Bruno Servet
Desde el último número de Orto han ocurrido tres hechos que serían dignos de un artículo por separado, pero como ésta es una revista trimestral, quedaría muy lejos en el tiempo lo sucedido. De esos tres acontecimientos, el más cercano es el que se refiere a la ICAR y su postura con relación a la cremación de los cuerpos de las personas que fallecen. Otro tema sobre lo que se podría escribir es la postura de la Iglesia Católica venezolana ante las conversaciones del Gobierno de Maduro y la Oposición política. Pero, por su calado social, político y humano, he optado por escribir sobre el plebiscito celebrado en Colombia el pasado 2 de octubre. Dicho plebiscito tenía como objetivo el aprobar el Acuerdo de Paz entre el Gobierno de Juan Manuel Santos y la Fuerzas Armadas Revolucionarias Colombianas (FARC). Acuerdo que tuvo su etapa final en la ciudad de La Habana (Cuba).
Aunque trate de aspectos políticos, mi intención es centrarme, fundamentalmente, en lo que ha rodeado y sigue rodeando la posición de las diferentes religiones que tienen presencia significativa en Colombia. En 2013, el 80% de los colombianos y colombianas se declaraban feligreses católicos, pero su descenso es vertiginoso, en beneficio de otras confesiones religiosas, y muy principalmente las protestantes, sobre todo, de las Iglesias Evangélicas. En Colombia hay la escalofriante cifra de 850 “religiones”. A diferencia de la Iglesia Católica, los protestantes han pasado, en pocos años, de tener “iglesias garaje” a poseer grandes locales para el culto, conocidas como “mega-iglesias”, con capacidad para unos 18.000 feligreses, y otros muchos locales con un aforo de personas de hasta 10.000. Pero lo que está quitando adeptos a los católicos es la forma de actuar de los evangélicos: acercamiento muy descarado a los marginados, apoyo económico a los miles de necesitados, locales suficientes para los nuevos adeptos, una propaganda muy agresiva y una gran cercanía en los rituales cotidianos, donde los feligreses son participantes activos, a diferencia de los actos litúrgicos de carácter rutinario que realiza la ICAR: bodas, misas, festividades anuales, bautizos, etc.
No basta con que la mayoría de la población colombiana se declare católica, ya que en la práctica diaria el protestantismo, en sus múltiples modalidades organizativas, está en estos momentos disputando, claramente, la supremacía real a las religiones históricas. La prueba irrefutable de la actual situación de las religiones en Colombia, ha sido la actuación de las religiones mayoritarias, en relación con el pasado Plebiscito sobre el Acuerdo de Paz. Mientras que las diversas religiones han mantenido una postura timorata y no han apostado por el “SÍ” de forma abierta y decidida , las Iglesias Evangélicas han puesto en pie de guerra su artillería pesada, tanto dialéctica como propagandística, además de económica, para que triunfara el “NO”.
Como era de prever, la campaña de los evangelistas y del expresidente Ávaro Uribe (promotor activo del “NO” entre otros muchos líderes políticos de derechas) se ha basado, sobre todo, en unas medias verdades, cuando no en afirmaciones falsas. Por destacar algunas, entre otras muchas, veamos las siguientes: A) Los guerrilleros de las FARC no se van a desarmar. B) Las FARC van a tener una parte del poder una vez firmado y aprobado el Acuerdo. C) Se van a reducir drásticamente los efectivos del Ejército. D) Si gana el “NO” el texto se podrá corregir. Pero, ha sido el Padre Mario García Isaza, quien ha difundido con más ahínco las razones para votar que “NO” en el Plebiscito, que tuvo lugar el pasado mes de octubre.
Veamos las doce razones, en que se apoya para que se votase “NO” al Acuerdo de Paz. 1) La ignominiosa impunidad de los guerrilleros. 2) Las reformas pactadas con un grupo terrorista. 3) La reforma agraria pactada es de inspiración socialista/marxista (aquí cabe apuntar que el 0,4 % de la población colombiana tiene en su poder, nada menos que el 80% de las tierras). 4) Los responsables de tantos crímenes (FARC) dicen que no tienen de qué arrepentirse. 5) El narcotráfico, la extorsión y el secuestro son sus formas de financiación. 6) las FARC tienen fabulosas sumas de dinero por sus criminales actividades. 7) Obtendrán 10 asientos en el Parlamento. 8) No habrá extradición para los integrantes de las FARC. 9) Cada guerrillero recibirá 2 millones de pesos por su desmovilización y tendrán una bonificación del 80% del salario mínimo. 10) Los Acuerdos son supra constitucionales e inmodificables. Ni el Congreso, ni el Ejecutivo, el conjunto del pueblo colombiano, aunque sea por Asamblea Constituyente no podrán tocar lo pactado. 11) La ideología de género atraviesa todo el texto, es su hilo conductor. El término género no está en la Constitución. En el texto del Acuerdo, la expresión “enfoque diferencial y de género” está 114 veces. 12) También aparece 40 veces “la comunidad LGTB”.
Esta fue la línea de argumentación de la mayoría de los que propugnaban el “NO”. Lo que no decían es que detrás de esas burdas e interesadas argumentaciones ultraconservadoras, con ribetes homófobos se escondían muchos intereses inconfesables, tanto de privilegios económicos y sociales como de carácter religioso. Por ejemplo, las religiones están exentas de ser fiscalizadas, pues son entidades sin ánimo de lucro, no tienen que llevar libros de cuentas, ni tienen que declarar las donaciones que los feligreses les hacen, ni responder de los diezmos que sus creyentes les dan. Para más inri, cuando tienen que pagar impuestos por sus actividades especulativas con ánimo de lucro, sólo tienen que contribuir con el 3%.
El drama del pueblo colombiano ha sido de una extrema gravedad. No solo se tiene que tener en cuenta la brutal cifra que representan los 250. 000 muertos en una guerra civil que ha durado la friolera de 52 años. Además, hay que añadir a esas tremendas cifras, una que parece que no se le da mayor importancia, pero que es un auténtico desastre para un país de cerca de 48 millones de habitantes: hay que tener presente que el conflicto bélico colombiano, que dura más de cinco décadas, ha desplazado, sine die, a 6 millones de personas.
El Plebiscito, que se realizó el pasado 2 de octubre, fue suscrito el 24 de marzo en Cartagena y ratificado en la Habana, y su enunciado completo era el siguiente: ACUERDO FINAL PARA LA TERMINACIÓN DEL CONFLICTO Y LA CONSTRUCCIÓN DE UNA PAZ ESTABLE Y DURADERA”. Hermosísimo enunciado que de momento ha quedado estancado hasta nueva fecha. No me toca a mí entrar en los entresijos de los intereses partidarios en este tema. Eso sería materia para un artículo de otra índole. Mi cometido es ver la postura de las diversas religiones y su implicación en dicho proceso de paz. Veamos, pues, las más significativas. La Comunidad budista zen: “Vamos a votar por el “SÍ”. La vida es lo más sagrado que hay. Hay que dejar el odio, la venganza y los rencores para trabajar por una nueva sociedad. Como dijo Einstein, es absurdo seguir haciendo siempre lo mismo y esperar resultados diferentes”. Asociación Benéfica Islámica de Bogotá: “No hay ninguna religión que no apoye un proceso de paz. Uno de los nombres de Dios es Sahlom, que significa “paz”. Otro de los pilares del Islam es el saludo de paz que damos al final de nuestra ceremonia, trasmitir la paz. La paz debe favorecer a los que quieren comunicarse positivamente con el mundo y construir un futuro colectivo. Estamos seguros que la mayoría de musulmanes que hay en Colombia, van a votar por el “SÍ”. Nadie puede estar a favor de la guerra, de la continuación de la guerra y los choques bélicos”. Centro Israelita de Bogotá: “La comunidad judía colombiana está dividida. Muchos núcleos están a favor de una de las dos posturas. La Comunidad no toma posición. Es un derecho ciudadano particular el emitir su voto. Por eso, todos estamos de acuerdo en pedir el voto. Voto en conciencia, voto informado.
Casos aparte son las dos religiones mayoritarias: la católica y la protestante. Esta última en su versión más poderosa: los evangelistas. Se podría decir, sin dudar, que las doce razones apuntadas por el padre Mario García Isaza, son la columna vertebral del discurso de los cristianos no católicos, que en Colombia son 10 millones, de los cuales como mínimo 2 millones votaron por el “NO”. Ello, unido a cuatro aspectos colaterales, inclinó la balanza a favor del “NO, aunque éste ganó por una ajustadísima diferencia del 0,5%. Primero: El perdón por parte de la FARC llegó tarde. Segundo: El exceso de confianza de los partidarios del “SI”, ya que hasta el Vaticano apoyaba en esa dirección. Lo mismo que también habían hecho más de 100 líderes religiosos. Tercero: castigo al presidente Juan Manuel Santos, por su enfrentamiento reciente con la Iglesia Católica, lo cual privó a Santos del apoyo de la Jerarquía Católica, a pesar del apoyo explícito del papa Francisco al Acuerdo de Paz.
La historia de Colombia está llena de una colaboración muy estrecha entre la Iglesia Católica y algunos partidos políticos tradicionales. Pero la postura de la Iglesia a favor de un determinado partido y en contra de otros es hoy motivo de crítica por parte de la gran mayoría de obispos. La ICAR no quiere limitar la libertad de los católicos de las decisiones que deben tomar sus feligreses en conciencia, pero podía haber hecho más por con conseguir un ambiente favorable al “SÍ”. Ya quedaron en el olvido, aunque no siempre y en todas las circunstancias, aquellas diatribas furibundas de Monseñor Ezequiel Moreno y Díaz (obispo de Pasto en 1901 y canonizado por Juan Pablo II) dirigió a los suyos: “Esos católicos blandos, dulces, condescendientes, amables en extremo con los masones y furiosos enemigos de Jesucristo, que guardan todo su mal humor para los que gritan ¡Viva la Religión! y la defienden sufriendo continuas penalidades y exponiendo su vida. Para esos católicos, estos últimos son exagerados e imprudentes, que todo lo comprometen, con perjuicio de los intereses de la Iglesia”. Lo que no decía el “santo” riojano es que a veces los intereses de la Iglesia son espurios y van contra una inmensa mayoría dela sociedad.
Cuando en España (hoy 22 de noviembre) estoy viendo y oyendo por televisión, las declaraciones de los defensores del dictador Francisco Franco, me han venido a la memoria las palabras de varios expertos en procesos de paz, los cuales afirman que la única forma de satisfacer el dolor de las víctimas es: reconocer la verdad, hacer justicia, ofrecer reparación y dar garantías de no repetición. Y no como los vergonzantes seguidores de Franco, que ofenden a quienes luchan, contra viento y marea, por conseguir, sin apenas apoyos de las Administraciones correspondientes, sacar de muchas fosas comunes y multitud de cunetas a sus seres queridos y siempre recordados.