Floreal Rodríguez de la Paz
Siempre, en toda la historia del tiempo conocida, la Libertad decide la clase de poderes dominados por el hombre. Siendo libres, aquellos que saben levantarse cuando caen en las garras de lo imposible. Y lo imposible es la ecuación más sorprendente que se conoce, sin haber podido despejarla hasta hoy. Contiene la Libertad todos los elementos químicos, que luego sirven para especular, sin que necesariamente muestre sus grandes valores resueltos. ¡Palabra temida es la Libertad! Pero no porque se considere imposible; más bien porque las aves de rapiña -que se adueñan de todo, con garantía excepcional-, utilizada como alimento satisfactorio, al tiempo que se nutren de privilegios personales -muy selectivos, por cierto- en cuanto a placeres se pueda pensar. La Libertad pretende ser el firme propósito de equilibrar las conductas escandalizadas. Esas formas que son practicadas por quienes tienen el poder a su alcance, practicando el ejercicio de dominar y las patologías destacadas de lo incongruente. ¡Qué duro es vivir sometido a la Libertad ausente entre los ciudadanos, que sueñan con una Sociedad liberada de fuegos entristecedores!

Aun cuando se sabe que la Libertad es lo que merecemos, sobre todo cuando somos privilegiados en la defensa de la civilización, por mucho que cueste creer que tenemos inteligencia suficiente, sobre todo, para las luchas enfrentadas contra la osadía de los administradores de la Justicia. Pues de ellos depende que la Libertad cumpla los principios de la honestidad social, tan ausente en la mayoría de las decisiones políticas. ¡Las políticas de Estado desmerecen ser apreciadas por una ciudadanía civilizada! Aunque no siempre se conserva el don ético, sobre todo humano, preciándose de ello. La capacidad humana de quienes dominan ciertas leyes sociales pone en juego el “a río revuelto, ganancia de pescadores”. Suele estremecer el cómico criterio de la suerte. La Libertad forma parte directa de las truculencias, las mismas que siempre improvisan, acosan, por más que se empeñen los arquitectos del futuro en sociedad. La Libertad se puede practicar de muchas formas. Depende casi siempre de los intereses que se defiendan. En otras muchas ocasiones por estar sometidos a no poder disfrutar los personalismos acuciadores. Y es que despejar La Libertad fija costumbres de infinitas formas. Son pocas veces que se llega a su disfrute social en los verdaderos estilos de libertad libertaria. Sólo el Anarquismo alcanzó su profundo estudio, salvando selectivamente La Libertad que ofrece el calvario político que la maneja desde siempre. Para caminar por los intuitivos senderos de la Libertad será necesario el estudio de la misma Libertad. Saber qué es, saber dónde se la puede ir viendo o considerar respetuosamente, en su mejor escenario fehaciente, para que sea posible su disfrute y práctica. Si salimos de casa con la Libertad, pero ciertamente confusa con la necesidad de disfrutarla sin la duda, se pone en juego mucho de lo que nos mantiene despiertos, tal vez para hacer necesario la promesa de vivir libres, sin que medien las leyes que suelen diseñar los gobernantes en el poder. Y no es que salgamos de casa sabiendo lo que se debe o no hacer. Para satisfacer cuanto necesitamos y podamos despejar desde las luchas sociales que obligan a tomar cartas en el asunto, para todo lo libertario disfrute, siempre por los caminos que nos toca conservar, hasta que la Libertad deje de ser pasto de dioses y políticos disfrazados, que ocultan la importancia de los valores que buscan constantemente la Libertad. ¡Seamos conscientes de ello! Los caminos a seguir, para liberarnos de la depredación, son explícitos, pues hay que separar el bandolerismo político de los horizontes inmerecidos de los ciudadanos, para que sea posible desmarcar los trucos vergonzosos de toda costumbre burguesa. Y es que hay caminos ensombrecidos, sobre todo en las costumbres libertarias, desde donde se puede resistir hasta los climas apocalípticos -si fuese necesario- en cualquiera que sea la forma acostumbrada. En los caminos que merecen toda atención, se puede certificar el verdadero sentido de la Vida, sobre todo si se propone la lucha constante por la Libertad. Si luchamos, ya somos libres. Y si disfrutamos de la Libertad, pronto se experimenta -con propiedad- el verdadero sentimiento, que nos separa del terror político aburguesado, hasta lo más divino endiosado. La Libertad no debe someterse a decisiones políticas, aunque las leyes pretenciosas encuentren su particular justicia, falta siempre de legitimidad. La Libertad no necesita cárceles, no precisa de conductas privadas cuando son para caer en lo indefendible desde las políticas de Estado.
SER LIBRES ES COMO ENVOLVER LOS IDEALES EN LIBERTAD, SIN MEDIADORES