Antes de entrar en materia y desarrollar el enunciado de la editorial, ya que se está celebrando el encuentro anual (COP22) de las Naciones Unidas sobre el cambio climático, en la ciudad marroquí de Marrakech, hagamos varias y breves observaciones de rabiosa actualidad. Ha sido llamativa la ausencia de Mariano Rajoy en la sesión inaugural del encuentro, a pesar de que se encontraba en Marruecos, en una visita al rey marroquí, ya que es costumbre que la primera visita del nuevo presidente del gobierno español vaya a Marruecos, como primer país, fuera de la Unión Europea. Eso sí, aprovechó la reunión para hacerse unas fotos, pero no intervino en ningún momento. Ello es un síntoma de lo poco que le importa la cuestión del cambio climático. No es nueva su actitud, pues ha sido defensor de que el tema no es verdad, ya que su primo le asesoró, y le dijo que eso eran cosas de unos “tocapelotas” autodenominados  ecologistas y antisistema. Es más que  preocupante que no creyera necesario estar en Marrakech para representar a España, y sí entrevistarse con Mohamed VI, el cual no respeta, ni de lejos, los más elementales derechos humanos en su país. Baste decir que el actual presidente del gobierno español está en línea directa con la postura del gran payaso americano Donald Trump, recién elegido presidente de los Estados Unidos de América del Norte. Trump es una grave amenaza para la lucha contra el cambio climático, pues quiere a toda costa, “cancelar” el Acuerdo de París, abandonar el impulso a las energías renovables, promover las prospecciones de petróleo y gas, y recortar la actividad de la Agencia de Protección Ambiental Americana. Durante la campaña electoral, a preguntas de un periodista, dijo: “Es una verdadera desgracia, cada día sacan nuevas normas. El medio ambiente está bien, lo que no puedes destruir es el negocio”. Es por ello que para liderar la mencionada Agencia, Trump ha elegido a un negacionista del cambio climático. En España y en cualquier otro país del mundo, el cambio climático debe ser una prioridad. Con un presidente de gobierno (Rajoy) despreocupado del tema y otro empecinado negacionista (Trump). Hoy más que nunca tenemos que trabajar más, concienciarnos más de la gravedad del asunto. Seguir luchando por un futuro renovable, defender la salud del planeta, y no anteponer el beneficio de las grandes empresas, en detrimento del medio ambiente, el cual nos afecta a todas y a todos los habitantes del ya bastante maltrecho Planeta Tierra. Cuidar lo que tenemos y mejorarlo, en vez de estropearlo más, no es una labor solo de las organizaciones y colectivos ecologistas, es una responsabilidad de toda la sociedad. La vida nos va en ello. No podemos esperar un día más en dar respuesta a tan grave situación medioambiental a escala planetaria. En el siguiente número de Orto, daremos cuenta de las conclusiones de la COP 22. Vayamos, pues, al tema ya anunciado: la postura del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), relacionada con la investidura del candidato del Partido Popular (Mariano Rajoy Brey: nacido en Santiago de Compostela, 25 de marzo de 1955), para dejar de ser ya presidente en funciones y convertirse en el nuevo presidente del gobierno durante otros cuatro años. Si en una editorial de hace unos pocos años, decíamos que la actual manipulación del lenguaje es una de las muchísimas y poderosas armas que tiene hoy día el sistema capitalista, en su versión neoliberal, para convencer al personal de que comulguen con ruedas de molino, no nos ha de extrañar que sus lacayos y correveidiles, partidos que dan soporte al sistema, hagan lo mismo, pero esta vez apoyándose en la historia reciente. Es el caso del PSOE. Hace poco  en boca de su nefasto portavoz en el Congreso de los Diputados, Antonio Hernando, para justificar el vergonzoso giro hacia la derecha de su partido, afirmó, en la jornada de investidura, que la historia de nuestro país ha demostrado que todas las decisiones que han tomado desde la llegada de la “democracia” han sido plenamente acertadas, que la historia le ha dado la razón. Presumen de su larga historia, y la utilizan como arma arrojadiza contra sus adversarios políticos y sociales. No somos de la misma opinión, ya que sus cacareados logros no son más que burdas mentiras, sus éxitos no son más que puras traiciones a la sociedad, y más concretamente a la clase trabajadora, y ello desde su propia fundación. Cuando tuvieron que dar la cara en la Semana Trágica de Barcelona, se escondieron en sus bien protegidas madrigueras parlamentarias. Con la llegada de la dictadura del
nefasto General Miguel Primo de Rivera, el partido socialista no se enfrentó al nuevo régimen dictatorial, sino que pidió calma a sus afiliados y militantes. Como recompensa a su comportamiento de claudicación y traición, obtuvo la no ilegalización del partido. Por el contrario, los demás partidos de izquierdas y republicanos y la CNT fueron ilegalizados. En la línea de dar las espaldas a la clase trabajadora, se mantuvieron durante la II República, y lo más grave, durante todo el tiempo que duró la Guerra Civil Española. Teniendo su prolongación en Francia, a partir de 1939. Los barcos fletados por el gobierno republicano en el exilio, para llevar personas a América, estaban repletos, casi por completo, de personas con carnet socialista o republicano, sin embargo los libertarios tenían que falsear documentos para poder embarcar, cuando el dinero para dichos fletes provenía de las arcas de la II República. En 1976, en Suresnes (Francia), no dudaron en desbancar (los González, Guerras, Borbollas, Chaves y compañía) a Llopis y Nicolás Redondo, defensores del socialismo, y ponerse al servicio de las socialdemocracias europeas, renunciando a lo poco que les quedaba de dignidad ideológica, renunciaron a todo con tal de ocupar las poltronas que se avecinaban con la llegada del nuevo régimen político. Las banderas tricolores de la  II República,  eran para ellos verdaderos estorbos para sus nuevos planes de contubernio con los nuevos y viejos poderes fácticos, en la España postfranquista. Llegada la “democracia” monárquica, período que conocemos, no por el testimonio de nuestros antecesores, sino por haberlo vivido intensamente, la situación del partido socialista no cambia, y sigue con sus traiciones políticas y sociales. Baste con enumerar algunas de ellas, para darnos cuenta que durante estos últimos cuarenta años han seguido el mismo camino de siempre. Empezaron con los Pactos de la Moncloa; el Estatuto de los Trabajadores; las Reconversiones Industriales; la entrada en la OTAN (“de entrada no y se terminó entrando”); la Ley de José Luis  Corcuera (“la patada en la puerta por parte de la policía”); la subida de la subvención a la Iglesia Católica, en la recaudación del IRPF del 0,4% al 0,7%; la timorata Ley de la Memoria Histórica; el cambio del artículo 135 de la Constitución Española, para favorecer a la Banca y sus adláteres; los iniciadores de los Recortes en sanidad y enseñanza, junto a otros muchos servicios sociales básicos, poniéndose en manos de las nefastas políticas  de la señora Angela Merkel y su gobierno de  ultraderecha camuflado de neoliberal; la renuncia definitiva del ideario socialdemócrata, para pasar a una postura que favorece a la derecha; la férrea posición de los varones del partido a pactar con la izquierda; y finalmente la vergonzosa y traidora abstención durante la investidura de Mariano Rajoy, candidato del partido más corrupto de Europa. Una vez más han antepuesto sus intereses partidarios a los generales de la población, sobre todo de los más necesitados y necesitadas. Quedando, de esa manera, ensombrecida su acertada gestión en lo que se refiere a la retirada de las tropas españolas de Afganistán, la Ley del Matrimonio entre personas del mismo sexo y, finalmente, la Ley de Dependencia (convertida en papel mojado por la política antisocial del Partido Popular). Y nos preguntamos: ¿Harán lo mismo los electores y electoras cuando lleguen las siguientes elecciones municipales, autonómicas y generales: dar su  voto al partido de la corrupción por un lado y de abstención y la traición por otro lado? La desmemoria crónica de esta sociedad se ha convertido en un veneno, que de momento no tiene antídoto. No es quitando a la vieja “casta” y poniendo a la nueva “casta” política como va a cambiar esta sociedad, sino trabajando por una nueva forma de entender las relaciones humanas, tanto en el orden social como económico.

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