos. Sin embargo, ¿por qué es recordado? Por sus mítines y discursos. No es posible hacer buenos discursos o atraer a decenas de miles de personas hacia los postulados libertarios sin la habilidad para construir relatos potentes, proyectos societarios atractivos, sin establecer un pensamiento flexible. Seguí tiene esta virtud, que consiste en saber combinar idealismo y pragmatismo: el anarquismo como ideal de sociedad y el sindicato como construcción práctica que permita alcanzar objetivos. Seguí, de acuerdo con las ideas de Christian Cornelissen o Robert Michels, se da cuenta que hay que construir una sociedad no a partir de la utopía o la abstracción, sino a partir de lo existente, en base a la evolución, más que a la revolución, la base de la formación y la atracción de todos los sectores sociales para construir una sociedad más justa.
¿Pero, aparte de eso, como era a nivel personal? Como has trabajado tanto su biografía podrás hacernos un breve resumen de cómo era como persona, ¿verdad?
Seguí es descrito por sus coetáneos como una persona de gran atractivo personal, muy carismático, el centro de las reuniones y las tertulias, con un instinto político muy destacado. También es descrito como una persona muy sociable, con gran capacidad de relacionarse con gente de toda condición y clase. De hecho, Eugeni d’Ors, uno de los padres del Novecentismo, un hombre muy conservador, expresa una gran admiración por él. También es descrito como una persona muy culta. Sin embargo, también es un hombre de acción que no duda en abalanzarse físicamente contra sus adversarios. Su físico imponente también ayuda. Es alguien, sin duda, muy valiente con un gran sentido estratégico: sabe cuándo intervenir y cuándo retirarse. Aunque esto no lo afirmo en el libro, veo algunos indicios que me llevan a pensar que es una persona con algún tipo de sobredotación, con una memoria prodigiosa, capaz de procesar muy rápidamente muchísima información. A pesar de que tiene una escolarización breve y precaria, como ocurre con los trabajadores manuales de principios de siglo XX, posee una gran retentiva, y su autodidactismo lo lleva a comprender la dimensión compleja de los autores y pensadores que lee.
-La Figura del Seguí, dentro del pensamiento ideológico y político, cómo y de qué manera fue adaptándose; o sea: ¿cómo se hace, políticamente hablando, el Noi del Sucre?
Cuando es muy joven siente cierta atracción por el lerrouxismo. Esto no es extraño, porque la irrupción de Lerroux, en sus inicios, gracias a su compromiso personal contra los Procesos de Montjuïc y su agresividad contra la Iglesia permite que muchos trabajadores confluyan políticamente con su movimiento. Pronto, por el contrario, el Noi del Sucre se dará cuenta que Lerroux es un fraude y que el objetivo de los republicanos radicales es encuadrar y disciplinar a la clase obrera y proceder a nacionalizar (españolizar) a los trabajadores catalanes. Esta mala experiencia política, pienso que lo vacuna respecto al contacto con los políticos y la política institucional. Los partidos siempre querrán controlar la gran fuerza sindical (los trabajadores organizados) para usarlos instrumentalmente en su lucha por el poder político (lo que está pasando en Europa), y, en cambio, Seguí aprende a usar los partidos y los políticos en favor de la organización. Seguí irá aprendiendo a tejer
alianzas (con la UGT, con el PSOE, con los partidos republicanos, con los catalanistas) y a prepararse cuando éstos fallen o traicionen la CNT.
-¿Te has puesto a biógrafo político en este libro?
Es mi primera biografía, un género historiográfico que no tiene una gran tradición en nuestro país, aunque en los últimos años esta carencia va corrigiéndose. La biografía de Seguí y el acento sobre su pensamiento tiene que ver, sin embargo, con mi vocación de hacer historia de las ideas. Mi tesis doctoral fue sobre la corriente filosófica del anarquismo individualista y, en algunos otros ensayos que he ido publicando, he explorado y analizado las ideas que hallamos en el fondo de los procesos históricos. Yo siempre he defendido que las ideas siempre tienen consecuencias, no son simples elucubraciones intelectuales. La novedad es tratar de explorar la construcción ideológica desde una figura concreta. Una figura que, como pensador, es heterodoxa. No tanto por las ideas en sí mismas, sino en base a que, a Seguí, hay reconstruirle el discurso. Escribía poco. Usaba negros literarios, amanuenses. Buena parte de las ideas se recogieron en crónicas de mítines y discursos, del recuerdo escrito de coetáneos suyos, de reconstrucción, de tertulias …
-Podemos hablar más del activista que fue Seguí que del pensador porque Seguí no es el típico pensador que se vuelca escribiendo libros, manifiestos, etc. ¿Cómo lo ves?
Es Evidente que Seguí fue un activista. Sin embargo, no se le reconoció su vertiente de pensador por los prejuicios de buena parte de historiadores que lo abordaron, como es el caso de Antonio Elorza o José Álvarez Junco, que defendía que el anarquismo español no era original y que era más de acción que de reflexión. Lo que nos encontrábamos los historiadores desde inicios de este siglo es que teníamos que revisar todo lo que se había publicado sobre el anarquismo, tirar de fuentes originales y comenzar un nuevo proceso de reflexión y comparación con otros movimientos libertarios. Ciertamente, Seguí no era un intelectual clásico, alguien detrás de un escritorio redactando tratados filosóficos. Es alguien que usa la oralidad para expresar y canalizar su pensamiento. Y esto permite establecer una comparación con Sócrates, que no dejó por escrito ninguna de sus ideas, y nos hemos tenido que conformar con reconstrucciones de sus discursos.
-Yo lo veo más como un ideólogo del pensamiento libertario y como una persona que pone por delante la lucha del obrero, la lucha y reivindicación sindical. ¿Es así? Coincido totalmente. Él siempre reivindica que es necesario hacer una “evolución” hacia una sociedad basada en los valores libertarios. Y el sindicato es el instrumento para hacerlo posible. En alguna ocasión establece la comparación que el anarquismo es espíritu, el sindicato es materia. Sin objetivos no tienen sentido los medios, y sin medios no son posibles los objetivos. La lucha y la reivindicación sindical son, por tanto, simples instrumentos para lograr una sociedad justa, que, sin embargo, será necesario que tenga estructuras que la sustenten. Y aquí el sindicato es la matriz organizativa que lo permite.
-Pero, a pesar de que creía en la fraternidad de los pueblos, tampoco era amigo de las fronteras. Le pesaba, puede ser por la proximidad, más Cataluña que España, ¿no?¿O nos lo parece por este motivo o factor de proximidad de vivir allí? Mi opinión es que Seguí proviene del pensamiento federalista de Pi y Margall: el federalismo entendido como la concatenación de pactos entre individuos, municipios, naciones culturales y la humanidad. Esto se traduce en el hecho que la cuestión nacional no le obsesionaba. Su famoso discurso del Ateneo de Madrid, de 1919, reconstruido de dos maneras diferentes, viene a coincidir en una cosa. La independencia de Cataluña no es un problema, los trabajadores se adaptarán. En todo caso, de lo que desconfían es del nacionalismo impulsado por una Lliga Regionalista que, en aquellos momentos, trata de conseguir un estatuto de autonomía y que es impulsado por los mismos hombres de la Federación Patronal que están matando a los sindicalistas por las calles. Seguí no tiene ningún problema de relación con nadie del Estado porque, al fin y al cabo, considera que cualquier institución (Estado, municipio, federación, asociación, …) o concepto (nación, religión) debe estar al servicio del individuo, y no al revés, como sucedía entonces y pasa también ahora. En todo caso, como buen federalista pimargallano que es, lo que recuerda es que todo pacto, también entre localidades o naciones, es siempre revocable, en función de la voluntad de los individuos que conforman una determinada entidad.
-La figura de Seguí, a pesar de ser piedra angular con el estudio de los personajes fundamentales dentro del anarquismo, el anarcosindicalismo, así como del pensamiento libertario es, sin embargo, despreciada, por ejemplo, por el mundo universitario. ¿Por qué?
Lo que pervive son los prejuicios instaurados en el mundo académico para las generaciones de historiadores conformados durante las últimas décadas, muchos de los cuales provenían del marxismo historiográfico. El anarquismo es de difícil definición y análisis porque resulta de gran diversidad y complejidad y posee muchas dimensiones que lo hacen especialmente incómodo como sujeto de estudio. Muchos historiadores que piensan en base a automatismos, esquemas cerrados o dogmatismos, ni la entienden, ni quieren entender. A todo esto, hay que añadir que, en nuestro país, a diferencia de las izquierdas que aceptaron la monarquía y se adaptaron a la Transición, el mundo libertario perseveró en su antifranquismo. Este hecho explica que se alzara un cinturón sanitario ante su ámbito político y su historia, que sufriera marginación y difamación. Al fin y al cabo, el anarquismo ha sido tratado por la historia oficial como lo que es: un espacio de disidencia.
-¿Son personas como Companys y Layret los mejores conocedores de su pensamiento político?
Pienso que Companys y Layret son compañeros ocasionales de viaje, grandes amigos y, en el caso de Companys, parientes. Sin embargo, su nivel de familiaridad política es menor a la de sus compañeros sindicales. Viadiu realiza una excelente reconstrucción de sus ideas. Sin embargo, Seguí improvisa mucho y hace evolucionar su pensamiento, especialmente en los últimos años de su vida. Es cuando está encerrado en la prisión de Mahón cuando, en mi opinión (y aquí coincido con Xavier Domènech), expone sus ideas más sofisticadas. Y, en este momento, Layret ya ha sido asesinado y Companys está en plena actividad política, separado a cientos de kilómetros de su amigo. El Seguí de 1917 es bastante diferente al de 1923.
-Seguí era una persona directa, implicada, que no callaba, ni pretendía, ni quería, ni sabía callar. ¿Es así? Completamente de acuerdo. Era conocido en el mundo libertario por todo lo que acabas de plantear. Esto formaba parte de su atractivo y también era fuente de muchos problemas, como cuando al final de su vida es progresivamente apartado de los espacios de decisión de la CNT.
-Pero su relación con muchos miembros del movimiento anarquista, anarcosindicalista, libertario … parece que era un toma y daca. Un poco de amor y odio. ¿Lo ves así, qué nos puedes decir?
Es así. Seguí era una personalidad poderosa y un líder natural. No era un político. Sabía hablar, pero no sabía callar. Sabía liderar, pero no sabía maniobrar dentro de la organización. Además, en la parte final de su vida, cuando quedó desconectado de Barcelona, se encontró ante una organización acosada, diezmada por los asesinatos cotidianos a manos de sicarios contratados por la patronal. Mientras estaba en La Mola, teorizaba la necesidad de que los sindicatos fueran legales, que pudieran coexistir con la sociedad burguesa y el Estado, porque consideraba que con una actividad pública, el sindicato podía obtener rendimientos prácticos que reforzarían su autoridad respecto a los trabajadores, y que sus actuaciones podrían permitir consolidar la organización, hacerla mejorar, propiciar una evolución progresiva … Sin embargo, en la Barcelona de 1922 y 1923 sólo hablaban las pistolas. Los sindicalistas más proclives al diálogo y el entendimiento, los más experimentados habían sido asesinados o estaban en la cárcel. La organización estaba en manos de los más jóvenes e inexpertos, deslumbrados por la Revolución
Soviética y los movimientos insurgentes europeos. Los sindicalistas también se defendían de la acometida de la Federación Patronal. Seguí era respetado por lo que representaba, pero su discurso conciliador, en cambio, resultaba incomprensible de acuerdo con la coyuntura de violencia.
-¿Cómo han sido y como se han convertido en las tareas de trabajo y de documentación para con este trabajo?
Fundamentalmente, he releído todas las biografías y relatos de memorias que se habían escrito en períodos diversos sobre su figura (las de los años 30, las escritas desde el exilio del franquismo, las de los años setenta…). He revisado muchos de los testimonios que habían dejado escritos buena parte de sus coetáneos (aquí hay que alabar la magnífica labor de un periodista como Josep Maria Huertas Claverías), y finalmente, he acumulado todos los textos que he podido firmados o atribuidos a Seguí. No es fácil. A pesar de que existen algunas compilaciones de textos (las de Isidre Molas o las de Antonio Elorza), no creo que esté sistematizado el conjunto de textos. También he tirado de hemerotecas, algunas de las cuales, como es el caso de la Soli, han mejorado mucho a la hora de comenzar la digitalización de archivos. Sin embargo, lo cierto es que Seguí no dejó demasiado cosa escrita y pocas de manera sistemática (quizás los mejores son las reconstrucciones de sus discursos y escritos mientras está cerrado en La Mola). Dudo que hayan conservado documentos personales (correspondencia u otras cosas). El exilio y la clandestinidad se lo debía llevar todo. También hablamos de un hombre asesinado a los 35 años sin la posibilidad de escribir libros de memorias, como por ejemplo pudo hacer su colaborador Ángel Pestaña.
-¿Y la metodología de trabajo?
Para la parte específica del pensamiento político, realicé una base de datos con todos los escritos suyos que pude localizar. A partir de ahí, fui comparando buena parte de las ideas que se iban repitiendo y, en base a la cronología, tratar de mirar cómo su pensamiento había evolucionado. A partir de aquí, dividí en poco más de media docena los temas sobre los que escribía (el papel del sindicato, la idea de revolución, su idea de anarquismo, la cuestión de la colaboración política, el regeneracionismo, la cuestión nacional …)